China y el fenómeno de la prostitución 2.0
El Confidencial - jueves, 18 de junio de
2015
Donghua tiene prisa. Esta estudiante de
enfermería, de 21 años, ha recibido un mensaje en el móvil y debe volver a
casa, en plena hora punta de Pekín, arreglarse y esperar a su cliente. La
joven, procedente de la provincia de Sichuan, en el centro de China, estudia
por las mañanas y cuando cae la tarde se convierte en prostituta; forma parte
de una nueva generación de trabajadoras del sexo que, atraídas por las
facilidades de las nuevas tecnologías y por el dinero rápido han decidido
dedicarse, al menos a tiempo parcial, al oficio más viejo del mundo.
“¿Por qué lo hago? Con lo que gano trabajando
unas horas a la semana me pago lo que quiero. Puedo vivir sola y tener dinero
para comprarme lo que me apetezca. Es muy fácil”, asegura Donghua a El
Confidencial.
La aparente facilidad con la que crece el
número de nuevas prostitutas en el país contrasta con una legislación que
castiga, de forma cada vez más dura, los delitos relacionados con esta
práctica. En China, la prostitución no fue tipificada como delito hasta finales
de la década de los 80, cuando “vender sexo” o “tener relaciones ilícitas con
una prostituta” aparecieron en las regulaciones provinciales, aunque no en el
Código Penal de la República Popular China de 1979, vigente en aquel momento.
A principios de los años 90, la compra y venta
de sexo quedó expresamente prohibida y, en posteriores revisiones, se añadieron
las penas a cumplir por los infractores, cuyos delitos, normalmente regulados
por el Derecho Administrativo, pueden incluso acarrear la pena de muerte en los
casos de redes organizadas o prostitución asociada a otros crímenes.
Las marchas de la vergüenza
Más allá de las penas impuestas, la
prostitución en China se hizo tristemente famosa con las llamadas “marchas de
la vergüenza”, en las cuales la policía hacia desfilar a las sospechosas por
las calles para, según afirmaban, “disuadir a otros de seguir el mismo camino”,
una práctica que fue prohibida por el Ejecutivo en 2010.
Esta persecución ha dejado casos como el
ocurrido en Pekín en 2012, cuando más de un centenar de personas, entre
prostitutas y clientes, fueron detenidas y condenadas a penas de cárcel en la
considerada como la mayor operación contra la prostitución en el país. A
finales del pasado año, una operación conjunta en cuatro provincias
desmantelaba otra red que, además de los servicios sexuales, ofrecía
“amamantar” al cliente con mujeres en período de lactancia.
Los golpes, a pequeña o gran escala, que ha
sufrido la prostitución en China han llevado a muchas de las trabajadoras
“tradicionales” a dejar las casas de masajes y karaokes para trasladarse a un
entorno, en teoría, más seguro, las redes sociales. “Llegué a Pekín en 2013 y
comencé a trabajar como masajista, pero el sueldo no era suficiente para vivir
y mantener a mi hijo en Wuhan (ciudad del sur de China). Comencé a ofrecer
otros servicios a los clientes pero vivía con miedo a que alguien me delatara,
así que el año pasado dejé el trabajo y ahora hago lo mismo pero en casa y
contactando con los hombres a través del móvil”, comenta a este diario Jingfei,
de 29 años.
El gran número de redes sociales disponibles,
la igualmente numerosa demanda de estos servicios y la incapacidad de las
autoridades y las compañías de controlar todos y cada uno de los perfiles han
hecho que la prostitución 2.0 crezca de manera exponencial.
“Estoy registrada en seis redes sociales y,
aunque no podemos emplear términos muy explícitos, es fácil saber dónde buscar.
Alguna vez me han cerrado alguna de las cuentas, pero es sencillo abrir una
nueva. Las redes sociales son muy cómodas; negocias el precio, lo que haces y
no haces y cuándo hacerlo. Ellos saben lo que quieren y yo lo que estoy
dispuesta a darles”, afirma Donghua.
A pesar de la confianza de Donghua, compartida
por muchas de las que, como ella, utilizan este medio para captar clientes, las
fuerzas de seguridad, junto con las desarrolladoras de los software, intentan
estrechar el cerco en torno a este fenómeno. En junio del año pasado, el
Ejecutivo, en colaboración con el gigante tecnológico Tencent, cerró 20
millones de cuentas relacionadas con la prostitución en Wechat, la aplicación
de mensajería más popular del país. Esta campaña, que persigue, según el
Gobierno, “un internet sano”, extendió su campo de acción a Hong Kong y Macao,
donde más de 200 personas fueron detenidas por organizar “grupos de
prostitución” en la citada red social.
“Los grupos de prostitución son aquellos en los
que varios hombres van invitando a prostitutas. Si alguno se queja, se la
expulsa del grupo. Son entornos cerrados en los que se negocian precios, se
presenta a nuevos miembros... y son muy complicados de controlar ya que sin una
orden de las autoridades no podemos acceder a las conversaciones, por lo que si
no hay una denuncia o una filtración, pueden pasar meses o años antes de que se
descubra”, reconocen a El Confidencial desde Yujian, otra de las redes sociales
chinas utilizadas para llevar a cabo este tipo de prácticas.
A pesar de las aparentes ventajas que las redes
sociales ofrecen, también puede haber problemas. “Normalmente no hay, pero a
veces hay clientes que no quieren pagar, que intentan salirse de lo acordado...
En esos casos hay que evitar la confrontación ya que no tenemos a nadie que nos
defienda, aunque es cierto que casi nunca ocurre”, asegura Donghua.
Ye Haiyan, activista reconocida, entre otras
cosas, por su defensa de los derechos de las prostitutas en China, asegura que
el número supera los cinco millones. Con el tema de la legalización aparcado
pese a las presiones de diferentes ONG y de varios analistas del país asiático,
la lucha entre las autoridades y las nuevas formas de prostitución parece que
continuará.
“Les doy lo que quieren y me dan lo que quiero.
Si todos estamos de acuerdo, ¿qué problema hay?”, concluye Donghua. Acaba de
cerrar una última cita para esa noche.
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