5 investigaciones que revolucionaron la
medicina
BBC Mundo - lunes, 16 de marzo de 2015
"Transacciones filosóficas" fue la
primera revista científica de la historia.
Es improbable que en la sala de espera de su
médico tengan The Lancet, Thorax o la Revista de la Asociación Médica de EE.UU.
Pero el contenido de estas publicaciones ha
tenido más impacto en su salud que el de las revistas de estilo de vida que
seguramente usted encontrará en las salas de espera.
En las revistas académicas es donde los
científicos publican sus descubrimientos y los ponen al alcance de otros
expertos del campo para que los revisen.
Ahí es donde aparecen las explicaciones a las
enfermedades, los medicamentos que salvan vidas o los mejores procedimientos
quirúrgicos.
La primera revista científica,
"Transacciones filosóficas", fue publicada hace 350 años.
Y todavía sigue con vida, junto a otros miles
de títulos que cada día ponen en circulación los hallazgos científicos de
nuestro tiempo.
Aquí les presentamos cinco investigaciones
publicadas en revistas científicas que transformaron la práctica médica y la
vida de muchos, a lo largo de los siglos.
James Jurin y la inoculación: la prevención de
la viruela
En 1873, ya había campaña de vacunación de la
viruela.
En el siglo XVIII, la viruela era un asesino en
serie.
La idea de inocular a la gente para protegerla
de desarrollar una enfermedad llegó a Reino Unido en 1721 de la mano de Mary
Wortley Montagu, la esposa del embajador en Constantinopla.
En plena epidemia de viruela, le pidió a su
médico que inoculara a su hija.
Los médicos de la Corona adoptaron la idea y
doctores por todo el país siguieron la tendencia.
Pero el tratamiento no estaba exento de
controversia: muchos pensaban que éste les iba a contagiar la enfermedad.
James Jurin, editor de "Transacciones
filosóficas", recopiló reportes de todo el país.
Su investigación fue publicada en 1723 con la
conclusión de que era más probable morir del contagio de viruela que de la
inoculación.
El hallazgo fue reproducido en panfletos y
sirvió para persuadir a la opinión pública de las ventajas del procedimiento.
Joseph Lister y el antiséptico: sobrevivir a la
cirugía
Lister inventó un dispositivo espray para los
antisépticos.
Los pacientes que acudían a un hospital, hasta
bien entrado el siglo XIX, tenían sólo un 50% de posibilidades de salir con
vida.
Los cirujanos no se lavaban las manos de un
paciente a otro y creían que las enfermedades eran transmitidas por el aire.
Joseph Lister sabía que el ácido carbólico
servía para desinfectar las aguas residuales.
En 1867, publicó un artículo en British Medical
Journal (Revista Médica Británica) en el que explicaba cómo había usado el
ácido carbólico para tratar a pacientes con fracturas severas.
El ácido, escribió, "parece ejercer una
peculiarmente destructiva influencia entre bajas formas de vida".
Lister describió que al lavar las heridas con
el ácido se destruían los "gérmenes sépticos".
Después curbía la herida con pasta antiséptica,
hecha de carbonato de lima, ácido carbólico y aceite de linaza, y el hueso
soldaba sin infección.
Pero su investigación no fue aceptada de
inmediato en su país.
Sus colegas no creían en la existencia de las
bacterias porque no las podían ver.
Richard Doll: fumar da cáncer de pulmón
Fumar llegó a venderse como algo saludable.
A finales de los años 40, los médicos notaron
un fuerte incremento de las muertes por cáncer de pulmón en Australia, Canadá,
Estados Unidos, Japón, Turquía y Reino Unido.
Los investigadores contaban con dos pistas, la
polución industrial o el tabaquismo.
Richard Doll fue el estadístico del Consejo de
Investigación Médica de Reino Unido que publicó en 1950 un artículo demoledor
en British Medical Journal.
Según Doll, había una relación directa entre el
cáncer de pulmón y el fumar.
El autor estudió la incidencia del tabaquismo y
el cáncer de pulmón en un gran número de pacientes y comparó su experiencia con
gente que tenía diferentes tipos de cáncer, lo que los científicos llaman
"grupo de control".
Lo que descubrió lo llevó a dejar de fumar.
Pero pese a muchos estudios que han corroborado
la conexión, la industria del tabaco no ha terminado de aceptarlo.
Barry Marshall: úlceras y bacterias
Las úlceras estomacales las causa una bacteria.
Durante mucho tiempo, las úlceras eran
atribuidas al estrés, la personalidad, el tabaco o la genética. Y el único
tratamiento era neutralizar el ácido.
Pero durante los años 80, dos investigadores
australianos, Robin Warren y Barry Marshall, empezaron a investigar otra hipótesis.
Para mediados del 82, identificaron la
Helicobacter pylori como la culpable. Pero sus compañeros creían que nada
podría sobrevivir las condiciones del ácido estomacal.
Más tarde, cuando ganó el Premio Nobel, Barry
Marshall dijo: "No hay cantidad de razonamiento lógico que pueda con lo
que las personas creen que es verdad. Las úlceras se debían a la mala dieta,
fumar, el alcohol y la genética. Una causa bacteriana era absurdo".
Frustrado, decidió experimentar consigo mismo.
Se bebió un caldo con la bacteria y, como esperaba, enfermó.
Tras diez días de vómitos y mal aliento, pidió
a un colega que examinara su estómago con un endoscopio. Encontró la infección
bacteriana así como otros síntomas que podrían provocar úlceras.
Desde entonces, quedó probado que la
Helicobacter pylori es la causa de las úlceras. La investigación fue publicada
en The Lancet en junio de 1984.
Warrren y Marshall obtuvieron el Premio Nobel
de Medicina 2005. Gracias a ellos, las úlceras ahora se curan con un pequeño
tratamiento de antibióticos.
Frederick Banting: diabetes e insulina
Best y Banting descubrieron la insulina.
En enero de 1922, Leonard Thompson, de 14 años,
estaba en un hospital de Toronto seriamente enfermo con diabetes tipo 1.
El único tratamiento disponible era que pasara
hambre para dejar al cuerpo sin azúcar, así que estaba muy delgado y se
esperaba que muriera.
Pero tuvo la suerte de ser el primero al que
Frederick Banting le suministró insulina extraída de vacas.
Tuvo una reacción alérgica a la primera
inyección, pero la segunda, de extracto puro, tuvo un efecto
extraordinariamente positivo y vivió otros 13 años.
Los médicos sabían que había algo mal en el
páncreas en los casos de diabetes tipo 1 que llevaba a un exceso de azúcar en
la sangre.
Pero hasta el trabajo de Banting y otros, no
consiguieron la manera de extraer la sustancia que ahora conocemos como
insulina.
Banting y su compañero John McLeod recibieron
el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1923.
Su descubrimiento ha salvado a millones de
personas.
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