Los conectores entran en una nueva generación:
así es el desconocido USB-C
El Confidencial - marzo de
2015
El tiempo en el mundo de la tecnología pasa
como una apisonadora. Uno se compra un smartphone último modelo y al cabo de
unos pocos meses está ya obsoleto. Sin embargo, el famoso USB ha mantenido el
tipo en todo este tiempo. Las especificaciones han evolucionado paulatinamente,
pero nadie se atrevía a modificar el formato. Hasta ahora, porque Apple, a
quien no le tiembla el pulso a la hora de cambiar los estándares, certificó
anteayer la muerte del USB, equipando en su flamante MacBook el USB-C. El
cambio no sólo implica modificar la forma del puerto en el ordenador, sino
arrastrar a toda la industria en un nuevo estándar, con todas las dificultades que
ello conlleva.
¿Por qué ha rematado Apple el USB original?
Fundamentalmente por una cuestión de espacio. Si hay algo que hace bien la
firma de Steve Jobs es comprimir sus productos hasta límites insospechados. Y
de hecho, ha logrado reducir el grosor de su portátil al del iPad original. No
digan que no es meritorio. Ahora bien, estas estrecheces pagan su peaje y es
que obligan a reducir el tamaño de los componentes a la mínima expresión.
Visto así, el tosco USB parecía algo anacrónico
y desmedido a medida que los portátiles iban reduciendo su grosor, y Apple no
se ha cortado un pelo a la hora de sentenciarlo a muerte definitivamente.
Rigores de un nuevo hardware que exige minimalismo por todas las esquinas y que
han obligado al fabricante a buscar un nuevo formato, que además se erige como
el futuro conector para todo el segmento.
Uno para todos, todos para uno
USB-C, o USB “tipo-C”, como también se le
conoce, es un conector reversible (se acabó por fin el forcejeo con el puerto
para acertar si lo conectamos de la manera adecuada) que cuenta con unas
prestaciones que dejan muy atrás a las versiones precedentes. El puerto permite
velocidades de transferencia de hasta 10 Gbps, o lo que es lo mismo, el doble
que el USB 3.0, y lo que resulta más interesante, permite la carga de los
equipos soportando hasta 100W, con lo que la carga de los equipos que
conectemos a dicho puerto será mucho más rápida.
Pero sin duda, el aspecto ganador de este tipo
de conector es que es soporta versiones anteriores (empleando adaptadores,
lógicamente), con lo que aun suponiendo un cambio de calado, no implica un
temido borrón y cuenta nueva. Y ahora que hablamos de adaptadores, este nuevo
puerto nos va a obligar a acostumbrarnos a ellos mal que nos pese, puesto que
esta faceta multidisciplinar del USB-C (carga, transmite datos y vídeo),
facilita algo muy codiciado por los fabricantes: la eliminación de puertos.
Hasta la fecha, los hemos habituado a contar
con un cable para alimentar el portátil, otro para conectarlo al proyector, y
un tercero a la impresora o cualquier otro periférico que empleara el puerto
USB. De hecho, y si lo recuerdan, el número de puertos disponible era todo un
argumento de ventas para un ordenador. Quién nos ha visto, y quién nos ve. Con
la irrupción del USB-C la tendencia es justo la contraria: será posiblemente el
único puerto de su portátil. Para todo. Esta simplificación llevada al extremo
facilita los diseños mínimos en lo que respecta al hardware, un lógico
abaratamiento del coste de fabricación, y una conveniente simplificación a la
hora de ir cargado de cables.
Este último aspecto es el que más ampollas ha
levantado tras haber concluido la presentación del nuevo Mac ¿un solo puerto? Y
sí, las redes sociales se llenaron de protestas: “¿y si quiero conectar el
portátil al tiempo que lo cargo?”, “¿y si imprimo y quiero cargar el móvil al
mismo tiempo?”. En efecto, todas estas circunstancias ahora ya no son posibles,
salvo que nos compremos un adaptador de 90 euros. Bien pensado ¿en cuántas
ocasiones reales se va a dar un conflicto en el uso del puerto? Pocas, en
realidad, y para eso están los adaptadores. De poco van a servir las protestas,
porque el “tipo C” ha venido para quedarse, y más vale acostumbrarse.
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