Los diez países con menor ética empresarial a
nivel global
Infobae - junio de 2025
Los más corruptos
Angola es el país con los empresarios más
corruptos del mundo, según el Reporte de Competitividad Global 2014-2015, que
elabora el Foro Económico Mundial. Lo interesante del estudio es que les
pregunta a los propios empresarios qué puntaje le ponen a la ética corporativa
vigente en sus países.
La nación africana promedia 2,6 puntos sobre 7
posibles. En segundo lugar está Mauritana, con 2,7; y tercero está Paraguay,
con 2,9.
Completan la lista Líbano (2,9), Bangladesh
(2,9), Venezuela (2,9), Argentina (3), Guinea (3,1), Haití (3,1) y Burundi
(3,1). De los diez, cuatro son africanos y otros cuatro, latinoamericanos. Los
otros dos, asiáticos.
El que tiene un desempeño ético más destacado
es Nueva Zelanda, con un puntaje medio de 6,5. Lo siguen Finlandia, con 6,4, y
Singapur, con 6,2.
Lo curioso es que los tres integran regiones
completamente distintas del planeta, y tienen culturas con muy poco en común.
Sin embargo, coinciden en que son sociedades integradas, con altos niveles de
institucionalización y respeto a las normas. No casualmente, están entre los
países de mayor desarrollo y mejor calidad de vida.
Luego aparecen Dinamarca (6,2), Suiza (6,2),
Noruega (6,2), Japón (6), Luxemburgo (6), Qatar (5,9) y Holanda (5,9).
Este estudio es una prueba de que la corrupción
es, habitualmente, un problema que atraviesa a toda la sociedad. Cuando las
instituciones son débiles y lo que prima es la anomia, la transgresión y la
búsqueda del beneficio propio sin contemplar ningún tipo de norma se vuelven
prácticas frecuentes en todos los ámbitos: en la administración pública, en el
sector privado y al nivel más llano de los ciudadanos en su vida cotidiana.
La corrupción en el mundo empresarial se
manifiesta de distintas maneras. Las más habituales se producen cuando los
privados tienen negocios comunes con el Estado.
"El punto más fuerte es el pago de
sobornos al sector público, pero también ocurre en las negociaciones entre
privados, algo que a veces no es tan evidente. Después hay otros fenómenos,
como los acuerdos entre competidores para distribuirse mercados y fijar
precios, lo que se conoce como cartelización. En ese caso, la gran damnificada
es la sociedad, porque se queda sin opciones para elegir el mejor producto y la
oferta más conveniente", dice a Infobae la abogada colombiana Dilia Paola
Gómez Patiño, directora de la línea de investigación sobre Seguridad del grupo
de Derecho Público de la Universidad Militar Nueva Granada.
"Otra forma en que se manifiesta es cuando
los empresarios logran incidir sobre la toma de decisiones en el Estado, cuando
las empresas van más allá del lobby, y logran de alguna manera comprar esas
determinaciones. Es algo muy grave, porque deja lo estatal al servicio de los
particulares", agrega.
El mejor ejemplo del primer caso, cuando hay
colusión entre empresarios y agentes gubernamentales, son las licitaciones
públicas. Es muy frecuente en países de baja institucionalidad que las
compañías constructoras, por ejemplo, tengan que pagar un monto en negro para
adjudicarse las obras más jugosas.
Que los empresarios de un país sean más
honestos y cumplan las reglas que indica una buena ética corporativa no depende
de que sean mejores personas. Es un problema social, que se relaciona
directamente con los controles que establecen las instituciones.
"Una causa del problema es la baja sanción
judicial. En Colombia ha habido muchos casos de corrupción de reconocidos
miembros del sector público, que recibieron penas de prisión bajísimas, incluso
excarcelables. Además no se logró que reintegren todo lo que robaron. De esa
manera, el mensaje social que se envía a la comunidad es que, en vez de
trabajar duro 20 o 30 años, conviene ir por el camino más corto, porque si a
uno lo atrapan no pasa nada, y encima es muy probable ni siquiera ser
atrapado", dice Gómez Patiño.
Los hombres de negocios se comportan éticamente
cuando las conductas contrarias terminan resultándoles más onerosas. Ya sea por
las sanciones impuestas por la Justicia o por el mercado. Pero cuando los
costos de la transgresión no están tan claros, pero los beneficios sí lo están,
es mucho más difícil resistir la tentación.
"Es muy importante ver cuál es el mensaje
que lanza el Estado frente al fraude o a la comisión del delito moral por parte
de la empresa. Si es tolerante con la corrupción o si, como poder político, es
ejemplar para dar una respuesta. Por ejemplo, en Estados Unidos está muy
aceptado el lobby empresarial, pero no la mentira. Son muy vigilantes cuando se
vulnera la ley. Lo mismo pasa en los países nórdicos o en Alemania", explica
David Murillo, doctor en sociología e investigador del Instituto de Innovación
Social del ESADE, España, consultado por Infobae.
Como el que impone la ley en una sociedad es el
Estado, aunque estemos frente a casos de corrupción en el sector privado, la
responsabilidad última siempre va a ser de la administración pública. Si las
autoridades no regulan, es altamente improbable que las propias empresas vayan
a hacerlo.
"La responsabilidad y la ejemplaridad de
los poderes políticos -dice Murillo- puede hacer mucha diferencia. Si hay una
doble moral, de hablar de transparencia por un lado, pero hacer todo lo
contrario por otro, se termina cosechando lo que se siembra".
"Tiene que haber una mezcla de compromiso
de parte de la administración pública, que debe mostrar voluntad de liderar una
reforma, con una decisión por el lado de las empresas de desarrollar un
conjunto de prácticas y mecanismos para mejorar la transparencia, como la
elaboración de un código ético", agrega.
América Latina, estancada por la corrupción
Sólo tres países de la región tienen niveles
aceptables de transparencia y honestidad empresarial. El que más se destaca es
Chile, que ocupa el puesto 26, con 5 puntos. Otros dos países están por encima
de los 4 puntos y entre los 50 primeros a nivel mundial: Uruguay, que está 31°
con 4,9; y Costa Rica, 41° con 4,5.
Después hay un grupo de 13 que tienen un
puntaje regular, por encima de 3,5. Son Panamá (70° con 3,9), Jamaica (74° con
3,9), Guatemala (79° con 3,9), Bolivia (80° con 3,9), El Salvador (85° con
3,8), Honduras (86° con 3,8), México (102° con 3,7), Guyana (104° con 3,6),
Brasil (107° con 3,6), Surinam (108° con 3,6), Colombia (110° con 3,6), Perú
(115° con 3,5) y Nicaragua (118° con 3,5).
Cinco naciones de la región tienen un problema
muy serio de ética corporativa y están entre las 20 peores del planeta:
República Dominicana (124° con 3,4), Haití (136° con 3,1), Argentina (138° con
3), Venezuela (139° con 2,9) y Paraguay (142° con 2,9).
"La corrupción es mala para las empresas,
porque suma costos. No es la manera más eficiente de crecer. Si en vez de
competir por mejorar en tecnología, las firmas compiten por acercarse al sector
público y al regulador, es algo que no se sostiene a largo plazo. Se puede
tener un mercado cautivo y condicionar al gobierno de turno, pero el día que
entre al mercado una empresa de otro país te va a desplazar porque su producto
va a ser de mejor capacidad", dice Murillo.
"Además distorsiona la cultura
organizativa de las compañías -continúa-, da el mensaje interno contrario al de
trabajar por la vía meritocrática, porque la empresa se sostiene por algo tan
frágil como un permiso conseguido sin que corresponda, o por capacidades ajenas
al mercado. Así se deteriora la cultura interna y el sentido de pertenencia de
los trabajadores".
No es casual que la transparencia empresarial
sea mucho menor en las naciones subdesarrolladas. La corrupción alienta modelos
de gestión poco eficientes, marcados por el corto plazo. Así es muy difícil que
mejoren las condiciones de vida en una sociedad.
"Si tenemos tan arraigada la corrupción es
más difícil ser competitivos y alcanzar un desarrollo económico sostenido.
Necesitamos un cambio de conciencia social, que no se va a dar de un día para
otro, pero hay que empezar a trabajar para ir recogiendo los frutos de manera
escalonada", concluye Gómez Patiño.
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