Time Writer: 200 años escribiendo la historia
el tiempo
FORBES-
Lunes, 19 de Octubre de 2015
Sólo hay una firma en el mundo
que pueda identificarse bajo este título. Accedemos al corazón de las dos
manufacturas de Montblanc en Suiza para comprobar que los instrumentos de
escritura y los guardianes del tiempo comparten ADN: artesanía y perfección.
Minerva —contraparte de la griega
Atenea— era la diosa romana de las artes, la industria, la ciencia y la
sabiduría. Pero también de la guerra. Los fundadores de la manufactura Minerva,
situada en Villeret (Suiza), no eligieron el nombre en vano. En 1858 los tres
hermanos Robert se propusieron sentar las bases de una empresa donde los
maestros relojeros preservasen la relojería suiza tradicional, su estética
clásica y los movimientos mecánicos fuesen elaborados íntegramente por ellos.
Aunque el primer calibre de complicación manufacturado en sus propios talleres
data de 1908, el calibre 9CH, la palabra Minerva no apareció en las carátulas
hasta 1923. El nombre comercial completo era Fabrique Minerva, Robert Fréres
SA.
Desde hace más de 200 años en la
región suiza de Le Locle y los valles que la rodean (La Chaux-de-Fonds,
Saint-Imier y la región de Bienne) se crean los guardatiempos más complejos del
orbe. Aquí se fabricaron cronógrafos de bolsillo en el siglo XIX, después los
primeros relojes de pulsera y hoy en día las máquinas que guían la agenda del
ejecutivo Forbes. En Villeret la manufactura Minerva ha demostrado su capacidad
innovadora haciendo honor a su nombre, pero también su espíritu de lucha
sobreviviendo a los dos grandes sismos de la industria: la crisis económica del
29 y la crisis relojera de los años 70.
En 1997 Montblanc Montre SA se
instala en Le Locle y durante su primera participación en el Salón
Internacional de la Alta Relojería (SIHH) en Ginebra presentan el reloj
Meisterstück. Diez años más tarde Minerva y Montblanc unen fuerzas para crear
el Institut Minerva de Recherche en Haute Horlogerie y preservar un patrimonio
del que pocas firmas pueden presumir. Unidas por la misma inicial, hoy
conforman una manufactura especialista en movimientos altamente codiciados,
como los calibres de las colecciones Nicolas Rieussec y TimeWalker.
La prueba de las 500 horas
Desde el inicio de la producción
se presta especial atención a la calidad de los componentes. Para garantizar un
nivel de funcionamiento óptimo, el equipo de control de calidad de Montblanc
Montre SA. en Le Locle desarrolló e implementó una estricta prueba que valida
todos los relojes antes de salida de la manufactura: la prueba de las 500
horas. Simula el ciclo de vida del primer año de un reloj. En las instalaciones
—propias de un laboratorio especializado— todos los relojes se someten a
condiciones que reproducen las condiciones de uso con la mayor fidelidad
posible. Consta de varias etapas, cada una con distintas pruebas, y dura un
total de tres semanas. No es algo habitual en la industria del tiempo. Sólo
esta marca realiza un test de estas características.
¿Cuándo mide un segundo?
La manufactura en Villeret es
conocida por haber desarrollado ingeniosas maneras de medir intervalos cortos
de tiempo. Caminando entre los pasillos de su taller averiguamos que Albert
Einstein publicó su tratado sobre la relación entre el espacio y el tiempo
(Berna, 1916) el mismo año que esta manufactura creó un cronómetro que podía
medir intervalos de tiempo con una precisión de una centésima de segundo.
Algunas décadas después el mismo cronógrafo inspiró otra revolución a la hora
de medir intervalos cortos: nacía el TimeWriter II Chronographe Bi-Fréquence
1.000 de Montblanc.
“Es un reloj que desafía las
leyes de la ciencia”, comenta uno de los maestros relojeros cuando le
preguntamos por él. Barto Gomila desarrolló el mecanismo recordando el juego de
niños más común: hacer rodar un arco con la ayuda de un palo. Desde la marca
puntualizan que la frecuencia necesaria para que un reloj mecánico divida el
tiempo en milésimas de segundo debería ser de 500 Hz, pero este cronógrafo mide
con precisión 1/1,000 de segundo con un volante que oscila sólo a 50 Hz.
Otro hito que los devotos de la
estrella blanca no olvidan sucedió en 2008 durante el Salón Internacional de la
Alta Relojería de Ginebra (SIHH). El primer calibre Montblanc manufacturado en
sus talleres, el MB R100. Con él rendían homenaje a Nicolas Rieussec, inventor
del cronógrafo. Movimientos particularmente complejos como los anteriormente
mencionados reflejan un vasto legado y anticipan el futuro de la relojería de
precisión. La manufactura Montblanc en Le Locle se concentra en desarrollar sus
propios movimientos relojeros. Un detalle como prueba: el gran volante con
elevado momento de inercia —el componente más importante del reloj— es de
fabricación propia, al igual que la espiral, necesaria para que éste oscile.
El nacimiento de una estrella
Alfred Nehemias, banquero de
Hamburgo, y August Eberstein, ingeniero berlinés, deciden producir
estilográficas simplicissimus en 1906.
Poco tiempo después, tres socios más se suman al negocio sembrando los
cimientos de la firma que hoy veneran los hombres de negocios. En 1909 se
establece el nombre Montblanc, según la leyenda, durante una partida de cartas
en la que un familiar de uno de los socios hace una analogía de la
estilográfica con el Mont Blanc, la cima más elevada y majestuosa de los Alpes.
Un año después se registra la marca y se lanza la estilográfica Montblanc. El
punto blanco en el capuchón será el precursor de la estrella blanca que hoy
conocemos.
#DatoForbes
Dunhill Holding poseía Montblanc
en los años 80. El holding fue adquirido por Vendôme Luxury Group SA, ahora
Grupo Richemont.
Raquel Azpiroz- Arquitecta con marcada
debilidad por Goethe, Mies van der Rohe y Jostein Gaarder. Tras las bambalinas
de Forbes Life busca historias únicas para contarlas desde una perspectiva
audaz e inédita.
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