Los 10 países de América en los que más gente
aprueba la justicia por mano propia
Infobae - lunes, 30 de marzo de 2015
República Dominicana es el país de América en
el que más personas aprueban o justifican la aplicación de justicia por mano
propia. Según el Barómetro de las Américas 2014 de LAPOP, que hizo encuestas en
25 países del continente, tiene un nivel de aprobación de 42,8 puntos sobre
100.
La media de la región es de 32,1. Considerando
que 0 implica un rechazo absoluto, y 100 un apoyo total, la mayor parte de los
consultados la desaprueba. Pero no deja de ser preocupante que en todos los
países sean muchos los que están dispuestos a avalar una conducta que en sus
formas más extremas puede llegar al linchamiento.
El segundo país con mayor nivel de apoyo a la
justicia por mano propia es Paraguay, con 42,3. Siguen Perú (40,6), Honduras
(39,6), El Salvador (38,2) Ecuador (37,7), Bolivia (37,2), Estados Unidos
(36,3), Jamaica (36,3) y Haití (35).
En otros lugares, la gran mayoría de la
población rechaza esta práctica. Trinidad y Tobago es el que ostenta el nivel
más bajo de aprobación, 19,2 puntos. Después vienen Brasil (23,5), Guyana
(25,1), Panamá (25,1), Chile (25,4), Uruguay (25,9), Venezuela (26,7),
Argentina (27,7), Colombia (29) y Costa Rica (30,1).
La abdicación del Estado
Las razones que explican el apoyo a la justicia
por mano propia suelen ser dos, que se combinan y se potencian mutuamente: el
aumento de la inseguridad y la corrupción e ineficiencia de la policía y de la
justicia para hacerle frente. Ambas cosas evidencian una profunda falla del
Estado, que en gran parte de la región es incapaz de cumplir con algunas de sus
funciones principales.
"La gente que percibe más inseguridad, y
que se encuentra en contextos en los que actúan pandillas, pero que además
fueron victimizados por agentes de justicia que les solicitaron algún tipo de
soborno, son los que tienden a aprobar más la justicia por mano propia. Hay un
fuerte componente de ruptura de la confianza en el Estado", dice a Infobae
el politólogo mexicano Daniel Zizumbo Colunga, investigador del SSRC (Consorcio
para la Investigación en Ciencias Sociales), con sede en Estados Unidos.
También inciden experiencias personales, como
haber sufrido en carne propia un delito. "Ser víctima -continúa Zizumbo
Colunga- significa algo muy diferentes si desconfías del Estado que si te
encuentras en un contexto en el que los delitos no son algo común, y las
autoridades patrullan y tienes confianza en ellas".
Lo que sienten muchas personas cuando padecen
un crimen en estas condiciones es que el Estado cometió una doble falta.
Primero en la prevención, porque si hay delito es porque no se está controlando
bien. Pero lo segundo, que agrava lo anterior, es ver que la reacción ante esa
falla inicial es mala, ya sea porque no se investiga, no se atrapa a los
responsables o, si se los atrapa, no se les aplica las sanciones que deberían.
"Tiene que ver con la ineficiencia de los
sistemas de impartición de justicia. En México, por ejemplo, se hicieron
estudios que arrojaron una impunidad de 98 por ciento. Es decir que de todos
los delitos cometidos sólo llegaba a tribunales el 2 por ciento. El resto
quedaban impunes, ya sea por falta de elementos probatorios o por irregularidades
en las detenciones policiales", explica Antonio Fuentes Díaz, sociólogo
del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de
Puebla, consultado por Infobae.
"Muchas de las personas que han sido
entrevistadas después de un participar de un linchamiento comentan que lo
hicieron porque, en sus experiencias previas, cuando convocaban a la policía,
terminaban dejando en libertad a los presuntos implicados", agrega.
Las diferencias entre unos países y otros
tienen mucho que ver con el nivel de confianza en las instituciones y con la
vigencia del estado de derecho en ellos.
"En los que hay una mayor victimización
por corrupción, donde los policías piden más sobornos, hay un mayor apoyo a la
justicia vigilante. En cambio, en las sociedades más apegadas al estado de
derecho los niveles de apoyo son menores", dice Zizumbo Colunga.
Pero es un fenómeno que, con diferentes
intensidades, afecta a toda la región. El origen hay que buscarlo en las
profundas transformaciones sociales que se gestaron entre los ochenta y los
noventa, que supusieron una paulatina abdicación del Estado de muchas de las
funciones que cumplió durante décadas.
"Hay condiciones estructurales que generan
una incertidumbre que afectan a amplios sectores de la población -dice Fuentes
Díaz. Hay comunidades donde esta incertidumbre y esa desprotección por parte
del Estado han generando como respuesta distintas formas de control vecinal. En
algunos lugares eso ha ido aún más lejos y se instauraron sistemas de justicia
alternativos".
"Hay una especie de desviación hacia
órdenes privados de regulación de la seguridad y la violencia, que están
presentes en distintos sectores de la población. La idea es que cada uno tiene
que proveerse de servicios de seguridad y justicia. Esto es una forma extrema
del neoliberalismo, que deja en la agencia individual cosas que antes estaban
centralizadas en el Estado", concluye Fuentes Díaz.
Distintas formas de justicia por mano propia
Una de las particularidades de este fenómeno es
que atraviesa toda la sociedad y se puede manifestar de diferentes maneras. El
ejemplo más terrible son los linchamientos. Grupos de personas que atrapan in
fraganti a un delincuente y que, en vez de entregarlo a las autoridades, lo
golpean hasta matarlo.
Casos de este tipo se repiten en distintos
países de la región. Principalmente, ocurren en barrios periféricos de las
grandes ciudades y en algunas comunidades indígenas.
"Realmente no sabemos cuán difundida está
la justicia por mano propia, porque muchos casos no terminan en muertes. Por
ejemplo, cuando se trata de cerrar calles y hacer vigilancia comunitaria. Antes
se decía que era un tema de los países con grandes poblaciones indígenas, pero
últimamente parece que hubo un incremento en toda Latinoamérica", dice
Zizumbo Colunga.
Una manifestación menos convencional de la
justicia por mano propia, que es en realidad una forma de autoadministración de
la seguridad, son los barrios que adoptan medidas de protección vecinal, como
instalar alarmas y distintos sistemas de alerta de los que no participa la
policía. Estas medidas son más comunes entre los sectores medios y medios
altos.
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