Por qué se le teme al cambio
Infobae - junio de 2015
Asegura el saber popular que "es más fácil
ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio", algo así como que
resulta siempre más sencillo ver los defectos en los demás que en nosotros
mismos.
Quien no tenga a mano una lista de
"aspectos que debería cambiar" su pareja, sus amigos, sus padres o
hermanos, que tire la primera piedra. Ahora, ¿podemos con la misma facilidad
elaborar la lista propia?
Seguramente cada persona cuenta con infinitos
aspectos para modificar. Pero de ahí a lograr "verlo" hay una brecha.
"Si nos basamos en que nada se puede
controlar, salvo nuestra propia voluntad, podremos observar que nadie cambia si
no quiere o no le ve el valor. El querer cambiar nos llega de la mano de
resultados poco efectivos o fallidos, y de cómo se presenten los cambios",
analizó el ingeniero Juan José Arévalo, master coach profesional, para quien
"muchas veces las personas se resisten a las transformaciones que no
entienden o que les son impuestas".
Es por eso que resulta importante el cómo y
desde dónde las planteamos. Entender que el cambio no es necesariamente
consecuencia del fracaso. ¿Es posible cambiar sin miedo?
Para Arévalo, "resulta tedioso reflejar
una imagen según lo que se espera de nosotros, sin embargo, en el comienzo de
nuestras relaciones, no nos cuesta demasiado devolver un perfil que sea
aceptado por los demás. Pero luego de un tiempo, es probable que nuestra
naturaleza tienda a mostrarnos tal cual somos".
Suele decirse que podemos engañar a pocos por
mucho tiempo, o a muchos durante poco tiempo. Pero siempre nuestra esencia
saldrá a la superficie, si es que no le otorgamos valor al cambio verdadero.
Modificar al otro parece ser la tarea de
nuestros padres, parejas, jefes y amigos. "El objetivo es que actuemos
como un espejo para ellos, o su deseo de controlarnos. Esta ilusión se
constituye en frustración, y desemboca en peleas y desencuentros que pueden
terminar con los vínculos. Lo mejor será aceptar en los otros sus "estar
siendo", que si bien son modificables, tal vez no lo sean por
nosotros", insistió el especialista.
"Las innovaciones en nuestras vidas no nos
resultan fáciles, sin embargo le demandamos al otro que, en el menor tiempo
posible, se deshaga de lo que no nos gusta"
Tras asegurar que "tendemos a rechazar en
los demás aspectos que no toleramos en nosotros mismos y, a partir de allí,
proyectamos en ellos esos atributos, prejuzgando y castigando a quienes
legítimamente son como son", Arévalo destacó que "las situaciones,
desde afuera, son más sencillas de ver, y esto hace que sea más fácil observar
lo que los demás tienen que cambiar. Pero en nuestras propias vidas, solemos no
acusar recibo de esos aspectos a modificar".
"Las innovaciones en nuestras vidas no nos
resultan fáciles. Sin embargo, le demandamos al otro que, en el menor tiempo
posible, se deshaga de lo que no nos gusta", remarcó y, en ese sentido,
enfatizó: "Es más fácil reclamarle, que ser nosotros mismos los que
asumamos esa transformación, negociando y aceptando en pos de una relación que
sostenga el vínculo".
Los juicios, atrás
"Si nos manejamos en nuestras vidas entre
una serena y una completa aceptación, podemos dejar atrás los juicios que nos
tienen atados en conversaciones internas, e inclusive públicas. Estos juicios
nos mantienen prisioneros del pasado, y suelen evitarnos avanzar
verdaderamente", remarcó el especialista, para quien, no obstante,
aceptarlo todo tampoco nos ofrece la garantía de poder ser felices".
La relación con la aceptación, tanto cuando nos
rebelamos como cuando decidimos rechazar lo que se nos presenta, es una
oportunidad para cambiar el resultado que nos parezca poco efectivo, y así
alcanzar nuestros objetivos soñados.
Según Arévalo, "muchas de las enfermedades
que padecemos se deben a la falta de aceptación de algo que nos aqueja, lo cual
nos lleva a somatizar dolencias o agravar síntomas que no son muy fáciles de
remediar". "Como no podemos dar lo que no tenemos, necesitamos
empezar a aceptarnos a nosotros mismos, para poder aceptar a los demás y a
nuestros resultados", remarcó.
El compromiso y la transformación, al servicio
del cambio
De la mano del compromiso, pueden empezar a
aparecer las primeras herramientas que nos van a permitir recorrer el camino
hacia la transformación. Arévalo describió:
* La declaración. Actúa como puente entre lo
que nos venía pasando y lo que empieza a pasarnos. Todo cambio suele comenzar
con ella, y es fundamental para que el mundo se entere de nuestro compromiso.
Si bien una vez que declaramos nuestras intenciones, pueden despertarse
resistencias externas que no operen a favor, le daremos la chance a nuestro
entorno para que nos ayude a alcanzar lo que deseamos. La declaración les
permite a los demás apoyarnos y acompañarnos, y nos recuerda el camino que
hemos emprendido.
* Programar por etapas. Puede permitirnos supervisar
nuestros avances y reducir la complejidad de una visión completa. De esta
manera, se disminuyen los distintos grados de complicación.
* Los pedidos y las ofertas. Los pedidos se
suelen realizar en base a lo que nos falta y necesitaremos completarlos, entre
otras cosas, con las condiciones de satisfacción suficientes para que no
generaren posibles reclamos. Como los pedidos, a diferencia de las órdenes,
incluyen la posibilidad de que nos digan que no. Diseñar un plan B es una de
las claves para que una negativa no resulte una catástrofe. Para completar y
acompañar los pedidos, las ofertas deberían tener similar magnitud.
Prohibido "tirar la toalla"
Seguramente, entre nosotros y nuestro objetivo
de cambio se encontrará un obstáculo. Y si explicamos que por él abandonamos la
meta, ese obstáculo sería un problema. En cambio, si en pos de focalizarnos en
las transformaciones, nos deshacemos del obstáculo, de diferentes e
innumerables formas, este se habrá convertido en un quiebre.
"Dentro de los apoyos a los que podemos
recurrir para no abandonar el objetivo se encuentra la posibilidad de chequear
cuál es nuestro verdadero compromiso con la transformación. Esta es una manera
de fortalecernos, en aquellos momentos en los que surgen los quiebres que nos
hacen dudar o pensar en abandonar a mitad de camino", recomendó el coach.
Resignados y estancados
Cuando nos resignamos a algo, siempre queda una
frustración, un enojo por lo que no pudimos lograr. En este estado de ánimo,
explicamos la no factibilidad de alcanzar la transformación.
Arévalo explicó que "la resignación tiene
matices que van desde la serena resignación hasta la resignación completa. En
un extremo tenemos una actitud de aceptación, dada la imposibilidad fáctica,
como puede ser una pérdida física o económica. En el otro, puede ocurrir que
estemos en un estado de ánimo de angustia o victimización, pero aun así sigamos
adelante sin desafiarlo".
"Cuando tenemos la creencia de que nada de
lo que hagamos puede cambiar una determinada situación, probablemente nos
encontremos frente a la resignación"
"Cuando tenemos la creencia de que nada de
lo que hagamos puede cambiar una determinada situación, probablemente nos
encontremos frente a la resignación. El sentirnos derrotados, frustrados o
agotados suelen ser signos de este estado", describió, y consideró que
"hay que tener claro que siempre se resigna en algún ámbito en pos de otra
cosa". Así, resignamos horas de estar en familia por horas de trabajo tras
una situación económica mejor, cambiar el auto por una refacción en nuestro
hogar, o un trabajo mal remunerado por estar cerca de casa. En el fondo siempre
elegimos, y nuestra calidad de vida dependerá de estas elecciones y de cómo nos
sintamos.
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