La preocupación por el delito en América
Latina creció 360% en 20 años
Infobae - octubre
de 2015
La preocupación por el delito en
América Latina creció 360% en 20 años
Cuando se le pregunta a los
latinoamericanos cuál es su mayor preocupación, uno de cada cuatro responde
"la delincuencia". A eso se podría sumar un 3% que dice
"violencia y pandillas", algo intrínsecamente relacionado.
El segundo problema que concita
mayor atención en la región está bastante lejos. Según el Informe 1995 - 2015
de Latinobarómetro, es el desempleo, con 16 por ciento. Todo lo demás está
mucho más rezagado: economía (8%), corrupción (7%), problemas políticos, y
otros que no superan el 4 por ciento.
Para el 63% de los consultados
por el estudio, sus países son cada día más inseguros. Es el porcentaje más
alto desde 2007, luego de años en los que se ubicó entre 55 y 58 por ciento.
Pero la preocupación por el
delito no es igual en todos lados. En Venezuela, el 84% de la población
considera que en 2015 creció la delincuencia. Muy cerca está El Salvador, con
83 por ciento. Luego vienen Brasil (77%), Guatemala (72%), Argentina (71%),
Perú (71%) y México (70%).
En cambio, apenas el 28% de los nicaragüenses
cree que su país está más inseguro que antes. Después, sólo en Ecuador menos de
la mitad de la población percibió un incremento. Divididos casi en partes
iguales están Bolivia (52%), Colombia (53%) y Chile (55%).
El delito no fue siempre un tema
tan central para los latinoamericanos. En 1995 sólo el 5% creía que era el
problema más importante. Entre 1996 y 2005 osciló en niveles apenas superiores,
entre 7 y 9 por ciento. Fue recién a partir de 2006 que dio un salto y no
detuvo su crecimiento, hasta alcanzar el pico en estas dos décadas: 28%, en
2011.
En los últimos cuatro años hubo
un leve descenso, hasta el 23% de la actualidad. De todos modos, si se compara
1995 con 2015, el incremento fue del 360%, casi cuatro veces.
Entre la percepción y la realidad
Algunos políticos buscan mitigar
los reclamos ciudadanos por más seguridad, y deslindar su responsabilidad sobre
el problema, diciendo que la delincuencia no es tan grande como parece, y que
si la gente le da tanta importancia es porque los medios de comunicación le
llenan la cabeza.
No es fácil calcular con
exactitud los niveles de criminalidad que hay en una sociedad, ya que es una
variable multidimensional. Cuando se quiere, se puede medir con cierta
precisión el número de homicidios, pero no ocurre lo mismo con los robos,
porque muchos de ellos no se denuncian a las autoridades, precisamente por la
desconfianza que hay sobre su capacidad.
"El instrumento estadístico
con el que contamos para encontrar cuál es la magnitud del delito real son las
encuestas de victimización. En México, una cuarta parte de la población dice
que fue víctima de delito, pero el 93% no lo denuncia, y del 7% que sí, menos
del 1% termina en un castigo del culpable. Es terrible. Hay una gran
desconfianza en la autoridad. Cuando las poblaciones sienten que viven en un estado
con esos niveles de impunidad se regenera la violencia, porque los delincuentes
saben que no van a ser castigados, y eso los incentiva a seguir
delinquiendo", explicó Gerardo Rodríguez Sánchez Lara, experto en
seguridad de la Universidad de las Américas Puebla, y coordinador académico del
Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia, consultado por Infobae.
¿Qué pasó en el resto de América
Latina en estos 20 años? Según Latinobarómetro, que pregunta a los encuestados
si ellos o algún pariente sufrieron algún delito, éste aumentó, pero en una
magnitud menor a la preocupación: un 51 por ciento. En el medio hubo muchos
altibajos.
"Hay una estrecha y robusta
correlación entre inseguridad y victimización por crimen. Eso se observa con
más fuerza en países centroamericanos. No obstante, en otros, la relación es
más débil. Es decir, la inseguridad aumenta, pero no se corresponde con un
aumento de los delitos que afectan a las personas. Así, por ejemplo, en Chile,
la victimización ha bajado, pero el porcentaje de personas que declaran estar
preocupadas y/o sentirse inseguras o vulnerables se ha mantenido, e incluso ha
aumentado en algunas zonas o ciudades", dijo el antropólogo Patricio
Tudela, máster en gestión de la seguridad y director del Área de Análisis y Estudios
de Fundación Paz Ciudadana, Chile, en diálogo con Infobae.
"En la inseguridad hay otras
variables perceptuales que son importantes, como el testimonio o los hechos que
afectan a terceras personas y que pasan a ser parte de la agenda cotidiana. Eso
alimenta la creencia de que la criminalidad ha crecido. Sin duda, también los
medios de comunicación juegan un rol importante, porque ellos instalan la
noticia y la mantienen. Podemos agregar también cuando un líder de opinión
aprovecha la situación para cuestionar la actuación de las autoridades oficiales",
agregó.
De todos modos, uno de los datos
más interesante de la encuesta de Latinobarómetro es que siempre fue mayor la
proporción de personas que dijo haber sido víctima de un delito que la de
quienes lo mencionaron como el principal problema. En 1995, cuando el 29%
reconocía haber sufrido algún hecho de inseguridad, sólo el 5% la destacaba
como su primera preocupación. En 2015, cuando llegaron a 44% los que padecieron
el delito -el máximo histórico-, los que ubicaron a este tema por sobre los demás
no superaron el 23 por ciento. Esto relativizaría entonces el discurso político
que afirma que los ciudadanos exageran el problema, influenciados por los
medios.
"En América Latina -dijo
Tudela- el crimen, medido a través de encuestas de victimización y los
registros policiales, tuvo un crecimiento muy significativo, especialmente
entre los años 2012 y 2014. La seguridad pública y ciudadana es un tema de
gestión político-técnico. Si la ciudadanía no observa un accionar eficaz,
entonces el problema se incrementa. Se trata de un reto ineludible que puede
llegar a poner en riesgo la estabilidad del sistema democrático, porque las
personas están expresando desconfianza y valoran mal la actuación de las
policías y del sistema de justicia".
Problemas en la gestión de la
seguridad
"América Latina ha hecho
poco para reducir los márgenes de desigualdad -dijo Rodríguez. La pobreza no
genera inseguridad, pero sí los niveles tan altos de desigualdad que hay en las
zonas metropolitanas que han crecido en los últimos años. También han fracasado
las políticas públicas de prevención del delito y de la violencia. Las
instituciones de seguridad y justicia de la región no se han profesionalizado,
ni se han adecuado a los aumentos de las tensiones sociales".
"Es algo que va de la mano
de las debilidades institucionales de los gobiernos en la región. Hay cosas muy
frustrantes, como la poca coordinación que hay entre las autoridades federales
y las locales, que es muy importante. La fragmentación y la fragilidad de las
autoridades políticas ha afectado la capacidad de los gobiernos para combatir
la delincuencia. Y hay otro factor que es la cultura de la violencia, la
idolatría que hay por los grandes delincuentes y sus formas de vida
espectaculares y efímeras", agregó.
Tudela enumeró una serie de
problemas estructurales en la gestión de la seguridad, que se repiten en la
mayor parte de la región. Por ejemplo, las altas tasas de reincidencia y la
escasa inversión pública en reinserción social de jóvenes infractores; la
ineficacia de las policías y la casi nula innovación en sus estrategias de
trabajo; las políticas y planes improvisados; y lo que denominó "populismo
penal", doctrina que plantea que mientras más altas sean las penas, mayor
es el desincentivo a cometer delitos, algo que no tiene sustento fáctico.
"Una premisa fundamental
-explicó el antropólogo chileno- es actuar a partir de directrices, estrategias
e intervenciones basadas en evidencia científica y comprobable de que haya
resultados positivos o prometedores. La probabilidad de éxito depende, en
definitiva, de asumir con pragmatismo que no se trata de recetas mágicas
cortoplacistas y que no es un tarea de la policía y de la justicia
solamente".
"Es muy importante persuadir
a muchos actores que se deben abordar las causas del problema con políticas
sociales integradoras, que el Estado debe invertir en prevención más que en
control y sanción, que debe haber proactividad y no sólo reacción, que se
necesita trabajar en distintas facetas, niveles y modalidades. Esto no es posible
si no precede un buen diagnóstico del problema de la criminalidad en la
región", concluyó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario