¿Los transgénicos en verdad pueden combatir el
hambre en el mundo?
FORBES - martes, 21 de octubre de 2015
Las empresas fabricantes de
transgénicos argumentan una y otra vez que están aquí para salvar al mundo del
hambre, de las plagas y de la ignorancia de las asociaciones que gritan que
ellos son como una maldición para los agricultores. ¿Cómo justifican su
negocio?
El sol se encuentra en el punto
más alto y el termómetro marca 32 grados centígrados, subestimando la
sensación de calor que se percibe en la Granja Experiemental de Protección de
Cultivos de DuPont, ubicada en la localidad de Yecapixtla, Morelos. “Tráeme
una que tenga lo que ya sabes. ¿Sí hay o todavía no llega?”, pregunta José
Refugio Muñoz, gerente de Investigación y Desarrollo de Campo. “¿Aquí ya está
aplicado lo que tú sabes?”, cuestiona nuevamente a su compañero, evitando dar
más información. “Están hablando en clave”, bromea Jennifer Uribe, directora de
Protección de Cultivos, también de DuPont.
La discreción de Muñoz se debe a
que actualmente se prueba la eficiencia de una molécula descubierta hace
tiempo. Se espera que ésta se convierta en un producto comercial que estaría
en el mercado en los próximos tres o cuatro años.
El gerente de Investigación y
Desarrollo de Campo de DuPont muestra dos tomatillos, uno al que se le ha
aplicado la molécula bajo investigación, y otro que funciona como “control”, el
cual no tiene alguna aplicación. “La plaga que buscamos combatir ataca
solamente a este fruto”, explica. “Esta plaga tarda cinco días en incubar el
huevecillo de la larva y las altas temperaturas favorecen su crecimiento. Una
vez que éste eclosiona, la larva busca la forma de entrar al fruto para alimentarse
y si el agricultor no hace un manejo adecuado, se puede perder hasta 30% del
cultivo”.
Muñoz comenta que cuando el
agricultor ve afectado su cultivo, éste empieza a utilizar grandes cantidades
de productos químicos para eliminar la plaga, causando daños al medio ambiente.
Lo que se busca lograr en estas granjas de experimentación es ofrecer una
herramienta para combatir plagas de una forma eficaz y con un menor impacto
ambiental.
El daño causado por este tipo de
plagas es uno de los más grandes desafíos que los agricultores debe enfrentar
en la etapa de producción. Por ejemplo, se estima que el costo a la agricultura
ocasionado por el gusano ostrinia nubilalis, mejor conocido como “taladro de
maíz”, se encuentra arriba de los 1,000 millones de dólares (mdd) anuales en
todo el mundo, debido a la pérdida de producto y al costo de insecticidas que
se utilizan.
La clave
En la Granja Experimental de DuPont
se evalúa la efectividad de la molécula en situaciones semejantes a las que el
agricultor enfrentaría en su cosecha. Los resultados son enviados al
Laboratorio de Investigación en Estados Unidos, donde se descubren las
moléculas. Estos pasos son tan sólo una pequeña parte del riguroso y largo
camino que tienen que pasar las nuevas tecnologías agrícolas antes de ser
comercializadas, el cual puede durar entre cinco y nueve años.
“El propósito de las semillas
híbridas es, primero, garantizar una alta productividad y, segundo, hacerlas
menos dependientes del uso de agroquímicos”, comenta Luis Rafael Herrera
Estrella, director del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad
(Langebio).
Miembro de la Academia de
Ciencias de los Estados Unidos, Herrera Estrella recibió en 1987 el premio
Javed Husain, otorgado por la Unesco, como el investigador más destacado en
ciencias naturales. Posteriormente, se hizo acreedor a la Medalla de Oro
otorgada por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), por
ser uno de los tres investigadores más destacados de México, y recientemente
fue reconocido como una de las 100 figuras más influyentes en biotecnología,
por la revista Scientific American.
Herrera Estrella destaca que el
proceso de desarrollo, investigación y regulatorio por el cual las semillas
genéticamente avanzadas son sometidas es muy largo y costoso.
“Estos procesos de investigación
llegan a costar de 10 a 80 mdd. Por eso, solamente las grandes empresas
transnacionales pueden pagarlos”.
Actualmente, Langebio ofrece
biotecnología que podría ayudar a solucionar los problemas de seguridad
alimentaria y autosuficiencia de maíz en México, comenta el investigador
durante una charla vía telefónica, pero ésta no llega a las manos de los productores
porque no reciben el apoyo económico que los productos comerciales sí tienen.
“Las plantas utilizan normalmente el fosfato como fuente de fósforo, pero el
caso es que al aplicarse al cultivo hay pérdida de 80% debido a que es
consumido por los microorganismos del suelo”, explica el investigador. “Lo que
hemos logrado es modificar las plantas para que utilicen fosfito, en lugar de
fosfato, para que solamente lo aproveche el cultivo y no las malezas ni los
microorganismos del suelo”.
El director de Langebio señala
que de esta forma no sólo es posible reducir la cantidad de fertilizantes
que son utilizados, sino además el
fosfito permite al cultivo ser más competitivo en relación con las malezas,
por lo que ya no se requiere aplicar herbicidas.
“La pérdida de alimentos en la
cadena de valor es mayor durante la etapa productiva en países en desarrollo,
como México, mientras que en países más desarrollados es en la etapa de
consumo”, comenta Gustavo Lara, gerente de Mercadotecnia de DuPont para México
y Latinoamérica. “Nuestro trabajo en el área de Protección de Cultivos es
ofrecer al agricultor mexicano una herramienta más para tener un cultivo con
mayor rendimiento, más rentabilidad y más amigable con el medio ambiente”.
La empresa estadounidense, que en
2015 celebra 90 años en México, está dividida en tres pilares principales:
energía, protección y alimentación. De estos tres rubros, el tercero representa
una participación porcentual que hace apenas 10 años no hubiera sido posible:
30% de las ventas totales a escala global.
“Actualmente, 62% de todo lo que
invierte la compañía en Investigación y Desarrollo (i+d) está en agricultura y
nutrición”, dice Jennifer Uribe. En los últimos dos años, DuPont ha invertido
2,500 mdd en i+d en este segmento. “A lo mejor en 10 años éste será el pilar
más importante, porque ahí es donde estamos invirtiendo la mayor parte de
nuestro recursos”.
Por medio de la venta de viejos
negocios y la adquisición de empresas científicas con más experiencia en
alimentación y agricultura, DuPont busca adquirir un nuevo enfoque, dejando
atrás su pasado químico para convertirse en una empresa de innovación.
Una de estas compañías fue
Pioneer. DuPont la adquirió en 1999 por 7,700 mdd. “El crecimiento que Pioneer
ha tenido en México se debe principalmente a la confianza que el agricultor
mexicano tiene en nuestros productos”, comenta Ricardo García de Alba, director
de DuPont Pioneer para Latinoamérica y México.
Desde 1924, Pioneer ha
desarrollado, producido y comercializado las semillas de maíz mejoradas o
semillas híbridas, biotecnología que DuPont buscó adquirir para ampliar su
presencia en el campo.
“Queremos ofrecer la mejor
semilla híbrida para cada una de las distintas regiones de nuestro país.
Gracias a la biotecnología con la que contamos, que es donde DuPont está más
involucrado, no sólo podemos llevar cada vez más semillas a los campos
mexicanos, sino también estamos desarrollando nuevas semillas y productos que
mejor se adaptan a las necesidades del productor”, comentó García.
Ricardo explica que el proceso de
cruza para las semillas mejoradas puede llegar a durar hasta siete años y se
involucran miles de semillas parentales, en el que se busca obtener la
característica genética más apropiada para cada cultivo.
“Hemos progresado mucho
tecnológicamente. Ahora podemos ver a nivel molecular las cualidades que
deseamos obtener en cada uno de nuestros productos. Si tenemos una semilla que
cuenta con una resistencia a alguna plaga, podemos cruzarla con una que le
dará al productor más rendimiento de su cultivo”.
—¿Son más caras las semillas
híbridas? —le preguntamos a García.
Un productor emplea, por lo
general, 10% de su inversión total en semillas convencionales. Si esta aumenta
a 20% con semillas hibridas, el productor podrá aumentar su ganancia hasta
50%—, responde.
—Una vez que los productores
compran semillas mejoradas, ¿estos se ven forzados a seguir comprando híbridos?
Debido a que las características
genéticas de las semillas se disminuyen en las siguientes generaciones, no es
recomendable reutilizarlas. A final de cuentas, el agricultor lo que busca es
obtener un mayor rendimiento y él sabe que terminará perdiendo dinero si vuelve
a usar las semillas, porque tendrá que utilizar más insecticidas o tendrá un
menor rendimiento o expondrá más su cultivo a todos los factores que puedan
llegar a afectarlo.
La respuesta es sí. El directivo
también comenta que a pesar de los beneficios de las semillas genéticamente
avanzadas, algunos productores optan por semillas criollas cuando los cultivos
no son para altas producciones.
Los hombres de maíz
México está muy apegado al maíz.
Es la cuna de la semilla y cuenta con 59 razas nativas y 209 variedades, pero
estas no han sido suficientes para sostener la demanda actual.
“Las semillas criollas han sido
desplazadas tanto por las semillas mejoradas de polinización como por los
híbridos porque producen más; son semillas más homogéneas, son semillas que han
sido seleccionadas para que produzcan más toneladas por hectárea”, comenta el
director de Langebio.
Actualmente, los mexicanos
consumen más de 30 millones de toneladas de maíz por año, de éstas, la tercera
parte es de importación y en su gran mayoría proviene de Estados Unidos. Si
México lograra ser autosuficiente en el consumo de maíz, la derrama económica
del campo sería de casi 4,500 mdd.
“La superficie cultivada en
México se ha incrementado entre 10 y 15% en los últimos 20 años, pero estamos
llegando a un límite donde ya no se puede incrementar porque se afectarían
bosques, selvas, reservas de la biosfera, aún más de lo que ya se ha hecho”,
comenta Herrera Estrella.
Según la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 7.3 millones de
hectáreas de bosque se pierden anualmente y la agricultura se encuentra dentro
de las principales causas.
El director de Langebio dice que
la agricultura contribuye con alrededor de 28% de los gases de efecto
invernadero (GEI) en el mundo, es decir, más de la cuarta parte del cambio
climático se le atribuye a la agricultura. Este porcentaje de GEI se espera que
aumente a 30% para 2050.
Las mayores fuentes de emisiones
de GEI, producidas por la agricultura, son la fermentación entérica (metano
producido por el ganado durante la digestión) y aquellas producidas durante la
aplicación de fertilizantes sintéticos.
“Tenemos la biotecnología
necesaria para combatir muchos de los retos de la agricultura. Existen muchas
características que no se han podido lograr con los procedimientos
tradicionales de mejoramiento de semillas genéticamente avanzadas y es aquí
donde entran los transgénicos”, resalta Herrera Estrella.
En 2013, el Juzgado Décimo
Segundo de Distrito en Materia Civil determinó la suspensión de permisos para
el maíz transgénico en etapa piloto, experimental y comercial tras una demanda
colectiva presentada por 53 personas y 20 asociaciones civiles. lo que detuvo
la comercialización de los organismos genéticamente modificados (OGM), mas no
el consumo, debido a que la mayoría se importa.
“Esta demanda estuvo sostenida
por distintos factores, entre ellos la presión social, pero principalmente el
principio precautorio”, explica Marisol Anglés Hernández, del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, especialista en conflictividad
socioambiental y bioseguridad. “Este principio, proveniente del derecho
internacional, nos dice que ante la falta de certeza científica se deben de
tomar medidas de precautorias. Evidentemente, detrás las cuestiones legales
existen muchas otras cuestiones económicas y políticas, que son las que más
peso tienen. Por eso seguimos consumiendo maíz transgénico en México”.
El 19 de agosto de este año fue
levantada la medida precautoria, permitiendo a la Secretaría de Agricultura,
Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y a la Secretaría
de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) continuar otorgando permisos
para la siembra de maíz transgénico en el país.
El Juzgado Décimo Segundo de
Distrito en Materia Civil resolvió que la demanda era contraria a la Ley de
Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, cuyo objetivo principal
es evitar riesgos a la salud y al medio ambiente por la introducción de OGM en
México. También destacó que los demandantes no pudieron comprobar daño alguno
que diere lugar a la medida precautoria.
Empresas e instituciones
desarrolladoras de biotecnología podrán seguir solicitando permisos para las
tres etapas —piloto, experimental y comercial— del maíz genéticamente
modificado, lo cual permitirá a los agricultores mexicanos seguir obteniendo
las semillas de la misma manera que hace dos años, antes de la demanda
colectiva.
“Se espera que la autoridad
administrativa federal retome de inmediato la evaluación de solicitudes de
permisos de siembra en sus tres etapas, a fin de no seguir perdiendo ciclos de
siembra e impulsar con esta tecnología la productividad y competitividad en la
siembra de maíz en México”, comenta Alejandro Monteagudo, presidente ejecutivo
y director general de AgroBIO, organización que agrupa a empresas
desarrolladoras de biotecnología agrícola como Monsanto, Syngenta y DuPont
Pioneer.
Con respecto al cambio en la
reglamentación, Ricardo de Alba comenta: “Celebramos que las autoridades
judiciales hayan escuchado en un ambiente de imparcialidad absoluta nuestros
argumentos basados en evidencia científica sobre la adopción de la
biotecnología agrícola. Estamos muy claros que el proceso todavía continúa y
respetamos los tiempos de las autoridades para que tomen las decisiones
adecuadas”.
El maíz transgénico que México
importa, al igual que otros productos transgénicos como la soya, proviene
principalmente de Argentina, Brasil y Estados Unidos. Hoy, el maíz
genéticamente modificado se siembra comercialmente en más de 55 millones de
hectáreas y su consumo está autorizado en 65 países.
Un dilema
La biotecnología actual, a pesar
de ser controversial, ha ayudado a combatir los desafíos enfrentados por los gobiernos
respecto a la seguridad alimentaria: producir más alimentos, incrementar el
valor nutricional y dar acceso universal.
Según información de la FAO, el
crecimiento de las áreas de cultivo ha incrementado 9%, pero la demanda y el
consumo en 23% a nivel mundial.
La seguridad alimentaria es la
bandera que ha enarbolado DuPont para promover nuevos productos y tecnologías,
usando como instrumento el Índice Global de Seguridad Alimentaria, realizado
por la unidad de inteligencia de The Economist con patrocinio de la empresa.
El enfoque del índice es ofrecer
una herramienta comprensible que muestre los avances en acceso y calidad de los
alimentos en todo el mundo. En este estudio, se evalúan 109 países y se toman
en cuenta 28 indicadores que monitorean el impacto de las inversiones,
colaboraciones y políticas orientadas a la agricultura a nivel global. La
lista está encabezada por Estados Unidos y Singapur en primero y segundo lugar,
respectivamente.
México se encentra en el lugar
35. Aspectos como estándares nutrimentales y financiamiento para los
agricultores son en los que el país se encuentra mejor evaluado; sin embargo,
temas como el PIB per cápita, el gasto público en I+D y la corrupción son los
puntos en los que peor le va.
“El índice de la unidad de
inteligencia de The Economist es una herramienta que observamos, pero también
generamos nuestros propios índices”, comenta Daniel Ramírez, director general
de Alimentación y Desarrollo Comunitario del DIF Nacional.
“Buscamos el acceso físico y económico
de todas las personas a alimentos inocuos y nutritivos y contamos con distintos
planes alimentarios para llevar a cabo nuestra labor”, dice Ramírez. No
obstante, acota: “Siempre va a hacer falta, porque la necesidad es muy grande”,
comenta.
El artículo 4o de la Constitución
establece como derecho una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad,
siendo el Estado el garante de su cumplimiento. La falta de definición legal,
ya sea en contra o a favor de los OGM, parece ser insuficiente para cubrir
este derecho de los 27 millones de mexicanos que actualmente viven en pobreza
alimentaria y del 12.5% de la población que sufre desnutrición crónica.
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