Qué pasa cuando montas un negocio con un amigo
(y cómo puedes evitarlo)
El Confidencial - mayo de 2015
Como sabiamente reflexionó
Michael Corleone en El Padrino, “dinero y amistad… agua y aceite”. Mezclar
asuntos de negocios con nuestros seres queridos puede acabar como el auténtico
rosario de la aurora. Y no hace falta que seas un capo de la mafia para
comprobarlo.
Mucha gente hace amistades en el
trabajo, incluso los hay que se llevan estupendamente con sus jefes y acaban
siendo amigos íntimos (uña y carne, sí, sí), pero se trata de relaciones
personales surgidas de habernos encontrado con esas personas en el entorno
laboral. Y lo mismo que van, vienen. En estos casos no se pone en juego la
estabilidad de amistades de la infancia ni de relaciones familiares.
Cuando decides de motu propio
hacer el bien en la tierra y cuentas con tus personas más queridas para sacar
adelante tu negocio o para que sean nuevos miembros de la empresa en la que
llevas trabajando 25 años, te la juegas. ¡Qué bien estar todo el día juntos!
'Seguro que ellos lo harán mejor que nadie', pensarás. Pero puedes equivocarte.
Destruir amistades
Cuando tus empleados no son
amigos ni familiares, puedes despedirles, que decidan cambiar de trabajo o, sin
más, que ese colegueo derive en odio absoluto como consecuencia de pasar
demasiadas horas al día en contacto y ni os dirijáis la mirada. Pero ¿y cuando
son tus seres queridos? ¿Serías capaz de decirle a Carlitos que su trabajo es
infame? ¿Le reducirías el sueldo a tu hermana porque, claramente, se tira la
mitad de la jornada jugando al Candy Crush? Llegados a un extremo, ¿les
echarías a la calle?
Piénsalo: igual que si trabajas
con tu pareja te llevas los problemas de la oficina a la cama, si montas un
negocio contratando a tus amigos te llevarás los problemas laborales de cañas,
a cenar e incluso –según el grado de amistad– a las reuniones de antiguos
alumnos del instituto de los próximos treinta años.
Claro que también puede resultar
todo fenomenal, tal y como le ocurrió a Yair Tygiel, quien decidió poner en
marcha su compañía, una empresa online que vende cocos frescos y productos
elaborados con coco, con algunos de sus mejores amigos: “Un componente
importante de nuestra empresa han sido las experiencias hiperpositivas que
hemos vivido y la suerte de construir una amplia red con nuestros amigos”,
comenta el emprendedor, quien explica que han aprendido a no estropear las
relaciones “manteniendo actitudes claras y profesionales que permitirán que
estas amistades sobrevivan mucho tiempo después de que el proyecto haya
acabado”. Ah, claro, que YA han terminado… Así de contento lo cuenta una vez ha
pasado la tormenta.
De todos modos, aunque el
buenrollismo de Tygiel no se aplique a todas las relaciones
amistoso-comerciales, es interesante tener en cuenta algunos de los consejos
del joven emprendedor para no liarla demasiado si, finalmente, decides
contratar a un amigo para que trabaje contigo.
‘Pues hizo un curso de…’. No.
Exige profesionalidad
Tygiel cuenta que optó por sus
amigos y familiares porque, por sus perfiles profesionales y sus personalidades
creativas, creía haber encontrado en ellos a las personas ideales. Pero ni
siquiera en su caso fue todo tan bonito: “En algunos casos funcionó bien y en
otros que nos costó una cantidad significativa de tiempo, dinero y dolores de
cabeza”, comenta el cofundador de CoCo & Co.
No estamos pidiendo un favor para
un trabajo de universidad, esto es la vida real y hay dinero en juego. Optar
por los colegas que saben un poco ‘de esto’ o ‘de aquello’ pero que nunca han
trabajado en un puesto similar al que les ofrecemos puede ser estupendo si se
ponen las pilas y sacan el trabajo, pero si no son rápidos ni capaces de
hacerlo como un profesional en la materia, acabarás perdiendo tiempo, dinero y,
lo peor, ellos mismos podrán culparte cuando trates de meterles prisa: “Te dije
que sólo había hecho un curso de…”.
En el caso de que cubran el
perfil que demandas y estén preparados para hacer bien el trabajo, tu actitud
también será definitoria para la buena marcha del proyecto. Como explica
Tygiel, es posible que le veas trabajar de forma diferente a como lo hacían con
los demás y la culpa puede ser tuya: “Si estás tratándoles de manera informal o
con estándares más bajos, recula rápidamente y con educación procurando que
hagan sus tareas tal y como ellos saben”.
Toma de decisiones: alguien tiene
que tener la última palabra
Es tu negocio y la decisión final
es tuya, pero para eso tienes que tener bien claro qué es lo que quieres. “El
mayor error que cometimos fue casualmente aceptar todas las ideas de nuestros
amigos y/o empleados sin confirmar los detalles del diseño”, comenta Tygiel.
Al dar por hecho que sus amigos
eran profesionales en la materia, entendieron que sus aportaciones darían una
vuelta interesante a su idea original, no que pretenderían cambiarla por
completo o que no estarían de acuerdo con las correcciones que les hacían:
“Cuando nuestras visiones no se alineaban, nos vimos obligados a pedir
rediseños y no siempre se lo tomaron bien. Esto no nos habría pasado trabajando
con extraños, pero el fallo fue nuestro”, explica.
“La profesionalidad es una calle
de dos vías y si se desea trabajar con amigos y familiares, es tu
responsabilidad llegar y encontrarte con la mesa puesta como a ellos les
parezca bien o como tú realmente la quieres”, explica el empresario.
Nada de manga ancha: establece
plazos de entrega
Es importante dar plazos
estrictos y serios. Se puede ser generoso dando una cantidad de tiempo lo
suficientemente elevada pero sin permitir que no se entreguen las cosas en
fecha. “Fue todo un éxito cuando les dimos el doble de la cantidad de tiempo
que pensamos que necesitarían para hacer el trabajo, pero les impusimos los
plazos de entrega sin pestañear”.
El dinero por delante:
presupuesta salarios antes
Lo primero que tienes que hacer
para evitar problemas es tomarte las cosas en serio. No estáis de cañas y la
próxima ronda la pagas tú y la siguiente tu amigo, esto es trabajo y es
fundamental dejar claro cuánto dinero va a cobrar.
Como se suele decir, la confianza
da asco, y si quieres que tus nuevos empleados respondan deberás dejar bien
claro que tendrán una compensación económica, pero no lo hagas en función de
cómo vaya marchando el proyecto o de si salen o no clientes. ¿Cuál es la mejor
manera de motivar a un empleado? Sí, sí, dejando que se desarrolle
profesionalmente y ofreciéndole las herramientas para que lo haga, pero
pagándole dinero a cambio.
“Si dicen explícitamente que no
quieren recibir ningún dinero, asegúrate de que entienden que tienen que seguir
el horario que se establece desde el principio”, comenta Tygiel. Si ellos
mismos deciden que según se desarrollen los acontecimientos ya irán cobrando
algo, al menos asegúrate de que se comprometen a hacer los trabajos y deja
claro que se llevarán beneficios en función del valor que agreguen. No es un
favor, es un trabajo y hay que actuar –por ambas partes– de manera profesional.
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