Alguien tiene que ser el malo de
la oficina
The wall street journal- Octubre de 2015
La mayoría de las personas quiere
ser vista como el bueno de la oficina, emitiendo calidez y alegría. Pero no
todos necesitan caerle bien al resto. Algunos prosperan siendo el villano de la
oficina, o al menos encuentran formas de manejarse como tal.
Estas personas hacen el trabajo
sucio: expresan comentarios negativos, eliminan proyectos apreciados o despiden
personal. Tener éxito en el papel de malo requiere encontrar formas para
asumirlo y desempeñase de cara al resentimiento de otros.
“Ser el malo de la oficina es algo
solitario”, dice Jennifer Lee Magas, quien tuvo que despedir a decenas de
empleados en su trabajo previo como abogada laboral y especialista en recursos
humanos. Un colega enojado le tiró una caja de pañuelos desechables. Otros la
apodaron “Terminator”, dice Magas, ahora vicepresidenta de Magas Media
Consultants en Connecticut. La ejecutiva alivió el estrés trotando durante sus
horas libres y recaudando fondos para familias de escasos recursos.
Aunque algunas personas son
demasiado sensibles o narcisistas para asumir ese papel, ser el malo es más
difícil para aquellos con una cantidad saludable de empatía.
Hace años, Mike Ellis ayudó a
contratar empleados para la apertura de una planta de fabricación de ventanas
de la que se convirtió el gerente general. Los empleados esperaban que la
planta se expandiera exponencialmente, dice Ellis, ahora director gerente de la
firma de reclutamiento Global Talent Resources Inc., en Indiana. El ejecutivo se
convirtió en villano años después cuando tuvo que poner en práctica la decisión
de la empresa matriz de cerrar la planta. “Tuve que darles la mala noticia y
escuchar que preguntaran por qué no podía solucionar la situación”. Para
aliviar el sentimiento de culpa, Ellis busco ayuda en un grupo bíblico.
Las cualidades que llevan al
éxito a menudo no son las mismas que hacen a una persona popular, dice Jeffrey
Pfeffer, autor de Leadership BS, un libro que acaba de publicarse en inglés
sobre los rasgos y el comportamiento que permiten que los líderes obtengan
poder. Muchos ejecutivos tienen personalidades dominantes y aprenden a ignorar
la desaprobación de otros, dice Pfeffer, profesor de comportamiento
organizacional en la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford. Un
presidente ejecutivo que habló en la clase de Pfeffer sobre el dolor que sus
recortes de nómina causaron a los empleados les dijo a los estudiantes que si
deseaban sentirse queridos se consiguieran un perro.
Algunos ejecutivos acogen el
papel de malos como una herramienta para lograr que se hagan las cosas.
Jonathan Bulkeley, ejecutivo e inversionista de tecnología y publicidad en
línea ha despedido a ocho fundadores de empresas o presidentes ejecutivos en su
papel de líder de reestructuraciones o de equipos de rescate de empresas en
problemas.
“He interpretado el papel del
malo en muchas ocasiones”, dice Bulkeley, hoy presidente ejecutivo de RealMatch
Inc., una firma de publicidad de reclutamiento basado en el desempeño con sede
en Nueva York, y ex presidente ejecutivo de BarnesandNoble.com.
Bulkeley reconoce que se pone un
poco nervioso cuando tiene que darle la noticia a algún fundador o presidente
ejecutivo. “La gente se asusta, dejan de hablar con usted, salen dramáticamente
del edificio. No es algo bonito”, relata. Bulkeley se asegura de que los
gerentes sepan de antemano que no están a la altura, explica sus razones de
forma clara y enmarca su mensaje diciéndoles que el trabajo no se ajusta a sus
destrezas, señala.
En su opinión, los está liberando
de una situación imposible. “No se trata de ser querido o caer bien. Se trata
de ser honesto”, dice Bulkeley. “Si es honesto y abierto, a la gente puede no
gustarle lo que usted diga, puede que no les guste lo que usted hace, pero no
van a poner en duda su integridad”.
Muchas oficinas necesitan
personas que se sientan cómodas dando malas noticias y tomando decisiones
impopulares. Los gerentes que no quieren alienar a sus colegas a menudo traen a
un consultor cuando un empleado tiene que ser despedido o sancionado por un mal
desempeño, dice David Lewis, presidente de la consultora de recursos humanos
OperationsInc. Se necesitan malos incluso en las celebraciones laborales,
cuando alguien tiene que ser “el aguafiestas, manteniendo un ojo sobre el
consumo de alcohol de la gente y asegurándose de que no se salga de control”,
dice Lewis.
Sarah Hiner necesita que sus
empleados aprendan nuevas habilidades conforme su empresa Boardroom Inc. se
expande de la producción impresa a la publicación digital y canales de
marketing y para ello buscó la ayuda de Joseph Seibert, un consultor en
tecnología y cambios gerenciales.
Seibert, ex director general de
tecnología en Viacom, suele ayudar a empresas a reducir sus costos y actualizar
sus estrategias, por lo que tiene que presionar a la gente para que mantenga el
ritmo. “Mi carrera ha sido la del tipo malo”, dice. “Si una persona no cambia,
se le puede advertir, se le puede dar un memorando escrito, puede explicarle
exactamente lo que necesita ser cambiado. Si no van a cambiar, como el malo de
la película debo recomendar que lo despidan”, dice. Seibert es igual de
exigente con sí mismo y se preocupa por tomar cursos de capacitación en nuevas
habilidades varias veces al año.
El consultor es respetuoso y
amable con los empleados, pero evita socializar con sus colegas. Cuando al
principio de su carrera hizo amigos en la oficina, dice Seibert, de 56 años, se
dio cuenta que de repente, tenía que despedir a un amigo. “Uno se siente tentado
a tomar decisiones diferentes porque tienes amigos”.
Para lidiar con el estrés,
Seibert hace ejercicio, sigue una dieta rigurosamente sana, medita y disfruta
de pasatiempos con amigos, incluyendo la fotografía. Su recompensa es ver a las
compañías que asesora recuperarse y empezar a generar más dinero y más puestos
de trabajo, señala.
Unos pocos logran convertir en
una ventaja ser el malo del paseo. Los atletas profesionales a menudo se
enfrentan a un público hostil. En lugar de permitir que los abucheos erosionen
su seguridad, muchos usan la adversidad para ir más profundamente “a su zona,
concentrándose en lo que tienen que hacer para competir”, dice Patrick Cohn,
experto en psicología del deporte de Orlando, Florida. “Le dan un giro y lo
usan como herramienta a su favor, para conseguir más adrenalina e intensidad”,
advierte.
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