Libertad vs. socialismo
Forbes -
miércoles, 6 de mayo de 2015
En nuestros tiempos, el socialismo se encuentra
inmiscuido en muchas esferas de nuestra vida y más vivo que nunca.
El tema del socialismo –a pesar de lo lejos que
haya quedado la caída del Muro de Berlín, sigue siendo de la mayor actualidad.
El “canto de sirenas” del populismo tanto de derechas como de izquierdas,
siempre es capaz de seducir a aquellas personas que, inconformes con la
situación económica de sus respectivos países, son engañadas con la vieja
cantinela de que el Estado puede resolver todos sus problemas.
Sin embargo, nada está más alejado de la
realidad. Preocupa pues que en nuestros tiempos, mientras que ya casi nadie
cuestiona que el socialismo como lo conocíamos hasta hace casi tres décadas es
inviable, sigan habiendo voces que con nuevos matices, presentan diversas
formas de ese imposible sistema de organización económica. Bajo esa máscara,
los incautos son atraídos sin saberlo a las garras del intervencionismo que,
bajo banderas como la de búsqueda de “igualdad”, “justicia social”, etc.
condenan a países enteros al atraso y la pobreza.
Por ello se vuelve fundamental que redefinamos
el concepto de socialismo, pues de lo contrario, se corre el riesgo de caer en
él. En este sentido, el Prof. Jesús Huerta de Soto, uno de los miembros más
prominentes de la Escuela Austríaca de Economía, nos ofrece una definición
acorde a nuestros tiempos. El socialismo es “todo sistema de agresión
institucional al libre ejercicio de la función empresarial.” Esa coacción es
toda violencia física o su amenaza, que se inicia y ejerce sobre el actor por
otro ser humano o grupo de seres humanos.
El resultado no puede ser otro que el de forzar
al individuo a comportarse de una manera distinta a la que actuaría en
libertad, y termina sirviendo a otros intereses que no son los suyos, claro
está, en su perjuicio y el de la sociedad. Esta negación de la naturaleza
propia de las personas a actuar libremente no es inocua sino perniciosa. La
agresión institucional impide que una persona persiga y desarrolle su capacidad
de detectar –y actuar en consecuencia, para apropiarse de las oportunidades de
ganancia que existen en su entorno. Esa función empresarial es el incentivo por
antonomasia para la innovación, el desarrollo y el progreso económicos, que
sólo pueden darse en un entorno de libre mercado.
Por supuesto, quedarse con la ganancia fruto de
la acción empresarial significa, por fuerza, el tener que garantizarle su
propiedad privada. De manera que no hay medias tintas: o hay libre mercado
capitalista o no lo hay. Si esta segunda condición ocurre, entonces lo que
existe es socialismo, como lo explica la definición de Huerta de Soto.
A lo largo de la historia se ha pretendido,
tanto por errores intelectuales como por soberbia, demostrar que es posible que
un órgano planificador central conozca toda la información necesaria para el
funcionamiento económico socialista. No obstante, en el fondo lo que se ha
ocultado es un ánimo de imposición, de coacción y sometimiento de las personas
hacia lo que un grupo de “intelectuales” o notables consideran que es “lo
mejor” para todos. Ese juicio de valor particular, busca sustituir la libre
voluntad de millones de seres humanos que –en un ambiente al libre mercado,
pueden tomar decisiones, hacer el necesario cálculo económico para la
consecución de sus fines y ajustar su comportamiento a las necesidades de los
demás (cooperación social) de manera natural y espontánea. Instituciones como
el dinero, el lenguaje, etc. nacieron así, de un proceso evolutivo no dirigido
o impuesto. De este mismo modo, el progreso de la humanidad se hace posible.
El conocimiento empresarial está disperso en la
mente de las personas y lo van generando los seres humanos al actuar. Debido a
ello, el estado de “equilibrio” al que aspiran y usan como marco teórico los
socialistas, nunca puede ser alcanzado, pues la acción de las personas va
siempre generando desequilibrios y nuevas oportunidades de ganancia. El avance
nunca para.
Comprender lo anterior nos permite percatarnos
de que, en nuestros tiempos, el socialismo se encuentra inmiscuido en muchas
esferas de nuestra vida y más vivo que nunca. En el ámbito que sea –político,
económico, monetario, bancario, etc., ese peligro es el camino que no debemos
seguir. Si lo que buscamos es un mundo de abundancia y libertad debemos
quitarle la piel de oveja al lobo socialista, que aunque disfrazado, aún se
mueve entre nosotros.
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