Impuestos al revés en el Perú
América Economía - mayo de 2015
En la Superintendencia Nacional de Aduanas y de
Administración Tributaria (Sunat) hay preocupación, pues la desaceleración
económica va a generar menos recaudación. Se encarga a un grupo de expertos
encontrar una solución. La idea es cómo aumentar los ingresos del fisco.
Jorge es parte de ese equipo. Es inteligente e
ingenioso. Entonces se le ocurre una idea. Las personas reciben beneficios en
su vida de distinta manera. Un beneficio bastante obvio es ganar dinero. Los
beneficios monetarios representan un ingreso que se puede gravar fácilmente.
Así se creó el Impuesto a la Renta.
Pero no todos los beneficios son monetarios.
Hay otros de distinta naturaleza: escuchar música, descansar, ir a la playa,
pasar un tiempo con la familia, ver televisión. Esos ingresos no se reciben en
dinero sino en disfrute, en sensaciones gratas. De hecho la gente puede optar
por trabajar menos y recibir así menos ingresos a cambio de obtener tiempo
libre para esas actividades. Ello perjudica al Estado. Dado que el bienestar
generado por esas actividades perjudica al fisco, es justo que se grave con el
pago de impuestos. Se propone crear impuestos que graven estas actividades.
Su idea causa entusiasmo en el grupo de
trabajo. Jorge comienza a buscar qué actividades beneficiosas podrían ser
gravadas con nuevos impuestos.
Se le ocurre otra idea brillante: gravar los
estudios universitarios. Estudiar en la universidad genera un beneficio: mejora
su currículum, le da reconocimiento, le brinda placer académico y crecimiento
profesional. Recibe un beneficio no monetario, un intangible. Es más: por
estudiar pierde ingresos monetarios pues deja de trabajar para poder estudiar.
“Está eludiendo impuestos”, pensó Jorge.
La siguiente pregunta es cómo gravarlos. La
solución también es ingeniosa: hay que crear un impuesto progresivo. Quienes
más valoran sus estudios son las personas que reciben notas altas. Se esfuerzan
más y usan su inteligencia, recibiendo satisfacciones mayores. Entonces el
impuesto debe subir conforme las notas que obtiene sean más altas. Se le ocurre
entonces que los estudiantes deben pagar al año S/.1.000 por cada punto que
obtengan en su promedio anual: si tu promedio es 20, pagas S/.20.000, si es 15,
pagas S/.15.000, si es 05 pagas S/.5.000, y si tu promedio es 0 estás
exonerado.
Lleva su idea al grupo de trabajo. Les encantó
a todos, salvo a Iván. Él objeta que ese impuesto progresivo es una mala idea.
Si gravo más a los que mejor nota sacan, estoy desincentivando el esfuerzo y el
estudio para mejorar. Queremos que las personas usen su inteligencia y esfuerzo
para ser mejores profesionales.
Jorge se ríe y le contesta: “Mira, Iván, estas
totalmente equivocado. El impuesto progresivo es la mejor forma de cobrar. Tu
argumento se podría usar contra el impuesto progresivo a la renta. Quienes más
se esfuerzan y usan su inteligencia ganarán más. Pues bien. A esos los gravamos
con una tasa más alta. El impuesto sube con tu nota. Por supuesto que eso
desincentiva a generar más ingresos monetarios. Pero a nadie se le ocurriría
dejar de aplicar un impuesto progresivo”.
Iván reflexiona. Se queda mirando al vacío,
sonríe y contesta: “Tienes razón, Jorge, cómo no me había dado cuenta. Creemos
el impuesto”.
La historia es ficticia, pero la ignorancia en
el razonamiento no lo es. Los impuestos progresivos son una pésima idea porque,
como en el ejemplo del impuesto a las notas, desincentivan el esfuerzo y uso de
la inteligencia. La creación de riqueza, que se refleja en los ingresos de las
personas (monetarios y no monetarios) depende de muchos factores. Pero los más
importantes son el esfuerzo y el uso de nuestras habilidades. Cuanto más se
tenga que pagar por esforzarse o usar habilidades, menos nos esforzaremos en usar
nuestras habilidades para generar riqueza. Es curioso cómo una idea tan absurda
es tan fácilmente aceptada.
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