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domingo, 13 de septiembre de 2015

peligrosos

 Diez productos cotidianos peligrosos que aún crees que son saludables


 El Confidencial - domingo, 13 de septiembre de 2015
 Por costumbre o cabezonería, nos cuesta mucho dejar de utilizar determinados productos aunque insistan en que son terribles. Cuidado, algunos están perjudicando tu salud y la de los tuyos
A medida que avanza la ciencia sabemos más sobre qué provoca determinadas enfermedades o problemas de salud y cómo podemos evitarlos. Pero parece que no lo hacemos del todo bien cuando todavía utilizamos determinados productos de uso cotidiano como si fuesen saludables cuando, en realidad, son bastante perjudiciales para la salud.

Aunque hace años era bastante común (o al menos nadie se planteaba que fuese hasta peligroso), hoy en día a pocas mujeres se les ocurriría rociarse con perfume las partes íntimas. Otro clásico por fin desmitificado: no debemos untarnos de pasta de dientes cuando nos hacemos una quemadura –un remedio casero que en realidad puede provocar infecciones y dificultar la cura–. El hecho es que tenemos que empezar a eliminar algunos artículos protagonistas de nuestros hábitos cotidianos.

No todo lo que hemos interiorizado como recomendable lo es. Como explica Jessica Migala en Health, “algunos productos destinados a mejorar la salud y el bienestar en realidad pueden tener el efecto contrario”, sobre todo si los usamos incorrectamente.


La higiene personal es algo fundamental, pero a menudo utilizamos productos que pueden dañar el PH de nuestra piel, provocarnos problemas cutáneos o alergias e incluso daños mayores. '¿Pero esto no es que era buenísimo?', te habrás preguntado en alguna ocasión al enterarte de que en tu ritual mañanero de limpieza intima estás cometiendo más fallos que una escopeta de feria. No te alteres, hay solución.

1. Esponjas            

En los anuncios de la tele nadie se aplica el gel de baño directamente con las manos, todos usan esponjas que parecen suaves y limpias. Pero eso solo es ficción y la que tienes en tu ducha probablemente sea un nido de bacterias, hongos y moho. “Si tenemos una pequeña herida abierta (incluso una microscópica que nos hagamos al afeitarnos o pequeñas fisuras por tener la piel seca) y usamos esponja, estamos en riesgo de padecer infecciones, desde impétigo a foliculitis”, señala la dermatóloga Jessica Weiser.

Si te ves incapaz de lavarte sin esponja, porque te encante o porque seas un maniático perturbado incapaz de cambiar cualquier hábito, hay alternativa: utiliza una hecha con fibras naturales que contienen enzimas que controlan el crecimiento de bacterias. No olvides nunca escurrirla bien después de usarla, manténla en un ambiente fresco y seco –sí, complicado en la bañera– y, por descontado, cambiala al menos cada mes.

2. Humidificador

La salvación para muchas personas que padecen asma o alergias severas, el humidificador es también un utensilio de lo más gratificante para calmar los síntomas del resfriado. Pero si no lo limpias con frecuencia y adecuadamente –procurando retirar y renovar el agua acumulada, secándolo bien antes de ponerlo de nuevo en marcha y apagándolo durante el día–, estarás generando otro foco de moho y agentes patógenos en tu casa. No solo eso, ojo, porque como señala el doctor Miguel Wolbert, “tener demasiada humedad en el aire puede convertir tu casa en un caldo de cultivo para los ácaros del polvo, todo un problema si tienes alergia”.

3. Bastoncillos de algodón
Como apunta Migala en su artículo, el cerumen tiene su función: proteger las estructura del oído interno del polvo y otros agentes patógenos. Claro que tampoco tienes que dejarte una fortaleza y acumular cantidades excesivas de cera, pero para retirarla debes hacerlo bien. Cuando utilizamos un bastoncillo, a menudo no controlamos ni la fuerza ni la profundidad con la que los estamos introduciendo por el canal auditivo y si nos pasamos lo único que hacemos es empujar la cera hacia adentro, y esto se traduce en tapones que pueden derivar en infecciones graves. Por no hablar de que si le damos con demasiado ímpetu al bastoncillo incluso podemos llegar a perforarnos el tímpano, advierten los expertos.

4. Jabón antibacteriano

Probablemente ni te habías planteado su existencia hasta que en 2009 saltaron las alarmas por la gripe A y recomendaban usar este tipo de gel sin parar o la raza humana se extinguiría, o algo así.

El objetivo del jabón antibacterianos es, básicamente, eliminar los gérmenes que portamos en las manos y que vamos adquiriendo a lo largo del día. Pero un estudio demostró que realmente no sirve para nada: fue la profesora de epidemiología de la Universidad Elaine Larson, quien hace una década se planteo la utilidad de este producto y comparó lo que ocurría en los hogares donde lo usaban y en los que no. “No hubo diferencias en las tasas de enfermedad de las personas. Estaba claro que en un hogar sano, el jabón antibacterial realmente no ayuda mucho”, aseguró Larson.

Déjate de complicaciones y lávate las manos con agua y jabón al menos durante un par de minutos y frotando bien.

5. Licuadora

Seguramente estarás pensando 'bah, solo será malo si no limpias bien las cuchillas y el vaso'. Pues no. Hay un rincón que, según un informe elaborado en 2013 por la organización para la salud y seguridad de los productos de consumo NSF International, es el tercero más sucio de cualquier cocina: la junta de la licuadora.

Ese aro de goma que sirve para que la cuchilla se quede en su lugar, acumula gérmenes y bacterias como la salmonella, E. coli, levaduras y moho. La NSF recomienda desarmar la licuadora y sacar la cuchilla y la goma de la junta para lavarla a fondo. Sí, cada vez que la uses.

6. Herramientas de manicura
Muchas bacterias viven en la piel, así que es de cajón que cuando utilizamos una cutícula, una lima o una piedra pómez para sanear las uñas de manos y pies, estamos transfiriendo esas bacterias a las herramientas. Si no los limpiamos adecuadamente, se harán cada vez más fuertes y la próxima vez que utilicemos los artilugios de manicura “estaremos exponiéndonos a un importante foco de infecciones para la piel”, indica la doctora Weiser.

7. Espátulas de goma

Desde que se puso tan de moda la repostería, son pocos los hogares que no cuentan entre sus haberes con una paleta o espátula de goma especial para postres. Para qué recetas la estén utilizando después ya es otro asunto.

Ojo porque la mencionada NSF declaró este utensilio de goma como el número de dos en el ranking de herramientas sucias en la cocina. Como ocurría con la licuadora, si la espátula no es 100% desmontable te expones a que E. coli, levaduras y mohos decidan irse a vivir a las ranuras y huecos de tu herramienta de cocina y aumenten la familia.

8. Peluches

Blanditos y tiernos, nadie recuerda su infancia sin la presencia de algún animalito –o engendro deformado pero con muchos colores divertidos– de peluche. Pero si has sido un niño enfermo y te has pasado semanas resfriado en la cama, puede que el responsable fuese tu gran amigo y compañero de trapo.

“Los peluches son un imán para los ácaros del polvo”, alerta el doctor Wolbert, quien explica que estos alérgenos son los mayores responsable de las alergias de interior, provocando estornudos, secreción nasal y picazón y rojez en los ojos.

No los quemes y te deshagas de las cenizas, tampoco es para tanto. Hay un truco sorprendente, por curioso y fácil, que puedes hacer para desinfectar los peluches: mételo en una bolsa de plástico y métela en el congelador durante una noche. El frío acabará con todos los ácaros.

9. Pasta de dientes blanqueadora

Apenas quedan seres humanos que no se hayan sometido a un tratamiento de blanqueamiento dental, y quien no se lo puede costear busca desesperadamente un producto que le deje los dientes blancos, y que lo haga cuanto antes.

La última moda en estética dental es lucir una sonrisa blanca y estos dentífricos ayudan a conseguirlo, pero no te pases. Su uso a largo plazo, especialmente los que tienen una textura arenosa para quitar mejor las manchas, puede desgastar el esmalte y estropearnos los dientes.

10. Las sillas
Los riesgos de estar sentado la mayor parte del día van desde problemas de espalda o articulaciones, hasta un mayor riesgo de sufrir enfermedades de corazón o de padecer obesidad. Es complicado hacer frente al sedentarismo cuando nos pasamos el día sentados en el trabajo, en el transporte público o el coche particular y en el sofá de nuestras casas, pero los expertos insisten en la importancia de levantarnos a menudo y caminar cada vez que tengamos la oportunidad –aunque sea un simple paseo hasta la máquina de café o ir a la impresora–. Y es que te puede salvar la vida.


Según un estudio publicado en el Clinical Journal of the American Society of Nephrology, los trabajadores que caminan durante dos minutos por cada hora reducen el riesgo de mortalidad en un 23% en comparación con aquellas personas que se pasan toda la jornada laboral sin moverse de la silla.

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