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miércoles, 13 de mayo de 2015

América Latina

¿Cómo debe América Latina enfrentar una crisis económica?


América Economía - ‎miércoles‎, ‎13‎ de ‎mayo‎ de ‎2015
 La reciente reunión en México del Foro Económico Mundial ha enfocado su atención al interés de la comunidad global de negocios hacia Latinoamérica. Es evidente que hay oportunidades de largo plazo y que la región tiene un potencial enorme, aunque en el futuro cercano existe el riesgo de que un “desplante” de la Reserva Federal pudiera generar una tormenta monetaria.

Es claro que todos los países son puestos a prueba de vez en cuando. Y esto es lo que separa al trigo de la cascarilla. Todos aquellos que mantuvieron la prudencia antes de la crisis (de 2008) y que están dispuestos a enfocarse en las reformas estructurales podrán salir fortalecidos. Por ejemplo, tras la crisis asiática de mediados de los Noventa, el crecimiento promedio se acercó a cinco por ciento en la década siguiente.

Si Latinoamérica se apega a las sólidas políticas macroeconómicas de los últimos años y si, además, aprovecha la crisis para seguir impulsando las reformas, no solamente evitará contagiarse con el colapso, sino que mejorará incluso sus perspectivas de largo plazo.

La desaceleración ha sido considerable; el crecimiento de 2014 fue menor a 1.4 por ciento de un año al otro (la mitad del nivel que el FMI había pronosticado en abril de 2014). Este año el FMI espera un crecimiento inferior a uno por ciento. El modelo que fue presentado en el informe regional del FMI para América Latina sugiere que una apreciación adicional de 10 por ciento en el dólar podría alentar un crecimiento económico de 0.5 a uno por ciento.

Commodities y China. Hay un riesgo evidente de recesión para América Latina este año y son muchas las razones: los precios de las materias primas cayeron mucho antes que los del petróleo. Después de mantenerse en unos 100 dólares por casi cuatro años el crudo cayó a 50 dólares este año; no olvidemos que representa 61 por ciento de las exportaciones de commodities de Colombia. Para Argentina, la soya representa 51 por ciento; el cobre, 94 por ciento de las exportaciones para Chile y el 51.6 por ciento para Perú; el mineral de hierro, 30.4 por ciento para Brasil. El precio de esos insumos cayó entre 20 y 50 por ciento en los últimos años.

Todo indica que el súper ciclo de los commodities, impulsado por el fuerte crecimiento de China, ha llegado a su fin; según una investigación del FMI Latinoamérica es particularmente sensible a la desaceleración de China ya que una caída de uno por ciento en el crecimiento económico chino reduce entre tres y ocho por ciento el precio promedio de los insumos básicos de Latinoamérica.

La interrogante es si el crecimiento recuperará su ritmo o si las cuantiosas salidas de capital de los mercados emergentes generarán un crecimiento mediocre en la región por años.

Estabilidad. En las últimas décadas la democratización ha dado una gobernanza más robusta y ha incrementado la estabilidad política aunque la democracia de Latinoamérica, igual que sucede en otras partes, está lejos de ser perfecta. El número de víctimas de los conflictos armados ha caído radicalmente, incluso en los casos donde los problemas de seguridad siguen siendo todavía la principal preocupación, mientras la corrupción sigue siendo un problema central.

La inflación promedio se mantuvo a niveles de un dígito en los pasados diez años; los déficit de cuenta corriente han sido manejables y la apertura comercial ha ido en aumento con tarifas arancelarias que van de 4 a 5 por ciento.

Los bancos centrales más importantes están actuando de manera más independiente, aplicando un régimen de inflación flexible con tasas de cambio flotantes que funcionan a manera de amortiguador.

La política fiscal ha quedado anclada con la mira puesta en las finanzas públicas sustentables. La normatividad fiscal y los procesos presupuestarios se han visto fortalecidos en muchos países, mientras la deuda bruta pública regional está por debajo de 50 por ciento del PIB en Latinoamérica.

Retos de largo plazo. Un reto clave en Latinoamérica es el factor de productividad total. Qué tanto se puede producir con una cantidad dada de mano de obra y de capital depende del factor de productividad total de cada país. Éste concepto representa a todo el crecimiento que no sea causado directamente por la movilización de más capital o de mano de obra.

Es decir que factores como la tecnología, las instituciones legales, el hacer respetar los derechos de propiedad, los niveles de educación, el clima para emprender, el nivel de confianza que hay entre los ciudadanos, y muchos otros factores más, determinan la capacidad que tiene una economía para crecer.

El factor de productividad total ha sido débil en la zona porque a lo largo de las tres últimas décadas su crecimiento ha sido cercano a cero. Incluso en la década pasada, cuando el crecimiento del PIB estuvo cerca de cinco por ciento, ese parámetro fue decepcionante porque 85 por ciento del crecimiento del lapso analizado se debió a la movilización de más mano de obra y de capital. Obedeció a que más personas ingresaron al mercado de trabajo, a que aumentaron las inversiones, a los elevados precios de los insumos básicos, pero no a una amplia base de mejorías en la eficiencia de las economías latinoamericanas.

En esencia, este no es un momento de autocomplacencia para Latinoamérica, ha dado comienzo la temporada de ajuste y ahora es el momento de prepararse para el mal clima. Los responsables de la elaboración de políticas reunidos en el encuentro del World Economic Forum en México, fueron tan claros como el cristal con respecto a este punto.

La estrategia de México. Luis Videgaray Caso, secretario de Hacienda de México, dio a conocer una estrategia clara con base en tres pilares:

1. Apegarse a sólidos factores fundamentales de la macroeconomía porque este no es el momento de abandonar las normas fiscales.

2. Los bancos centrales deben estar listos para proporcionar liquidez a los mercados si se da el caso de que haya grandes salidas del capital, y al mismo tiempo deben permitir que la moneda juegue su papel en la absorción de las sacudidas.

3. Se deben reforzar las reformas estructurales. Yo me sumaría a estos tres puntos porque esta es exactamente la vía correcta para poner la casa en orden a fin de capear el temporal.

Ustedes podrían argumentar que algunos países como Chile, Colombia, Perú y México tienen el suficiente espacio fiscal de acción para implementar medidas contracíclicas. Sin embargo Mauricio Cárdenas, el ministro colombiano de Finanzas, ofreció un contraargumento convincente.

Si la política económica, argumentó Cárdenas, fuese evaluada únicamente con base en lo que dicen los académicos de macroeconomía bien informados, entonces esto podría ser posible.

Pero en el mundo real, donde los países son calificados por los mercados financieros, estos no son momentos para poner a prueba los límites de la credibilidad de las economías abiertas con una trayectoria como la que ha tenido Latinoamérica.

Yo creo que la política económica siempre debe ser pragmática. Es prudente utilizar la política fiscal para estabilizar la demanda. La política debe ser flexible para evitar los elevados costos sociales en cuanto al desempleo y la exclusión social. Al mismo tiempo sabemos que los mercados están lejos de ser racionales. Cuando la manada de inversionistas esté corriendo en busca de la puerta de salida de los mercados sin liquidez, es claro que puede haber daños colaterales.

Entonces lo mejor es ser cauteloso, mantener la pólvora seca y evitar ser obligado a aplicar medidas de austeridad justo cuando la demanda se encuentra débil. Y entonces uno sólo puede apoyar a Videgaray, a Cárdenas y a sus colegas para que vayan en pos de su aspiración.

Me gustaría mencionar una lección que aprendí como ministro de Finanzas en el otoño de 2008: Si uno sospecha que una crisis podría estar en camino, entonces lo mejor es comunicarlo directamente.

Si ustedes encubren la sospecha y se les descubre tratando de sobredimensionar la fortaleza de su economía, entonces se arriesgan a deteriorar su propia credibilidad, la misma que dolorosamente van a necesitar cuando la situación se vuelva ruda.

La mejor estrategia política, en mi opinión, es apropiarse de la crisis definiendo claramente la problemática y delineando los pasos necesarios para poder enfrentarla.

Es cierto que esto podría parecerles contra-intuitivo, porque el instinto natural podría ser el de calmar a la gente, pero es mucho mejor mostrar liderazgo que perder la confianza del público por haber subestimado la gravedad de la situación.

Apropiarse de la situación significa también definir las medidas de política que se requieren. El ministerio de finanzas está convencido de que las reformas estructurales en los mercados de productos o en los mercados de mano de obra, son necesarias.

Entonces es mucho mejor responder directamente a las crisis con dichas medidas políticas que verse empujado por el debate popular a emprender la aplicación de estímulos de corto plazo para fortalecer la demanda, así como medidas temporales.

Y dado que las crisis aumentan la demanda de soluciones de política económica, un ministro de finanzas debe de estar listo para implementar soluciones que promuevan el aumento de la oferta.

Y creo que esta lección puede aplicarse a la situación actual por la que atraviesa Latinoamérica. Porque el riesgo más grande, en una situación en la que los mercados se están poniendo nerviosos, es quedar uno a expensas de las inversiones de portafolios en lugar de promover las inversiones reales en plantas y en líneas de producción.

Y si el espacio de acción fiscal es limitado, entonces la forma más eficiente de atraer inversión extranjera directa es abrir nuevos sectores a ésta y reducir las barreras de entrada.

Acelerar la reforma del sector energético a manera de atraer nuevas inversiones de gran escala fue un punto que quedó claramente delineado durante las discusiones sobre industria de la energía en la reunión del Foro Económico Mundial.

México ya ha recibido el merecido reconocimiento por sus reformas al sector energético. Ahora es el momento correcto para que refuerce y potencie esos propósitos.

Si un tipo de cambio más débil provoca precios de importaciónsuperiores, la desregulación del sector de las ventas al menudeo o la apertura del sector de transportes a una mayor competencia podrán atraer entre ambos inversión extranjera directa y reducir las presiones derivadas de los costos.

El aumento de la inversión extranjera directa reduciría la vulnerabilidad de las economías a los déficits de cuenta corriente.

Si el costo de hacer negocios se reduce, entonces se pone un límite al aumento del riesgo de una depreciación monetaria que conduciría a un aumento sostenido de los precios de importación, lo que a su vez aumenta el espacio de maniobra que tienen los bancos centrales sin afectar su credibilidad frente a las metas de inflación.

Latinoamérica podría estar dirigiéndose hacia un periodo difícil.

Esperemos que las instituciones más fuertes y los mejores factores fundamentales se traduzcan en que las voces de Videgaray y de Cárdenas sean las que prevalezcan y que Latinoamérica aproveche la oportunidad que le ofrece este periodo de incertidumbre para tomar la delantera de las economías emergentes.


¡No desperdicien una buena crisis, aprovéchenla para sentar las bases de un futuro más sólido para Latinoamérica!

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