El Papa, la política y la Tierra
INFOnews - lunes, 22 de junio de 2015
Con impronta maradoniana, Francisco cita el
evangelio de Mateo: "Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la
derecha." Su encíclica Laudatio Si dejó a más de uno descolocado sellando
una brillante jugada. Como buen admirador del Diego, no evitó jugadas pícaras
como mirar de soslayo a países desarrollados y grupos económicos. Muchos
dirigentes celebraron la encíclica y otros, como conservadores de EE UU
representantes de intereses poderosos, le desconocieron autoridad y lo trataron
con indiferencia.
Algunos pensamientos vitales pueden explicar,
en parte, el modo en que fue tratado. La encíclica apunta a la preservación del
medio ambiente, pero teniendo en cuenta la íntima conexión entre Tierra y
Humanidad. "Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas
absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados
individualmente so pena de caer en el reduccionismo." Como San Francisco de
Asís, ubica a la tierra entre los pobres y oprimidos del mundo, porque la
debilidad del planeta confronta con los poderes económicos y los Estados
industrializados, los mayores responsables de la emanación de gases. "Son
inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia por los pobres, el
compromiso con la sociedad y la paz interior." La tierra merece un cuidado
especial, del mismo modo que los pobres del mundo, que son, además, quienes
padecen las peores consecuencias de la contaminación y la devastación de los
recursos naturales.
Tiene presente las regiones más débiles como el
África, sin olvidar a los millones de desplazados por la degradación ambiental,
la miseria y las guerras, por las que, agrega, ante el agotamiento de recursos
se crean escenarios favorables y se las disfraza de nobles reivindicaciones.
Otra idea medular, tal vez la más potente por
sus consecuencias, es que el Papa no sólo no desdeña de la política, sino que
la considera una valiosa herramienta. Sólo la presión de los pueblos, con sus
asociaciones y organizaciones, hará torcer el rumbo a los Estados y los grupos
económicos. Imposible no comparar con otras religiones que pugnan por
soluciones individualistas en una relación entre dios y el hombre, despojada de
todo vínculo con su sociedad y el medio ambiente. Ante gambetas como "la
política no debe estar sometida a la tecnología y las finanzas", "la
salvación de los bancos hace pagar los costos a la población", "debe
existir un Estado planificador", o "hay que derribar mitos como el
individualismo, el progreso indefinido, la competencia, el consumismo y un
mercado sin reglas" hay que aplaudir de pie.
Porque provocan daños ambientales, critica la
utilización de fertilizantes y agrotóxicos, el monocultivo y la generación de residuos
como consecuencia de la cultura del descarte. La introducción de cultivos
genéticamente modificados provoca una concentración de tierras con la
consiguiente desaparición de los pequeños productores, que se convierten en
trabajadores precarios generando migración y miseria.
La avidez económica fomenta cambio climático,
deshielos, crecimiento del mar, pérdida de selvas, acidez de los océanos,
deforestación para la agricultura. Ante ello, dice, se deben preservar los
grandes acuíferos, las barreras de coral, manglares y humedales, pulmones como
el Amazonas, sin socavar la soberanía de las naciones, en alusión a proyectos
de internacionalización de los recursos. Quienes tienen más recursos y poder
económico o político –que son los de más altos niveles de consumo- enmascaran
los problemas y ocultan los síntomas. "Hay que reducir drásticamente la
emisión de anhídrido carbónico, remplazar la utilización de combustibles
fósiles y desarrollar fuentes de energía renovable", sostiene.
Introduce el drama de la pobreza del agua que
se traduce en graves sequías que afectan seriamente la producción de alimentos,
y la calidad de agua disponible para los pobres, provocando muertes y
enfermedades, mientras que las subterráneas padecen contaminación por
industrias extractivas, sobre todo en países con falta de controles. Francisco
denuncia el afán de algunos de privatizar el recurso, convertirlo en mercancía
a manos de grandes empresas.
El crecimiento desmedido de las ciudades y el
derroche de energía son insalubres por la contaminación visual, acústica y del
aire, lo que se agrava con la privatización de espacios y urbanizaciones
ecológicas para pocos con su contracara de exclusión social y la inevitable
agresividad social. Se debe buscar la integración de las ciudades y no el
encierro en barrios para alcanzar una mirada de conjunto en la que los otros
dejen de ser extraños.
Tal vez pensando en los fondos buitre –y en las
opiniones de algunos candidatos presidenciales- dice que la deuda externa de
los países pobres se convirtió en un mecanismo de control, mientras que
"la tierra de los pobres del sur es rica pero la propiedad de los bienes
está vedada por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad
perverso". Para quienes propician medidas discriminatorias o elitistas,
cita el Leviatán: "La tierra con sus frutos pertenece a todo el pueblo,
aquellos que cultivaban y custodiaban el territorio tenían que compartir sus
frutos, especialmente con los pobres, las viudas, los huérfanos y los
extranjeros: No rebusques en la viña ni recojas los frutos caídos del huerto.
Los dejarás para el pobre y el forastero."
Sobre el conflicto por la tenencia de la tierra
se referencia en los obispos del Paraguay: "Todo campesino tiene derecho
natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar,
trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial. Este
derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio sino real.
Lo cual significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar
con medios de educación técnica, créditos, seguros y comercialización."
Francisco dice que el trabajo "es una
necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración,
de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los
pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver
urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a
través del trabajo."
Se debe aspirar a una gobernanza de los
océanos, al tratamiento de los residuos marinos, velar por los bienes comunes
globales. El derecho es una herramienta válida y los Estados deben tener
previsión y precaución en los procesos productivos y controlar la corrupción.
En ese contexto, se debe dejar de lado el inmediatismo político y los intereses
electorales que provocan miopía en la construcción de poder impidiendo la
construcción de una agenda a largo plazo.
¡No a la globalización de la indiferencia!
gritaron en su tribuna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario