La farsa del Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPP)
FORBES - viernes, 9 de octubre de 2015
Gracias a algunas filtraciones,
el Acuerdo ha levantado mucha desconfianza. Se habla que protegerá los
intereses de grandes empresas transnacionales como las farmacéuticas, cuyas
patentes se extenderían por más años, en perjuicio de la venta de medicamentos
genéricos.
Quien esté por el libre comercio
debe mantener como premisa justo eso: la libertad de intercambiar las
mercancías entre los agentes económicos, sin importar si están en México,
Estados Unidos, China o España, por ejemplo. La competencia que ello conlleva, por
supuesto, tiene como resultado que los beneficiarios sean los consumidores. Eso
es lo mejor porque todos, sin excepción, lo somos.
Así, aquellas empresas o personas
capaces de satisfacer de mejor manera los gustos, preferencias y necesidades de
los clientes, a los precios más competitivos, son las que, por mérito propio,
triunfan en el mercado, y qué bueno que así sea.
Es, pues, de la mayor importancia
que no haya mano negra de ninguna autoridad para impedir el libre comercio,
pues cuando hay preferencias y proteccionismo hacia determinados sectores o
empresas, la mayoría sale perjudicada. Lo que se premia con la ausencia de
libre comercio es la ineficiencia de aquellos amigos del poder, que son
protegidos con el pretexto de mantener empleos nacionales. Un engaño que en
realidad esconde las complicidades de ciertos empresarios con los gobernantes,
en perjuicio del consumidor, la absoluta mayoría.
Así las cosas, el llamado Acuerdo
de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), cuyas negociaciones
concluyeron esta semana –a las que México y 11 países más de la cuenta del
Pacífico se han sumado–, se anunció como un acuerdo histórico de libre
comercio. Los países firmantes representan alrededor de 40% del PIB y un tercio
del comercio mundial, lo que nos habla de su trascendencia.
Sin embargo, indigna que a estas
alturas sea más lo que no sabemos del TPP, que lo que sí. Mala señal. Ni
siquiera el Senado de la República conoce todavía el texto final del mismo, que
es guardado celosamente.
Lo que es cierto es que se
negoció a lo largo de 10 años casi en secreto.
Gracias a algunas filtraciones,
este Acuerdo ha levantado mucha desconfianza, pues, por ejemplo, se habla de
que protegerá los intereses de grandes empresas transnacionales como las farmacéuticas,
cuyas patentes se extenderían por más años en perjuicio de la venta de
medicamentos genéricos.
No tiene nada de malo que
compañías grandes expandan sus mercados, pero sí que busquen usar su influencia
para cerrarlos en su beneficio. Eso no es mercado libre –como se dice y a
algunos se engaña– sino intervencionismo puro disfrazado de aquél.
Ha trascendido también que las
empresas podrían demandar a los gobiernos en tribunales especiales e incluso
exigir compensaciones de impuestos por afectaciones a sus “ganancias futuras
esperadas”.
De manera que tenemos que estar
muy atentos para ver qué trae en el fondo el TPP.
En este espacio estamos por el
libre comercio, pero pleno, auténtico. El problema es que el TPP –creado con la
intención explícita de dejar fuera a China– parece todo menos querer un mercado
internacional más libre.
Comercio es intercambio, pero a
juzgar por las primeras declaraciones de los gobiernos al respecto, todos
destacan el grado en que esperan que el Acuerdo les permita “expandir sus
mercados”, o sea, se enfocan en exportar, vender. Si se ha negociado con el
ánimo de “todos vamos a vender más”, sin contemplar la parte de la compra, es
decir, de crecer las importaciones, más temprano que tarde las tensiones entre
países podrían exaltarse.
El TPP huele a neomercantilismo,
y eso es muy negativo.
En un intercambio, ambas partes
ganan porque obtienen mayor valor del que entregan; de lo contrario ni siquiera
se efectuaría tal intercambio. Libre comercio –sí, vender más, pero sobre todo
también comprar más–, pues, es un ganar-ganar.
Por desgracia, por doquier se
expande la idea mercantilista de que exportar es “bueno” e importar es “malo”,
a grado tal que cuando hay déficits de una parte se sienten “robados”. Pasan
por alto lo obvio: que hay un beneficio con las mercancías que han obtenido,
gracias a las cuales satisfacen las necesidades, gustos y preferencias de los
consumidores que antes no podían.
En todo intercambio las
mercancías se pagan, en última instancia, con mercancías, por lo que si nuestra
percepción es correcta y el enfoque de todos está en la parte de beneficiar a
la minoría exportadora, pero dejando de lado que lo importante es el consumidor
–la mayoría que compra–, hay una alerta que se enciende con el TPP.
Si sus intervinientes piensan en
él como una oportunidad de “ganar quitándole al otro”, está condenado al
fracaso. En este momento, con lo que se conoce, esa probabilidad parece
bastante alta.
Consultamos a nuestro amigo Mike
(Mish) Shedlock, del afamado blog Global Economic Analysis, y respecto del TPP
nos hizo llegar una verdadera propuesta de acuerdo de libre comercio: “Todos
los aranceles y todos los subsidios gubernamentales en todos los bienes y
servicios serán eliminados con efecto inmediato.” Nada cercano a eso hay en el
Acuerdo de Asociación Transpacífico, también opina Mish.
Lo peor es que si, al final, el
resultado es negativo, podría implicar echar las culpas al “libre comercio”. Si
eso significa avanzar en la tendencia al proteccionismo habremos cometido un
error histórico. Mantengámonos atentos.
Guillermo Barba-Economista de la
Escuela Austríaca y periodista mexicano, autor del blog Inteligencia Financiera
Global. Experto en mercados de oro y plata y comentarista de TV en Proyecto 40
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