Los 'teléfonos inteligentes' vuelven perezoso
al cerebro?
El Confidencial - marzo
de 2015
Este va a ser un artículo autobiográfico. Por
ello me anticipo a pedirles disculpas. Desde hace años trabajo en un proyecto
que me gustaría explicarles sin parecer megalómano, pero no puedo hacerlo,
porque el proyecto lo es. Creo que necesitamos elaborar una “superciencia” que
trate de la educación, pero en un sentido muy poco escolar.
Suele definirse al ser humano como “animal
racional”, cosa harto discutible, pero una definición más acertada sería
“animal que educa a sus crías”. Etimológicamente “e-ducación” significa “sacar
fuera”, es decir, desarrollar lo que estaba en germen. Pero la rapidez con que
aparecen novedades tecnológicas que afectan a nuestra manera de pensar o de
relacionarnos nos obliga a pensar en cómo adaptarnos a ese entorno acelerado.
La nueva ciencia podría llamarse
“pro-ducación”, y se encargaría de estudiar cómo dirigir la evolución de la
inteligencia humana. Las tecnología de la información –el acceso inmediato a
redes cada vez más tupidas, los potentísimos motores de búsqueda, la
posibilidad de que los ordenadores piensen por nosotros, la eficiencia de modos
colaborativos de pensar (como la Wikipedia)...– están cambiando el modo de
utilizar nuestro cerebro. Aparecen mensajes alarmistas. Nicholas Carr ya lo
advirtió en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras
mentes?
Recientemente, cuatro profesores de la
Universidad de Waterloo, en Ontario, han publicado un estudio titulado The
brain in your pocket: Evidence that smartphones are used to supplant thinking
(por Nathaniel Barr, Gordon Pennycook, Jennifer A. Stolz, Jonathan A.
Fugelsang). Afirman que las fantásticas posibilidades de los teléfonos
inteligentes están fomentando la pereza hacia el pensamiento analítico, y el
desinterés por las búsquedas en la propia memoria. Además, parece confirmarse
que el uso de esos teléfonos correlaciona negativamente con los resultados
académicos.
Empieza a extenderse la idea de “¿para qué voy
a aprenderlo si lo puedo buscar?”. Desde otro punto de vista, Sherry Turkle, en
su último libro, Alone Together, ha estudiado con particular atención a los
adolescentes. Estos, dice, se esconden tras una pantalla y no saben
relacionarse. “Psicológicamente es fundamental aprender a conversar, a
negociar, a sentir empatía, a pedir perdón. Hemos criado una generación que no
es capaz de pedir perdón. No es lo mismo pelearte con un amigo y enviarle un
SMS o un mensaje en Facebook y seguir con tus cosas que sentarte frente a él,
sudar, sufrir y decir: ‘Lo siento’. A su vez, quien lo escucha también siente,
y perdona, o se enfada, pero siente. Es doloroso y complicado, pero es
fundamental. Es la manera en la que aprendemos a construir relaciones humanas”.
Sherry Turkle es investigadora del MIT, lo cual es relevante porque es el mayor
centro de innovación tecnológica del mundo.
Un tacaño cognitivo
¿Debemos preocuparnos por estos fenómenos? Esta
es una pregunta que la ciencia de la pro-ducación debe responder. La invención
de nuevas herramientas mentales ha cambiado para siempre el funcionamiento del
cerebro. Como ha mostrado Feggy Ostrosky-Solís, aprender a leer configura poderosamente
el sistema neuronal. En el Fedro de Platón se atribuyen a la lectura peligros
semejantes a los que ahora se achacan a los ordenadores: "Quienes se basen
en la lectura para su conocimiento parecerá que saben mucho, pero la mayoría no
sabrán nada”.
Los neurólogos saben que el cerebro es
cognitive miser, un tacaño cognitivo. Procura resolver los problemas con el
menor esfuerzo posible. Por eso, entre otras cosas, automatiza todos los
procesos que puede. Así gasta menos energía. Llevar la información en el
bolsillo también facilita ese ahorro. De la misma manera que, a pesar de los
temores, el libro no eliminó el pensamiento humano, sino que lo potenció, lo
importante es saber utilizar inteligentemente las máquinas inteligentes.
Hay muchas iniciativas en este terreno, por
ejemplo la Universidad de la Singularidad, fundada por Kurzweil. Piensa que
“estamos a las puertas de una evolución tecnológica tan rápida y profunda que
significará una ruptura en el tejido de la historia de la humanidad. En apenas
15 años podremos conectar nuestro cerebro a un cerebro externo híbrido de
tecnología y biología que será nuestro cerebro dominante”. Que lo diga un
reconocido tecnólogo, que además es director de investigación de Google, debe
hacernos meditar. Todas las grandes compañías de tecnologías de la información
están elaborando planes educativos,
convencidas de que la educación en sentido amplio va a ser el próximo negocio
del trillón de dólares.
El mismo cerebro puede indicarnos la solución.
Nuestra inteligencia trabaja en dos niveles. Uno de ellos capta, almacena,
elabora información de manera automática, fuera del nivel de la conciencia. El
otro nivel, específicamente humano, se encarga de gestionar ejecutivamente al
otro. Hace planes, evalúa, configura el nivel inferior. En este nivel radica la
posibilidad de actuar libremente. Pues bien, en este momento, esa inteligencia
ejecutiva de superior nivel tiene que gestionar dos memorias: la contenida en
el cerebro y la contenida en el ordenador que, cada vez con mayor urgencia,
cada persona tendrá que configurar a su manera. Lo importante es que el sujeto
humano mantenga como exclusiva el control y la dirección de su acción.
Necesitará aprender lo que sea necesario para conseguirlo. Por ejemplo, el
pensamiento crítico. Nos encontramos con la sorpresa de que la función
distintiva de la inteligencia humana es la voluntad. Espero que ahora
comprenderán un poco más mi interés por completar la ciencia de la e-ducación,
con esa nueva ciencia de la pro-ducación, que forzosamente tiene que ser una
ciencia de vanguardia.
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