El olfato periodístico huele la noticia
Forbes - martes, 23 de junio de 2015
Contrario al sentido del olfato, con el que
todos nacemos y unos desarrollan más que otros, el olfato periodístico no es
necesariamente nato en los reporteros. ¿Cómo desarrollarlo?
El sentido del olfato está menos desarrollado
en el hombre que en muchos animales, quizá porque no depende de él para buscar
alimento, hallar pareja o protegerse del enemigo. Sin embargo, el olfato humano
es el más sensible de todos nuestros sentidos.
En su libro La inteligencia emocional, Daniel
Goleman expresa que “la raíz más primitiva de nuestra vida emocional radica en
el sentido del olfato”, y recuerda que en tiempos remotos “el olfato fue un
órgano sensorial clave para la supervivencia”. Quizá por analogía, el
periodismo acuñó la frase “olfato periodístico”, para referirse a la aptitud
para intuir (olfatear) el peso noticioso de los acontecimientos y sobrevivir
frente a la competencia y, especialmente, ante los reporteros chacales.
Contrario al sentido del olfato, con el que
todos nacemos y unos desarrollan más que otros, el olfato periodístico no es
necesariamente nato en los reporteros, y muchos han sufrido para entenderlo,
desarrollarlo y capitalizarlo.
Una antigua amiga, Bertha Hidalgo, veterana
periodista fallecida hace 10 años, publicó en 1995 el libro Entre periodistas,
en uno de cuyos capítulos narra algunas anécdotas sobre el tema de la carencia
del olfato periodístico en jóvenes que pretendían iniciar su carrera como
reporteros en una época en la que prácticamente no había escuelas de periodismo
y los periodistas se hacían en la redacción. Estas son algunas de ellas:
Estar en medio de la nota y no darse cuenta
“Cuentan que siendo subdirector de Excélsior
(Víctor Velarde) envió a un joven periodista para que se hiciera cargo de
cubrir un evento en un estado de la República. Por la noche, el bisoño
periodista llamó a su periódico, y al comunicarse con Víctor, le explicó que no
había podido recabar la información porque había caído una tromba y todo estaba
inundado, que había numerosos cadáveres flotando en el agua y que las
comunicaciones estaban interrumpidas, así que le suplicaba que le consiguiera
un vuelo en el primer avión que hubiera para regresar de inmediato, ya que ahí
no había nada que hacer. Víctor, enfurecido, le dijo que se olvidara del avión
y que investigara todo lo sucedido, número de muertos y daños causados por el
siniestro, y que pasara la información de inmediato, ya que estaba en medio de
la noticia y no se había percatado de ello.”
Otra de las anécdotas es la siguiente: “Hace
algún tiempo, allá por los años cuarenta, aproximadamente, causó sensación la
noticia de que se iba a realizar en el hermoso puerto de Veracruz la botadura
del primer barco cargado de cemento. El día señalado para ese acontecimiento se
congregaron en el puerto los representantes de todos los periódicos del país.
Excélsior mandó a uno de sus reporteros para cubrir la información, la que
nunca llegó, ya que al periodista le falló el olfato reporteril, y al
comunicarse telefónicamente con Víctor, sólo le dijo: ‘Me regreso enseguida,
jefe, no hay ninguna información porque en el momento de la botadura, el barco
se hundió’.”
Una más: “En otra ocasión, Víctor Velarde mandó
a uno de sus reporteros a cubrir la noticia de otro desastre, provocado por una
tormenta. El reportero se comunicó con Víctor dictándole la nota en los
siguientes términos: ‘El cielo está ennegrecido, todo está inundado y sobre
tanta desolación, Dios, desde lo alto de las montañas, contempla el desastre…’,
a lo que Víctor contestó de inmediato: ‘¡Hombre, tiene usted suerte! Olvídese
del desastre y entreviste a Dios’.”
Un buen periodista desarrolla habilidades para
saber qué es y qué no es noticia o para “hacer la noticia” a partir de un
evento. Sabe cómo conseguir información, cómo estructurar todos los datos que
va obteniendo, cómo entrevistar a los actores involucrados y, finalmente, cómo
ordenar todos estos elementos para lograr una redacción que “atrape” al lector
o al radio o televidente. Dicen que para trabajar una nota bien, hay que
empezar pensando bien.
Este proceso pretende ser una forma sencilla de
explicar lo que es el olfato periodístico y se traduce en la facilidad de
decidir rápidamente y sin dudar, lo que el público debe y/o quiere saber.
Lamentablemente, no se enseña en las escuelas (aún no he visto una tira de
materias en donde aparezca “Olfato 1, 2 y 3”), ni se compra en farmacias o
tiendas de autoservicio. Es algo que se tiene que desarrollar a partir de la
práctica y se perfecciona con la experiencia.
Una ayuda para ello es formarse el hábito de
estar permanentemente informado. Esto implica empezar la mañana leyendo al
menos los tres principales diarios (preferentemente si son de tendencias
editoriales o ideológicas diferentes), incluyendo a sus principales columnistas
y editorialistas, así como ver o escuchar los principales servicios de noticias
matutinas de radio y televisión, todo lo cual es ahora más fácil gracias a las
modernas tecnologías de internet.
Convertir esta práctica en una costumbre
permite, entre otras cosas:
En alguna ocasión, un maestro de periodismo me
comentó que sus alumnos lo miran extrañados cuando les recomienda comprar
diariamente el periódico. “Es absurdo; lo menos que puede esperarse de quien
quiere ser periodista es que le gusten los periódicos. Si no te atraen los
periódicos y todos los productos informativos, si no tienes la pasión de ver
‘cómo son por dentro’, estudiarlos, criticarlos y compararlos contra sus
competidores, entonces mejor que estudien otra cosa”, decía.
Los periodistas de la vieja guardia así
desarrollaban su olfato periodístico. Se hacían pasando por todos los niveles
de la profesión empezando como ayudantes o “hueso” de la redacción, lo que les
permitía conocer todas las áreas, desde la Dirección hasta los talleres de
impresión, llenándose materialmente de tinta las manos y de ahí empezaban sus
pininos hasta convertirse en reporteros.
En suma: el olfato periodístico no se
desarrolla en las aulas sino en la práctica cotidiana. Se es periodista las 24
horas del día porque la noticia no tiene hora ni lugar específico para
mostrarse esperando que un buen reportero la identifique y la “presente en sociedad”.
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