Ciencia para derrotar a la vejez
El Mundo - martes, 30 de junio de 2015
Vivir más, pero a qué precio. Muchas personas
se preguntan esto cuando ven las cifras de muertes anuales por cáncer, ocho
millones, o el número de personas con demencia en el mundo, en torno a 47,5
millones. Parece que el ser humano está cada vez más enfermo.
Pero la realidad es que nunca antes en la
historia de la humanidad ha habido tantas personas centenarias y nunca antes
llegar a los 60 significaba tener 20, 30 o 40 años por delante. Los avances
sociales, médicos y culturales han permitido esto, por lo menos en un puñado de
países privilegiados.
Sin embargo, no es suficiente. Mantener la
salud hasta el final de la vida es el principal objetivo de muchos grupos
científicos y empresas tecnológicas, que ahora han girado su foco hacia el
envejecimiento como la clave, una vez desentrañado su mecanismo, para luchar
contra la mayoría de las enfermedades que asolan a la especie humana.
Que una gran compañía como Google haya
invertido cientos de millones de dólares en un centro de investigación llamado
Calico cuyo objetivo es estudiar el envejecimiento, no es casualidad. Tampoco
lo es que Craig Venter, uno de los responsables de la secuenciación del genoma
humano en 2004, haya creado Human Longevity Inc (HLI) para, en palabras del
cofundador de la empresa, Peter Diamandis, "que los 100 años sean los
nuevos 60".
Detrás de estas iniciativas, además de
empresarios visionarios, están cientos de científicos que van a aportar su
bagaje para desarrollar tratamientos y, claro está, negocio. Pero más allá de
los conflictos éticos que puedan aparecer en relación con problemas como quién
manejará información tan sensible como los datos genómicos y clínicos de miles
de pacientes, lo cierto es que el interés despertado se basa en los avances que
la ciencia ha realizado recientemente.
A principios de los 90, pocos científicos
estaban interesados en el envejecimiento. Entre ese puñado de entusiastas se
encontraba Cynthia Kenyon, una bioquímica estadounidense que descubrió que una
mutación en un gen del gusano Caenorhabditis elegans le hacía duplicar su vida.
Hallazgos como los de Kenyon, que ahora ha
pasado a formar parte de la empresa Calico, animaron a muchos grupos a enredar
en el laboratorio con ésta y otras especies animales, como el ratón. Empezaron
a multiplicarse los resultados pero, en muchas ocasiones, eran contradictorios.
El reto siguiente fue saber qué grado de conocimiento real hay sobre el
envejecimiento, si existe ya alguna manera de alargar la vida que se pueda
medir.
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A estas y otras preguntas trataron de responder
hace dos años un grupo de investigadores en un artículo de revisión, publicado
en la revista Cell y llamado The Hallmarks of Aging (los marcadores del
envejecimiento), uno de los más citados desde entonces por los grupos
científicos interesados en este tema. "El envejecimiento durante mucho
tiempo fue aproximado en términos de teorías que permiten explicar por qué se
envejece.
Desde el principio, lo que pretendimos con
nuestro afán integrador fue hablar de los conceptos moleculares que tuvieran
una manera concreta de cuantificarse y medirse. Diseccionamos esta complejidad
en apenas nueve procesos que sufren alteraciones a medida que cumplimos años y
además establecimos una jerarquía", explica Carlos López Otín, catedrático
en el área de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y uno
de los autores de ese artículo.
Los conceptos no son sencillos para los
foráneos de la ciencia, pero esta revisión permitió a los científicos tener una
visión clara de lo logrado hasta esa fecha. "No es tan complejo cuando
asumes que el envejecimiento en realidad surge por una serie de daños primarios
que son cuatro.
Se trata de acumulaciones de efectos, de
agresiones, en las células. El segundo bloque jerárquico sería las respuestas
del organismo a estos daños y que siempre son en positivo pero que, al hacerse
crónicas, tienen efectos negativos. Por último, una vez que estas respuestas
que trataron de ser positivas se acaban volviendo contra el propio organismo,
surge el daño final: las alteraciones finalistas, responsables del fenotipo de
envejecimiento", explica Otín.
Los cuatro procesos primarios que se inician
con el envejecimiento son la inestabilidad genómica, el acortamiento de los
telómeros, las alteraciones epigenéticas y la pérdida de la proteostasis. Antes
de que la terminología arruine la lectura, se podría decir que son mecanismos
que la célula tiene ante agresiones como pueden ser la radiación ultravioleta,
el tabaco o algunos compuestos presentes en la alimentación.
Todos tenemos miles de daños al día que
afortunadamente reparamos. Pero la acumulación de estas agresiones en el
genoma, en la parte final de los cromosomas (telómeros), en los patrones que
activan los genes o en el mecanismo que elimina las proteínas sobrantes genera
que esos cuatro procesos empiecen a funcionar mal. Cuando esto ocurre, el
cuerpo reacciona.
"Los daños primarios son consustanciales a
la vida. Siempre cuento en clase que cada uno de nosotros tenemos nuestra
propia fórmula de la longevidad genómica. Es una ecuación gigante que la acabo
en puntos suspensivos porque no conocemos todos los factores. La fórmula
empieza por SRY (-/ -) que, dicho de otra manera, es ser mujer. En cualquier
sociedad humana las mujeres viven más. Así que la fórmula de la longevidad
empieza por ahí.
Luego le siguen otros factores como el APOE4
(-/-) o los cientos de polimorfismos que se han encontrado en las personas
supercentenarias. ¿Qué quiere decir esto? ¿Alguien puede imaginar que en la
lotería genética le han tocado todos los buenos números? Pues no. Esto quiere
decir que hay muchas formas de intervenir.
Que la longevidad es muy plástica. Y aunque el
envejecimiento es inexorable en la especie humana, por ahora, la longevidad es
plástica y por ello hay muchas posibilidades de intervenir sobre ella. ¿Qué hay
que hacer para ello? Pues conocer los procesos y las maneras de actuar sobre
esos hallmarks del envejecimiento", sostiene Otín.
Porque, como si fuera una reacción en cascada,
un fallo en los procesos primarios desencadena una respuesta del organismo. Se
trata de una reacción que intenta paliar esas agresiones y que está constituida
por cambios en tres procesos: la senescencia celular, el metabolismo y el
funcionamiento de las mitocondrias.
Dicho de otra manera, cuando se producen daños,
las células, entre otras acciones, dejan de dividirse para no transmitir esas
agresiones. Como señala uno de los expertos en este campo el investigador
Manuel Serrano, la senescencia se ocupa de apagar las células que ya no son
necesarias, es una especie de proceso de reciclaje. Pero no hay muerte celular,
por lo que su acumulación, si se hace crónica, genera por sí misma problemas,
por lo que es una vía de estudio para su manipulación.
Sin embargo, para Serrano, la línea de estudio
más avanzada en este campo es "la de la nutrición. Si se potencian las
vías que inducen el metabolismo y el acumular nutrientes, se envejece
prematuramente y si se disminuyen, se retrasa el envejecimiento", apunta
Serrano, jefe del grupo de supresión tumoral del Centro Nacional de
Investigaciones Oncológicas (CNIO).
En busca de un fármaco
Uno de los mayores expertos en el estudio de
las rutas metabólicas es el biólogo Rafael de Cabo. "Se ha visto que la
restricción calórica influye positivamente porque hace una reprogramación
metabólica que te hace resistente a muchos tipos de estrés, de agresiones medioambientales,
dietéticas, físicas...".
Desde su laboratorio de Gerontología
Experimental del Instituto Nacional del Envejecimiento, en Baltimore (EEUU), de
Cabo explica que están analizando muchos compuestos para ver cómo contribuyen
al alargamiento de la vida en diferentes especies.
"Estamos estudiando entre otros la
metformina, la acarbosa, la rapamicina... Porque se sabe que restringir la toma
de alimentos por debajo de lo que tú deseas comer siempre tiene efectos
positivos desde el punto de vista saludable, pero hay pocas personas con la
voluntad suficiente, por eso queremos desarrollar compuestos.
No obstante, las herramientas que tenemos ahora
serían equivalentes a las del Neolítico. Pero espero que en 10 o 15 años
tengamos una navaja multiusos, un sistema mucho más sofisticado para conocer
las rutas más importantes que gobiernan los efectos de la restricción calórica
y tratar de hacer [fármacos] miméticos de este mecanismo".
En el estudio de éste y de los otros procesos
asociados al envejecimiento, hay avances importantes para la ciencia pero
discretos para la sociedad. "Estamos muy ilusionados con lo que estamos
aprendiendo. Pero estamos muy lejos de la cima. Nos queda mucho para hacer
manipulaciones, porque no sabemos cuándo implementar estos procesos, cuánto
tenemos que hacerlo, o si es una acción múltiple", explica De Cabo.
La ciencia ha identificado que algunas
intervenciones durante el embarazo tienen unos importantes efectos a largo
plazo, o que el ejercicio de impacto en las niñas entre los ocho y 15 años
tiene un efecto muy potente sobre la deposición de calcio en los huesos y a
largo plazo en la osteoporosis. También se conoce que los tratamientos
cardiometabólicos entre los 35 y los 45 años tienen un impacto muy profundo en
enfermedades neurodegenerativas. "El problema es que no sabemos intervenir
más eficientemente", aclara De Cabo.
Dos años después de la publicación del artículo
en Cell, María Blasco, directora del CNIO y otra de las autoras de ese trabajo
integrador, señala que más que grandes avances, lo que ha habido en este tiempo
"es que se está aceptando que el envejecimiento es una buena diana para
encontrar nuevos tratamientos contra las enfermedades que afectan a la
población. Es un concepto que va cobrando fuerza.
El objetivo de lo que estamos haciendo a nivel
biomédico no es alargar la vida sino entender el proceso del envejecimiento
pero como efecto secundario es que también se viva más. Es imposible vivir más
si no estás sano".
Muchos de los grupos de este campo están
centrados en los últimos dos procesos que Blasco y sus compañeros identificaron
en 2013 y que son las claves finales de por qué todos acabamos envejeciendo: el
agotamiento de las células madre y los errores de la comunicación intercelular.
"La pérdida de la capacidad de generar
células nuevas es una causa de envejecimiento, por lo que es fundamental
entender cómo podemos volver a hacer que las células madre sean capaces de
volver a producir células. Se está estudiando esto para lograr bien una
reparación interna [activando al organismo para que él mismo lo haga] o
trasplantando células que hemos creado artificialmente a partir de esas células
madre", aclara Blasco.
En cuanto a los errores de la comunicación
intercelular, Otín insiste en su importancia: "Para que un organismo
establezca unas funciones biológicas necesita que las miles y miles de
reacciones bioquímicas estén coordinadas.
Todos estos daños mencionados hacen que los
tejidos dejen de establecer una comunicación armónica". La estrategia que
está intentando manipular este mecanismo de envejecimiento es la parabiosis:
"Cuando se conecta el sistema circulatorio de dos animales, por ejemplo el
de un ratón viejo y el de uno joven, el de éste último puede rejuvenecer al
primero por factores solubles de comunicación intercelular. ¿Se pueden
identificar estos factores? Pues sí, ya hay algunos identificados, la mayoría
son citoquinas, mediadores solubles de respuestas inflamatorias,
proliferativas...", adelanta el investigador desde Oviedo.
Todos estos procesos, bien sea por la propia
existencia o por reacciones a las agresiones externas, son los que nos conducen
a envejecer y a enfermar. ¿Qué posibilidades tiene la ciencia de intervenir?
"Pues unas pocas. Hasta hace poco casi ninguna porque ni siquiera sabíamos
qué era el envejecimiento. Las intervenciones dirigidas a disminuir o corregir
los daños genómicos inherentes al paso del tiempo las veo lejanas, pero las
relacionadas con los sistemas de regulación metabólica, las veo cercanas,
incluso la reprogramación epigenética".
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