“Minus probabilismus”: el secreto de la riqueza
jesuita
Forbes - jueves, 25 de junio de 2015
Decido utilizar una máxima
jesuita que leí en un texto “secreto” titulado Monita privata; era la llave del
tesoro para su cuantiosa riqueza y para el éxito en todas sus empresas…
7:37 p.m. Ciudad de México: En
medio de la lluvia, voy retrasado para llegar a una cita. Horripilantes
construcciones urbanas –que Mad Max temería– se yerguen en cada kilómetro de la
vía “rápida” en la que fluyo lentamente. No culpo a la lluvia, culpo a la
surrealista arquitectura del Periférico, que hace a Jurassic World palidecer en
sus efectos especiales: cascadas torrenciales y sorpresivas, desde el
megalítico segundo piso, hacen gritar como nena al más macho; baches mortales
que no admiten el mínimo error de cálculo, a riesgo de perder la llanta y la
vida; charcos profundos con autos flotando a la deriva. Todo ello inmerso en
una oscuridad crepuscular y apocalíptica causada por un diáfano alumbrado chino
de bajos lúmenes que progresivamente termina iluminando cual foco de 10 watts.
Aguzo mis sentidos. Mi existencia, y la de mi copiloto, claro, están en juego.
Cada salida hacia mi destino está bloqueada por una fila de autos detenidos. Si
no llego a mi cita, perderé la posibilidad de una venta importante. Decido
utilizar una máxima jesuita que leí en un texto “secreto” titulado Monita
privata; era la llave del tesoro para su cuantiosa riqueza y para el éxito en
todas sus empresas. El texto me lo pasó mi padre, a quien se lo obsequió un
amigo judío convertido a jesuita, un sabio uruguayo de apellido Suwkov, que es
una mezcla de José Mujica con el doctor Chopra. La máxima secreta que pude
rescatar del extraño texto se llama “minus probabilismus”, y se refiere a
llevar a cabo una acción que sea la mínima probable para tener éxito. Entonces,
en un acto valiente y con poca probabilidad de éxito, decido tomar
intuitivamente una calle que no conozco. Mi copiloto grita: “¡Noooo! Qué
hiciste Alejandro… nunca llegaremos.” Recorro unas cuantas calles y me doy
cuenta que no sé exactamente adónde voy ni dónde estoy, pero sé, de cierto, que
es mucho mejor que estar varado entre las olas fijas de fierro humeante y
encharcado.
Después de unos minutos descubro
mi ubicación. Voy por buen camino y me ahorré más de una hora de tráfico
gracias a mi extravagante acto. ¡Tuve éxito, la máxima jesuita funciona!
9:09 p.m. Día siguiente: Explico,
emocionado, esta teoría a mi amigo Jesús Gopar, quien es economista, y saliendo
del gimnasio me dice que se le hace interesante, dándome sus razones
keynesianas mientras yo intento, varias veces y fútilmente, ingresar un billete
nuevo al cajero del estacionamiento para pagar el ticket. Él me arrebata el
billete, perfectamente nuevo, y lo arruga entre sus manos (lo hace bolita).
Atónito, lo veo pensando que, gracias a su tontería, la máquina tendrá menos
posibilidades de leerlo y aceptármelo. Mete el billete y la máquina lo acepta
inmediatamente. La gente de la fila, sonriente, lo mira con ganas de aplaudir,
y yo me doy cuenta del milagro y le exclamo: “¡Lo ves, ‘minus probabilismus’!”
11:11 p.m. Mismo día: Recuerdo el
libro de un estratega que argüía basándose en el análisis acucioso de la guerra
en su conjunto y en el estudio de grandes como Sun Tzu y Carl von Clausewitz,
que el común denominador de las guerras y batallas exitosas siempre ha sido el
indirect approach, lo lateral, lo flanqueante, el “descontón”, lo diferente, lo
inesperado. De no tener una estrategia que busque lo poco probable, el enemigo
sabrá por donde viene el golpe. Por supuesto que relacioné esa conclusión
reduccionista, pero interesante, con el increíble y mágico “minus
probabilismus”.
—Es evidente —me digo—. Es mera
diferenciación.
Tomo un libro de marketing… más
bien de branding, buscando algo que reforzara mi entendimiento en este
descubrimiento. He de confesar que no es que sepa a ciencia cierta qué es lo
que busco en un libro cuando investigo; simplemente dejo que el azar o mi intuición
me lleven. Mi querido padre, muy al estilo lógico de Alicia en el País de las
Maravillas, cree que es improbable encontrar algo si no sabes qué es lo que
buscas. Pues con esa mínima probabilidad que él me otorga, yo encuentro que los
autores de este libro de branding (Al Ries y su hija) creen que la naturaleza
no evoluciona, sino que diverge. Dicen que lo que sobrevive en este mundo es lo
que se hace diferente (incluyendo a las marcas). Incluso señalan que Darwin no
estaba tan de acuerdo con el uso de la palabra “evolución”, porque ésta no
reflejaba a ciencia cierta lo que él quería decir, pero que acabó resignándose.
—Lo divergente es diferente —me
digo—. Y lo que es mínimamente factible es lo más diferente; lo que en realidad
diverge y se aparta, y por ello, sobrevive, convive y domina en su ámbito. El
depredador no es, necesariamente, el único que domina sobre su circunstancia y
sobre otros seres; un burro domina sobre el pasto tanto como una leona sobre
una cebra (si la alcanza) porque su genética lo ha llevado a eso. Así las
empresas.
¿Y el ser humano? O sea, tú
mismo, te has preguntado… ¿qué probabilidad tenías de existir? Con mucha
“fortuna” me topé con un infograma en que Ali Binzir resuelve la incógnita:
Prácticamente había cero probabilidades de que
tú nacieras. En realidad, la naturaleza utiliza una lógica diferente para que
las cosas pasen, y ese descubrimiento es el gran secreto de los jesuitas de
aquel entonces. Más que por la certidumbre objetiva, se iban por la certeza
subjetiva. Humanizaron las ideas y dejaron que la libertad apareciera. La
sorpresa parecía más apetecible ahora, y en esa sorpresa estaba algo más
cercano a la verdad: No se posee la verdad, sino sólo la probabilidad.Y esa
probabilidad es diferente de la que nosotros creemos como probable. Los
jesuitas retaron el statu quo sin enfrentarlo. Sólo fluyendo. De forma extraña,
su herramienta modernizadora fue pensar que lo realmente prudente al comparar
opciones era seguir lo menos probable antes que lo más probable. Entonces, en
América y China, en vez de matar nativos y obligarlos a convertirse, aprendían
de ellos. Se acoplaban a las culturas y juntos creaban grandes realidades.
—Pero ¿qué paz puede haber entre
Cristo y Belcebú! ¿Por qué no matan todo aquello que cuestione el cristianismo?
—decían las autoridades tradicionales.
Los jesuitas hicieron caso omiso
mientras se enriquecían económica, cultural y espiritualmente. Exploraban
primero lo mínimo probable para la época: el que esos nativos ignorantes y
demoniacos tuvieran algo de razón en sus ideas.
Así, las ciencias florecen de
forma idéntica y gracias a los que piensan diferente. Damos por hecho cosas y
pensamos como poco probable otras ideas. Los que las retan son los que hacen la
diferencia porque enfrentan con honestidad su ignorancia. Para ejemplo un
botón:
Amigo lector, ¿a qué distancia
crees que está la Luna de la Tierra? No te pido que me digas los kilómetros;
solamente imagina que un balón de basquetbol es la Tierra y una pelota de tenis
la Luna. ¿Esta distancia te parece adecuada para representar la distancia entre
ambas?:
Pues es normal que pensemos eso,
porque siempre vemos ilustraciones así:
Pero la distancia entre la Tierra
y la Luna en realidad es mucho, mucho, mucho mayor… es esta:
Es decir, caben todos los
planetas entre la Tierra y la Luna (y hasta sobra un cachito).
Con esto quiero probar que
nuestro conocimiento de lo que nos rodea, en general, es muy limitado. Se debe
a que vivimos de una forma que no nos permite reflexionar adecuadamente y damos
por sentado prácticamente todo.
Nos volvemos máquinas que
reaccionan programadas por atajos, como el de la prueba social: si todos lo
dicen es que debe ser cierto, o el de asociación: si lo usa Kim Kardashian es
que es bueno, y muchos otros más que limitan nuestra libertad.
En un mundo así, lo que creemos
una verdad altamente probable es seguramente un error de nuestro vulgar
discernimiento. Por ello, el secreto de los jesuitas, hacer lo menos probable,
se convierte en la mejor opción. Es romper la ilusión, como en Matrix.
¿Qué tan probable es pensar que
existe la ubicuidad (estar en más de un lugar al mismo tiempo)? Pues sucede a
nivel subatómico: una misma partícula puede estar en más de un lugar al mismo
tiempo. ¿Qué tan probable es que la gravedad no sea lo que nos dijo Newton?
Einstein encontró que era una curva en el espacio-tiempo. ¿Qué tan probable es
que la Tierra no sea plana sino redonda? No, Alejandro, no… ahí sí te
equivocaste… si pones una tabla perfectamente derecha en el piso, no se nota la
curva; por lo tanto, la Tierra es plana. Así de ridículo es nuestro
entendimiento de lo que nos rodea: vemos un granito de arena y juzgamos las
probabilidades de un desierto.
Hoy no pondré ejemplos de Branson
y de lo poco probable que le es poner turistas en el espacio gracias a su
tienda de discos usados. O de Musk y lo poco probable que le es tener éxito con
autos eléctricos en una industria con barreras de entrada del tamaño de una
Ford Lobo. Tampoco hablaré de Jobs o Gates, no.
Hablaré de tres personajes, dos
de ellos mexicanos y uno brasileño. Son el “minus probabilismus” en persona,
empresarios exitosos del inexplorado improbable:
Sabrina Bittencourt
Es una emprendedora con éxito en
la improbable cantidad de 37 empresas. También su giro favorito (el social) es
el más rehuido por la mayoría.
De sus 37 empresas, estas son las
que más le gustan:
“Todas las empresas en que
trabajo con niños y jóvenes son las que más me apasionan: Escuela con Alas, red
de aprendizaje libre y emprendimiento; Exchangenius, red de intercambios entre
jóvenes con altas capacidades y proyectos de alto impacto social; Biel Baum,
alimentación saludable para niños hecha por mi hijo de 12 años, y Pequenautas,
proyecto espacial conducido por mi hija de 6 años.”
Cómo mide su rentabilidad:
“No mido rentabilidad con
ganancias monetarias… Por lo tanto, los activos que tengo en cartera son
millonarios. Son miles de jóvenes de todos los continentes conscientes de la
transformación que están generando en su entorno local, creando nueva cultura
de consumo, estableciendo nuevas demandas del mercado.Gobiernos e instituciones
tendrán que adecuarse si quieren co-crear un mundo más igualitario.
“Formar madres y quitar el velo
de la escasez. Mostrar que niños pueden cocinar comida saludable, orgánica, y
que niñas pueden ser astronautas, inventoras… De hecho, lo hago con mis propios
hijos emprendedores de 12 años y de 6 años, alcanzando un nicho de mercado
prometedor que necesita aprender a cambiar el sistema patriarcal de trato de
género que todavía tenemos en el occidente.”
Lo menos probable es una mujer
con 37 empresas y una familia feliz, con niños de 6 y 12 años que conducen
empresas, ¿no es así?
Moisés Ponce Carbajal
Director y productor de cine. En
una industria, para muchos, maleada, va en contra de las probabilidades con
cine independiente. Trabaja indistintamente con actores famosos, de poca
experiencia e inclusive con no-actores.
Cómo enfrenta la realidad del
cine mexicano:
“Dirijo Guajiro Producciones, que
se dedica a realizar cine mexicano independiente de alta calidad. También
imparto un taller de actuación con enfoque de cine (no es lo mismo que actuar
en teatro o televisión), junto con el gran actor Luis Fernando Peña. El taller
tiene como producto final un cortometraje con los alumnos; nos gustan los temas
que confronten, como lo fue la masacre de México en 1968. Tocamos los temas con
mucho respeto a la inteligencia del público.”
De qué forma obtiene ingresos de
ideas creativas:
“En realidad, las empresas se
benefician mucho de una ley de impuestos que implica que hasta el 10% del ISR
que pagan a Hacienda se invierta en una película que beneficie su marca y al
cine mexicano. Promovemos esa forma de financiar cine, pero no es la única.
Empezaré a producir una web serie como se debe. A veces me pregunto por qué
emprendo un proyecto en contra de toda lógica. Un productor en este país no
debe de hacer ni un solo proyecto sin pretender obtener retribución económica o
por lo menos salir “parejos”, pero yo tengo confianza que pese a que las
estadísticas indiquen lo contrario, la web serie se convierta en una excelente
herramienta para generar sinergia económica, si se hace bien, claro, porque el
mundo del internet es sumamente competitivo.
“El cine cambia la realidad del
mundo. Al calor de la noche, con Sydney Potier y Rod Steiger, logró en una
época difícil hacer entender a un público muy grande que blancos y negros son
iguales; el caló que utilizó e inventó el señor Ismael Rodríguez en Nosotros
los pobres, con Pedro Infante, hizo que todos en Tepito hablaran como en la
película; Steven Spielberg, con E.T., hizo que por primera vez el mundo viera a
los extraterrestres como aliados. Hay muchos ejemplos… el cine cambia al mundo
y yo invito a la gente a que lo cambiemos juntos, para bien.”
Lo menos probable es cambiar el
mundo con cine, tener éxito siendo independiente mezclando actores famosos con
no-actores. Hacer cosas aunque las estadísticas indiquen lo contrario.
Santiago Pando
Un hombre difícil de describir.
No es publicista, aunque lo fue con mucha fama. No es gurú, aunque parece. Es
un artesano visual (ver Creer es crear). De ser presidente de una de las
agencias más prestigiadas a nivel mundial y uno de los creativos más reconocidos
de México, pasó a ser algo más valioso: un ser humano que busca crear puentes
de entendimiento mediante la comunicación. Sus diferentes empréstitos buscan
reconectar a la gente con la naturaleza. Si esto te suena extraño, es que tal
vez necesites reconectarte #santiagopando.
Qué sucede en nuestra sociedad:
“Vivimos en el mundo al revés,
consumidos por las prisas, el estrés y el miedo. Estamos congestionados,
deprimidos y empastillados. Atrapados dentro de un círculo vicioso que
acidifica nuestra existencia porque la enfermedad es el gran negocio.”
A qué se dedica y en qué
beneficia a las empresas:
“A comunicar vida. Recordar.
Rehacer conexiones perdidas. Poner atención en que la salida a los problemas
está muy en nuestra mano. ¿Cómo? En la alimentación. La intención es invitar a
que los seres humanos, como individuos, lo comprendamos, y luego entonces las
empresas. Si tomas conciencia del valor del alimento sano, toda tu vida se
transforma. Lo mismo puede pasar con los cuerpos colectivos. La intención de
hacer una jugoterapia de 21 días es demostrar en carne propia que la naturaleza
te ayuda a revertir, a resanar, a reconstruir, a reconfigurar, a reaprender, a
reinventarte.” (Ver tráiler de Re-conexión natural.)
Empresas basadas en comer bien en
un mundo donde la industria está construida en comer chatarra es la forma menos
probable de vivir siendo un exitoso publicista.
Las 2 llaves faltantes del
secreto del “minus probabilismus”
Dice Jordi Mier, futurólogo de la
innovación, que existen tres futuros: el posible, el deseado y el esperado. El
posible es el interesante, el que reta a hacer lo impensable, el que determina
todo lo demás y se basa en deslindarnos de las limitaciones creadas por lo que
creemos son las probabilidades. No es que la probabilidad no exista, es que no
se basa en nuestros supuestos comunes, y eso es lo que nos hace tener una
visión corta y cuadrada en vez de expansiva y multiforme.
Ya sabemos que la mínima
probabilidad es quitarnos la cadena de la ignorancia. Pero faltan dos cosas más
para que esta estrategia nos sea útil:
4:54 p.m. Viernes pasado: Un
amable editor de Inglaterra y su subordinado especialista me dijeron que un
artículo tan largo es improbable que sea leído. Dicen que es poco probable que
a la gente le gusten los temas “profundos” y los términos rebuscados. Dicen que
a los proyectos sociales y a los viejos secretos jesuitas nadie les hace caso.
Escribe la nota dura, me dicen.
Y ¿sabes qué, querido lector? Tal
vez tengan razón en una cosa: es mínimamente probable que hayas llegado hasta
aquí. Por eso mismo, si sucedió… el resultado es muy valioso: cumple con el
secreto de la riqueza de los jesuitas.
Tal vez Phil Collins sabía de
esto, y por eso escribió “Against all odds” (contra toda probabilidad); lo
mínimamente probable es el verdadero lenguaje del amor y del universo. Se basa
en la fe en uno mismo y en la esperanza de que lo que se hace, por extraño que
parezca, vale la pena.
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