Los poderosos ya no son lo que eran: el mundo
según Moisés Naím
Huffington Post - viernes, 9 de
octubre de 2015
Cuesta mucho entender ciertas
cosas que pasan, y que son titulares de periódico un día sí y otro también.
¿Cómo es posible que llevemos un lustro largo de crisis económica grave en
Europa y todavía sigamos enfangados en ella? ¿Cómo es que nadie resuelve el
problema migratorio en el norte de África, que cada año deja cientos (quizá
miles) de muertos en las costas de España o Italia? ¿Cómo pudo llegar la
primera potencia del mundo, Estados Unidos, el país más opulento de la Tierra,
al denominado "precipicio fiscal" que dejó momentáneamente al
Gobierno de Obama sin capacidad de pago y a los funcionarios sin cobrar sus
nóminas? ¿Por qué las cumbres del clima para tratar el calentamiento global, un
problema que sólo los muy necios se niegan a reconocer, siguen siendo eventos
inútiles que como mucho dan lugar a un comunicado de buenas intenciones? Y así
podríamos seguir hasta que nos dieran las uvas.
Son cuestiones que no tienen
fácil respuesta. Sin embargo, el excelente libro de Moisés Naím, El fin del
poder, fruto de siete años de trabajo y reflexión en compañía de expertos,
puede ayudar a entender qué está pasando y por qué las élites políticas,
económicas o militares fracasan hoy por inoperancia y parálisis. El punto de
partida de Naím es que, al contrario de lo que tendemos a pensar, los poderosos
cada vez lo son menos y cada vez tienen menos margen para tomar decisiones.
Además, a un líder hoy (de lo que sea: deporte incluido) le cuesta más
permanecer en la cima porque tiene más competencia y las barreras de entrada
para sus competidores ya no son insalvables o en algunos casos prácticamente
han desaparecido. El poder está más fragmentado que nunca, y eso es bueno, pero
también complica la resolución de los problemas.
Naím demuestra que los gobiernos
cada vez son más frágiles y efímeros, y están más a expensas de las minorías.
También que los grandes conglomerados empresariales que durante décadas
dominaban un sector de actividad hoy tienen muchas más dificultades para
mantener su cuota de mercado, o que los ejércitos de las grandes potencias,
preparados para la guerra total, son incapaces de dar una respuesta en un mundo
de radicales provistos de bombas caseras o grupos terroristas de bajo
presupuesto e integrantes suicidas.
Mirando a la Primavera Árabe,
Naím encuentra muchas de las causas de esa dilución del poder. El auge de las
clases medias, cada vez más exigentes con sus representantes, la escolarización
universal, la mejora en la alimentación de los jóvenes, las migraciones de
millones y millones de seres que buscan una vida más próspera, un sistema
financiero internacional o la extensión de nuevas y asequibles tecnologías a
amplias capas de la población están detrás de muchas caídas de gobiernos en
otro tiempo incontestables.
En todo caso, no creo que
estemos, como ha dicho algún analista de postín, en una era
"poshegemónica", donde las jerarquías se hayan borrado
definitivamente. Es más, creo que estamos muy lejos de este escenario. Habría
que ser un iluso para pensar que Estados Unidos no sigue dominando el mundo y
que otros, como China, aspiran a hacerlo. No conviene llevarse a engaño y Naím
no cae en él.
Está claro que los poderosos
siguen al mando, pero también es patente que en un tiempo tan multilateral como
el actual, de negociaciones farragosas y paralizantes, dominado en muchas
ocasiones por la "vetocracia" de los pequeños, ya sean el Tea Party,
Finlandia o Taiwán, las decisiones se posponen y efectivamente los problemas
quedan sin solucionar.
Nadie quiere un mundo gobernado
por líderes que no den cuenta de lo que hacen o por déspotas sin escrúpulos, ni
tampoco un sistema económico que fomente el monopolio o el capitalismo de
amiguetes. La efervescencia de esa juventud educada que está cambiando las
reglas del juego ha dado lugar a la Primavera Árabe, el 15-M, la apertura de
Irán o la reclamación de más igualdad en las muy injustas sociedades
latinoamericanas. Sin embargo, el fin del poder también tiene sus
contraindicaciones: gobiernos incapaces de dar respuesta a la demanda de unos
ciudadanos frustrados o periodos dominados por la anarquía que para Naím son
inevitables.
Llevamos dos o tres décadas en
que los políticos del mundo no han llegado a un consenso fundamental y
edificante para resolver los problemas de los ciudadanos, y cada día que pasa
parecen más ineficaces para la tarea. Sin ir más lejos, en España, el hito que
marcó la Transición, hoy puesta en cuestión por algunos, no se ha vuelto a
repetir a pesar de que muchos pidan una refundación del país.
Pero es Europa el mejor exponente
de los males a los que se enfrenta un barco sin capitán. La parálisis económica
del viejo continente desde que estalló la crisis de la deuda, con el problema
griego todavía latente y siempre amenazando, va camino de convertirse en una
enfermedad crónica.
En lo político, Europa está
lastrada por una estructura institucional poco representativa, lenta e
ineficaz. A nivel diplomático, pierde relevancia porque cada país hace la
guerra por su cuenta, y lo en humanitario, miles de emigrantes (norteafricanos
ayer, sirios hoy) nos siguen sacando los colores. En fin, que vamos por mal
camino.
En fin, Naím ha escrito un libro
sugerente donde condensa en poco más de 300 páginas un aparato impresionante de
estadísticas e informes, y lo hace con un estilo cristalino y un lenguaje muy
didáctico que evita la jerga del analista especializado, a pesar de que él lo
es y se mueve en esos círculos (no en vano fue director de la revista Foreign
Policy y ahora trabaja en Washington para una ONG dedicada a promover la
seguridad y estabilidad global). Entiendo que Mark Zuckerberg y sus asesores
literarios propusieran El fin del poder como primer título a discutir de su
multitudinario club de lectura en la red, donde cada semana participan miles de
lectores de todo el mundo.
Como digo, el libro de Moisés
Naím, que también aborda la pérdida de relevancia del catolicismo frente a los
más atractivos credos cristianos de nuevo cuño, o el declive de los medios de
comunicación de siempre en beneficio de las redes sociales o de las firmas
tecnológicas, es iluminador. De lo mejor que he leído últimamente. Y, como dice
Bill Clinton en la contraportada de la edición española, una obra que cambiará
tu manera de leer las noticias.
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