La pieza clave para lograr el triunfo en la
Formula 1
Forbes -
jueves, 12 de marzo de 2015
Toto Wolff es la pieza clave que le faltaba a
los autos de carreras para revolucionar un negocio que ya no aceleraba.
Mientras sus pilotos Lewis Hamilton y Nico
Rosberg competían una vez más en el Gran Premio de Abu Dhabi hace unas
semanas, Toto Wolff sonríe.
El jefe del equipo Mercedes AMG Petronas F1
disfrutaba en el hermoso Yas Marina Circuit, la actuación de su pareja de
pilotos que ganó un récord de 16 carreras en la temporada y aseguró el primer
título mundial de Mercedes en más de 50 años. En menos de 24 meses, Mercedes
AMG Petronas F1 logró revertir su estatus de perdedor y llegar a la cima de la
competencia de automovilismo más importante del mundo.
Wolff, un ex inversionista de 44 años de edad,
jugó un papel decisivo en la canalización de cientos de millones de dólares de
inversión a la construcción de un equipo campeón. Con un doblete en el
Campeonato de Pilotos y el apoyo de sus brillantes ingenieros, Mercedes es
ahora el cuarto equipo más valioso de la F1, con un valor de 560 millones de
dólares (mdd) de acuerdo con una valuación de Forbes.
“El 90% es el coche y el 10% es el conductor”,
dijo Wolff en el Circuito de las Américas en Austin, Texas, en octubre, en
donde también ganó. “Pero si no puedes obtener todo ese 10% del piloto, estás
arruinado”.
Wolff fue robado a su rival Williams Martini
Racing, en el que aún tiene una participación de 10%, para ser parte de un
equipo que finalmente podría destronar al aparentemente imbatible Red Bull,
que se había llevado los últimos cuatro campeonatos.
En su primer año a cargo, Wolff aumentó el
gasto a 293 millones de dólares (mdd).Y durante su trayecto ha sumado unos 70
empleados, en su mayoría ingenieros. Entre ellos está Paddy Lowe —“Mr.
Performance”, como le llama Wolff— un legendario talento de la F1 que llegó
del equipo McLaren y se enfocó en la construcción del coche más rápido.
Toto Wolff. (Foto: Clint McLean).
Otro grupo, que trabaja en la empresa hermana
de Mercedes AMG, se centró en el motor híbrido más potente y confiable,
mientras ambos equipos se preparaban para el cambio más dramático en la
normativa de la F1 en una década.
Una caída de 10% en los ratings televisivos
tras cuatro años de dominio absoluto del piloto estrella de Red Bull,
Sebastian Vettel, motivó al jefe de la F1, el multimillonario británico Bernie
Ecclestone, a agitar las cosas un poco. Los equipos se vieron obligados a desarrollar
nuevas unidades de poder, la jerga de la F1 para el motor.
Wolff y Lowe, junto al legendario piloto Niki
Lauda —quien tiene una participación de 10% y cuyas épicas batallas con Jon
Hunt en la década de 1970 fueron dramatizadas en la película Rush de Ron
Howard—, saltaron sobre la oportunidad, con Lauda como presidente no
ejecutivo.
El regreso de Mercedes a la élite del
automovilismo comenzó en 2010, 55 años después de su salida tras el fatal
desastre de Le Mans, que dejó a más de 80 espectadores y al conductor Pierre
Levegh muertos después de que su Silver Arrow —sobrenombre que aún mantienen
los coches de carreras Mercedes— volara a las tribunas y explotara.
Los alemanes compraron la escudería Brawn GP,
se asociaron con Petronas y reclutaron al piloto más exitoso en la historia de
ese deporte: Michael Schumacher. Los resultados fueron decepcionantes.
“Lo estaban haciendo horriblemente mal”, dice
sin rodeos el austriaco Wolff. Mercedes fue incapaz de terminar en el podio en
los tres primeros años de su regreso a la F1. “No podían entender por qué no
eran buenos, así que les pregunté cuál era su objetivo, y me dijeron: ‘Ser
campeones del mundo’, pero había un problema: Teníamos el mismo presupuesto [en
Williams Martini], y yo buscaba el cuarto o quinto lugar. Era obvio que había
un grave déficit”.
Atraído por una participación de 30% en el
equipo y la promesa de tener en Daimler un inversionista comprometido, Wolff
mordió el anzuelo. La apuesta financiera funcionó: en su primera temporada en
el equipo Mercedes le arrebató el segundo lugar general a Ferrari, Hamilton y
Rosberg se llevaron a casa tres victorias y seis podios.
“La clave de su éxito es que gastan mejor su
dinero”, explica David Hobbs, un piloto de F1.
“Cuando diriges a un equipo de carreras, hay
varios parámetros clave que necesitas que interactúen entre sí: los recursos
financieros, las personas, los conductores, los motores, la infraestructura,
las asociaciones y, más importante, el tiempo. Si careces de alguno de ellos,
tienes un déficit estructural que perjudicará tu rendimiento”, nos dijo Wolff
en Austin mientras dictaba instrucciones a sus ingenieros y pilotos a través de
una diadema de comunicación.
La obsesión de Wolff con la detección de ineficiencias
–incluso en la exitosa campaña de 2013– fue el comienzo del éxito, del título
de 2014. Desde la construcción del equipo más sólido de técnicos hasta el
manejo del ego de sus combativos pilotos, Wolff se involucró en cada detalle.
“Nos quedamos con hambre y molestos, es algo que aprovechamos y potenciamos”,
dice.
Mientras tanto, nutrió la participación y
patrocinio de Petronas.
“Por primera vez tuvimos la oportunidad de
participar en el diseño de los lubricantes y fluidos para reducir la fricción y
reducir la temperatura del motor”, explica Eric Holthusen, su director
internacional de lubricantes.
Según los expertos, el gigante energético de
Malasia paga más de 43 mdd por temporada para que su nombre aparezca en un
sitio destacado en el coche y ligado al equipo.
Eso ayudó con los “graves déficits” que Wolff
había identificado y los motores ahora tienen la ventaja de contar con
lubricantes personalizados de Petronas.
“En la Fórmula 1 ganas por márgenes mínimos”,
dice Wolff, a pesar de la enorme distancia que su equipo puso entre él y sus
rivales en 2014. “Es un deporte brutalmente honesto: El cronómetro no miente”.
Las finanzas de la F1, por otro lado, pueden
ser un rompecabezas. Una vez que los consultas, los números parecen
imposibles. De los 11 equipos que compitieron en la temporada 2013, sólo tres
—Ferrari, McLaren y Williams— lograron obtener ganancias. Varios de los equipos
más grandes son perdedores sistemáticos.
Mercedes es de las más rentables, su pérdida
de 95 mdd del año 2013 fue menor que la de casi 100 mdd de Red Bull.
Sin embargo Forbes estima que Mercedes, con sus
ingresos de 200 millones del año 2013, se está poniendo a la par del rey
comercial indiscutible de la F1, Ferrari, cuyo valor estimamos en 1,350 mdd.
¿Cómo puede Mercedes valer más de 500 millones a pesar de su brecha operativa?
En gran medida se trata de su capacidad de
conseguir grandes patrocinios, con el respaldo de Daimler, de modo que los
gastos generales estén cubiertos y la perspectiva de ganancias futuras sirva
como atractivo para el mercado.
Hay que tener en cuenta que también está el
elemento vanidad o glamour, algunos pagarán sólo para ser asociados con la F1.
Para un propietario como Daimler o un
patrocinador como Petronas, hay un retorno de marketing calculable.
Cuando se trata de la visibilidad, pocos
deportes están a la altura de la F1, que el año pasado atrajo a una audiencia
televisiva mundial de 450 millones con 19 carreras en los cinco continentes.
Para Daimler, que posee 60% del equipo Mercedes
F1 y tiene un valor de mercado de 87,000 mdd, la F1 es una jugada a largo plazo
en la transformación de Mercedes-Benz en una marca deportiva más juvenil.
Para Petronas, que ha estado involucrada en el
automovilismo durante 20 años y fue clave en el traslado de la F1 a Kuala
Lumpur, tiene sentido que los deportes de motor representen casi la totalidad
de sus esfuerzos promocionales.
“Somos una empresa nacional petrolera, pero
hemos estado apuntando al mercado mundial desde la década de 1990. Estoy
haciendo ruido con mi dinero, construyendo valor de marca y en realidad
haciendo negocios”, explica la directora global de comunicaciones Liz
Kamaruddin.
Desde su asociación con Mercedes en la Fórmula
1, Petronas se ha convertido en el principal proveedor de fluidos de los coches
Daimler en mercados clave como China, Japón y Brasil, todos los cuales acogen
carreras de F1.
Otros con dinero invertido en el deporte son
francamente optimistas. Brad Hollinger, un magnate estadounidense de cuidado
de la salud que posee 5% de Williams dice: “Estoy totalmente confiado en el
futuro de la F1, tiene una de las mayores huellas deportivas en el mundo…
representa un medio excelente para las empresas internacionales para comercializar
sus marcas. ¿Te imaginas si Apple, Facebook o Disney se involucraran?”
No obstante, la F1 sigue siendo una apuesta. En
2014, los altos costos empujaron a los equipos de Caterham y Marussia a la
bancarrota (este último también vio a su piloto Jules Bianchi estrellarse a
toda velocidad en el Gran Premio de Japón en octubre).
Solo 18 coches salieron a la pista en Austin el
año pasado, la cifra más baja desde 2005. A pesar de que los derechos
comerciales generaron 1,700 millones en ingresos para los dueños de F1 como
Ecclestone y el gigante de capital privado CVC, la desaparición potencial de
nuevos equipos amenaza al fondo colectivo.
Wolff no puede sino aconsejar: “Los equipos
deben funcionar como empresas, en línea con los principios de los negocios… si
te endeudas, por ejemplo, debes entender por qué”. Con su propia temporada de
éxito llegando a su fin, convoca otra pieza del rompecabezas: “Todo el mundo
necesita un poco de suerte”.
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