Conozca los factores que han transformado al
espumante en una bebida popular en A. Latina
América Economía - junio
de 2025
Hace unos años nadie habría imaginado que el
espumante se convertiría en una bebida popular entre los consumidores chilenos,
argentinos o peruanos. Ni que ellos, junto con colombianos y mexicanos,
comenzarían a aceptar el aventurarse a beber e incluso producir brut, dejando
atrás más de un siglo de sidras y champañas acarameladas.
Pero ha ocurrido. “Si bien es cierto que de
forma gradual, año a año, el consumo de espumantes sigue aumentando, la
estacionalidad se ha ido perdiendo. Hay un consumo pico en Navidad, pero hay
también un consumo continuo”, dice Davide Solari, sommelier y gerente de
Marketing de la bodega Santiago Queirolo, en Lima.
Su característica de versatilidad “acerca al
consumidor joven y a las mujeres al mundo del vino”, asevera Claudio Cilveti,
managing director de Wines of Chile (entidad gremial que reúne a las
principales viñas de ese país).
Ésta no es la única razón por la que las
mujeres se inclinan cada vez más por el espumante. Este licor tiene menos
calorías que el vino, explica Marcelo Pino, Mejor Sommelier de Chile en 2011 y
2014. De hecho, agrega, “es uno de los licores que tienen menos azúcar”. El
consumo de alcohol sin las desventajas de engordar explica en parte que el
consumo en el país largo y angosto creciera 30% anual en los últimos cuatro
años. Pero en Argentina el fenómeno es aún mayor: en los últimos 10 años, el
consumo aumentó un 80%, afirma Guillermo García, presidente del Instituto
Nacional de Vitivinicultura (INV) del país.
Este aumento de consumo abrió el apetito de los
productores para introducir variedades menos masivas hasta ahora. Es lo que
hace la bodega peruana Santiago Queirolo: produce un extra brut que compite con
cavas y espumantes argentinos y chilenos, y que “ha tenido un comportamiento
positivo: en 2013 creció 25% en ventas”, menciona Solari.
Billeteras más llenas en la región son otro
factor que incide en que su consumo suba como la espuma. En Perú, “la bonanza
económica hace que en el país la gente quiera comer y tomar mejor”, explica
Iván Livschitz, gerente de Marketing de la marca Tabernero. Aunque “al
principio ha sido difícil, porque la gente cree que en el Perú no pueden
producirse vinos espumantes de buena calidad”, reconoce.
Una valoración positiva de su producción de
espumantes, principalmente por consumidores internos, ha sido posible en
Argentina. El 90% del volumen comercializado por este país durante 2014 (42
millones de litros) tuvo como destino el mercado doméstico, mientras que el
resto (4 millones de litros) fue enviado a Brasil, Chile, Japón, Estados
Unidos, Uruguay y Paraguay. Estas exportaciones generaron retornos por US$21,7
millones.
Apuestas osadas
El negocio de los espumantes en Argentina va
más por el aumento del valor que por el crecimiento en volumen. Mientras en
valor este mercado se expandió en 12% en 2014 respecto del año anterior, en
cantidad fue sólo de 0,30%. “En las góndolas vemos cada vez más etiquetas y
diferentes rangos de precios, pero son los burbujeantes rosados o dulces los
más exitosos”, destaca García, del INV.
Para Chile, el pasado 2014 fue el mejor año
para las exportaciones de espumante de la última década. Pasó de vender 1,1
millón de litros en 2004 (US$3 millones) a 3,7 millones de litros (US$17,3
millones), según la oficina de gobierno encargada de estudios y políticas
agrarias, ODEPA. Japón, Venezuela e Inglaterra concentraron el 60% de los
envíos. Hoy existen 48 empresas exportadoras, precisa Pino, “sin perjuicio de
que del total de viñas productoras de vino en Chile (260) sean potenciales
vendedoras al exterior de burbujeante”.
Pese al buen desempeño, aún las exportaciones
de espumantes representan una modesta tajada (0,9%) de la industria chilena del
vino embotellado y el champagne que vendió 50 millones de cajas y US$1.511
millones en 2014 a noviembre, dice Pino. “Tenemos mucho espacio para crecer”,
proyecta Cilveti.
Uno de estos espacios de crecimiento en Chile
es en el consumo per cápita, que es de sólo 0,5 litro al año, mientras que en
Argentina es de 3 litros y en Australia 2,2 litros. “El consumo puede subir en
el mediano plazo a 1 litro y seguir aumentando proporcionalmente al consumo de
vino”, calcula el director de Wines of Chile.
A diferencia de Chile, con toda una industria
vitivinícola reconocida, la producción de Perú aún está en pañales. “Nuestra
producción vinícola es bastante limitada”, explica Jorge Llanos, del Instituto
del Vino en Lima. “Desde hace 30 o 40 años sólo contamos con unas seis bodegas
vinícolas que producen básicamente vinos a los que nosotros llamamos
populares”. Aun así, “cada bodega ha ido desarrollando durante muchos años
líneas de espumosos o espumantes. Fundamentalmente dulces, porque el mercado lo
exigía así”, dice el ejecutivo.
Pero los tiempos cambian. “En los últimos cinco
años tres bodegas importantes: Queirolo, Tacama y Ocucaje, o Tabernero, han
empezado a manejarse hacia un vino espumoso de doble fermentación, método
charmat, con presentaciones de tipo de sabor brut, o incluso extra brut”, dice
Llanos. En el caso de la bodega Santiago Queirolo, recientemente “hemos sumado
a otro espumoso semiseco de fermentación natural (doble fermentación) de
moscatel de Alejandría”, dice Davide Solari. “Tenemos nuestra línea Premium que
se llama Intipalka (desde mediados de 2010), que es un extra brut, blend de
chardonnay y pinot noir”, cuenta.
Se trata de un proceso largo que requiere
nuevos aprendizajes. La bodega Tabernero ha enfrentado este desafío de la mano
de un enólogo con el que trabajan desde hace 12 años, dice Livschitz. “Viene de
una familia productora de espumantes. Eso nos ha ayudado a que consiga un
espumante de alta calidad y a muy buen precio”. Esta bodega también ha
invertido en tecnología y en viñedos. “Producimos por método charmat y
champenoise.
Tenemos el formato especial, que es el más
económico, el brut, el demisec, que tiene también un mercado importante en el
Perú”, dice.
Otro que buscó incorporar sabiduría de un
linaje del Viejo Mundo fue el chileno Rafael Guilisasti. Responsable de la
exitosa expansión global de la chilena Concha y Toro en el último cuarto de
siglo, lanzó Azur, el primer espumante en Chile elaborado al más puro estilo
tradicional. Instalado en el Valle del Limarí, en el norte de ese país, se
trata de un proyecto personal para el cual contó, inicialmente, con el apoyo de
Franco Ziliani, cabeza de la empresa italiana Berlucchi (una de las principales
productoras de espumantes de la zona Franciacorta). “Con él desarrollamos en
forma conjunta la búsqueda de los terrenos adecuados”, recuerda Guilisasti. Si
bien, posteriormente, por su edad (80 años), se retiró, otros dos inversores
italianos siguen en el proyecto.
Brindis por los desafíos
Con todo lo bueno de las iniciativas antes
descritas, los productores chilenos en su norte y los peruanos en su sur
enfrentan un adversario de respeto: el clima. “El grueso del territorio peruano
no tiene ni 10.000 hectáreas óptimas para este tipo de cultivo”, recuerda
Llanos, del Instituto del Vino. “Hay una zona del país, en Ica, donde hay dos
bodegas importantes, que tienen un clima no espectacular, pero por lo menos
decente”. La razón, arguye, es que “del Perú hacia arriba no hay cuatro
estaciones y el ciclo de la vid no es completo. En la zona de Ica sí se dan
cuatro estaciones”. Allí es donde se puede desarrollar esta viticultura y
líneas de espumantes. “No digo que sean grandes vinos o lo mejor del país, pero
son líneas muy decentes, que manejan parámetros de pH, acidez y de maduración
de los taninos con limitaciones. En cuatro o cinco años sus vinos tendrán una
estructura diferente”, concluye.
Casi en la frontera peruana, el chileno Luis
Soto también produce en el límite de las posibilidades su marca Oasis. “Nos
percatamos de que todos los espumantes existentes en el país usaban colorantes
y/o saborizantes”, dice. Así nació el desafío de producir espumantes 100%
naturales. Y de frutas diferentes a la uva.
Con el apoyo técnico y financiero de la
fundación de gobierno para la innovación agraria (FIA) y una inversión de
US$143.000, el emprendedor produjo 3.000 botellas en 375 ml sabor a fresa,
mango, maracuyá y guayaba, las que ya están agotadas entre las solicitudes de
hoteles, restaurantes y tiendas gourmets de la región, y su empresa,
Tentaciones de Pica, ha sido invitada a participar en ferias gourmets en Europa
y América. Hoy este emprendedor experimenta con nuevos sabores como naranja y
dátil, al tiempo que se alista para hacer frente al crecimiento de su negocio,
en medio de una persistente sequía. “Estamos aumentando nuestra producción de
frutos y comprando a vecinos”, indica.
La experiencia de Tentaciones de Pica es una
señal de que existen productores en la región dispuestos a arriesgar, y
consumidores dispuestos a probar. Esto incluye incipientemente a México.
Claudio Bortoluz Orlandi, presidente de Viñedos La Redonda, uno de los
principales productores de vino y espumante del país –emplazado en el estado de
Querétaro–, explica que cuando los espumantes comenzaron a consumirse de manera
más cotidiana las marcas internacionales se apoderaron de la escena local. De
importar 13 millones de litros en el 2000, México pasó a importar 42 millones
de litros en el 2013, precisa Andrea Vázquez, coordinadora de Promoción del
Consejo Mexicano Vitivinícola. Este volumen equivale a US$40 millones. Países
de reconocida tradición vitivinícola como España, Francia, Italia, Chile y
Argentina son los principales proveedores del mercado azteca.
Pero este incesante desfile de etiquetas
extranjeras hizo reaccionar a algunos jugadores locales, como es el caso de La
Redonda, que hace dos años decidió incursionar en la producción de burbujeante
siempre con el método champenoise. Actualmente, comercializa dos líneas: La
Redonda de ligero y dulce sabor, y la línea Orlandi con tres diferentes sabores
(brut, semiseco y semidulce). “El consumidor mexicano se inclina más por la
bebida ligera y dulce, un reflejo de que aún falta para que madure y se atreva
a matizar con nuevos sabores”, dice Bortoluz Orlandi. Por ahora, ello
representa una oportunidad que la bodega está aprovechando a su favor,
incrementando su producción mes a mes con un crecimiento del 30% anual en sus
ventas. A futuro y apostando a que el consumidor refinará aún más su paladar,
el productor planea estrenar una línea más cara, en camino a aventurarse con un
nuevo producto “especial para los consumidores más osados”.
Este boom regional proviene de un cambio de
actitud, de una apertura, de una maduración de los paladares, de un
cuestionamiento de los prejuicios provincianos vigentes hasta hace no demasiado
tiempo. Así lo entiende Livschitz, de la bodega peruana Tabernero: “Quizás la
gente tiende a preferir un champagne francés o un asti, pero igual ya hay un
espacio para los vinos y espumantes peruanos”. El futuro regional de la
industria dependerá de cómo se aproveche esta oportunidad. Mientras, ya no
tenemos que esperar para ver a millones con una copa burbujeante en la mano
made in Latinoamérica.
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