Conocer nuestros deseos ocultos nos ayuda a
invertir mejor
The Wall Street Journal. - junio de 2025
Errores potencialmente devastadores
Si les pregunta a los inversionistas qué
quieren obtener de sus inversiones, la respuesta es obvia: ganancias. Obvio,
sin embargo, no es lo mismo que cierto.
Dentro de nosotros radican deseos que no
siempre expresamos y que a menudo ni siquiera estamos al tanto. Cuando tomamos
decisiones sobre nuestro dinero, con frecuencia tratamos de satisfacer esos
deseos emocionales ocultos, en lugar de buscar la mejor rentabilidad posible.
Sin embargo, no estar al corriente de tales
deseos nos puede conducir a cometer errores potencialmente devastadores que nos
pueden pasar factura tanto en el ámbito emocional como en el financiero.
Podemos comprar y vender acciones con
frecuencia, y perder dinero en el proceso, porque es divertido, algo más
parecido a un juego que a una sesuda planificación financiera. Por otra parte,
nos podemos negar a asumir riesgos sensatos para mejorar nuestros retornos por
temer a caer en la pobreza. También nos negamos a vender acciones cuyo valor se
ha derrumbado porque nos aferramos a la esperanza de que en algún momento
repuntaran y no queremos reconocer nuestra derrota. Por lo tanto, es importante
reconocer nuestros deseos ocultos para tomar mejor decisiones y, en última
instancia, conquistar las metas que necesitamos.
¿Qué estamos buscando? Hay tres tipos de
beneficios a los que aspiramos en todos los productos y servicios, incluyendo
los financieros: utilitario, expresivo y emocional.
Los beneficios utilitarios responden una
pregunta: ¿cómo me afecta a mí y mi bolsillo? El beneficio utilitario de un
vehículo, por ejemplo, es que nos transporta de un lugar a otro y el de una
inversión es que aumenta nuestro patrimonio.
Los beneficios expresivos reflejan nuestros
valores, gustos y estatus. Responden a la pregunta ¿qué dice acerca de mí,
tanto para el resto como para mí? Conducir un Prius, o invertir en un fondo
mutuo dedicado a las inversiones ecológicas, expresa responsabilidad
medioambiental. Conducir un Bentley, o invertir en un fondo de cobertura,
expresa un cierto estatus social.
Los beneficios emocionales son la respuesta a
la pregunta ¿cómo nos hace sentir? Invertir en un fondo ecológico nos hace
sentir virtuosos, mientras que hacerlo en un fondo de cobertura nos
enorgullece.
Dejemos algo en claro: no hay nada malo en
tomar decisiones por motivos expresivos o emocionales. Lo importante es estar
al tanto de ellos y reconocer que acarrean un precio, a menudo uno muy alto, en
la forma de mayores costos o una menor rentabilidad. Podemos incrementar la
suma de nuestros beneficios si entendemos nuestros deseos, sopesamos las
alternativas y tomamos una decisión inteligente. A continuación echamos un
vistazo a las cosas a las que aspiramos y cómo comprender los deseos detrás de
ellos.
Queremos jugar y, al mismo tiempo, superar al
mercado
Muchas personas creen que pueden superar el
desempeño de la bolsa si compran y venden acciones en forma constante. Presumen
que esto arroja un mejor retorno que limitarse a colocar el dinero en un fondo
indexado u otro vehículo que promete igualar el rendimiento del mercado.
Parte de esto proviene de un error clásico de
exceso de confianza. Muchos asumen que jugar al mercado es como practicar tenis
contra una pared en circunstancias en que, en realidad, hay un rival al otro
lado de la red, en la forma de presidentes ejecutivos que mueven el mercado e
inversionistas profesionales que aprovechan tales oscilaciones. Una encuesta
entre operadores amateurs del mercado halló que 62% preveía superar el mercado
durante los 12 meses siguientes.
No obstante, numerosos estudios han demostrado
que los retornos de los inversionistas que transan activos con mucha frecuencia
son, en promedio, inferiores a los de quienes sólo lo hacen en forma ocasional.
¿Por qué lo siguen haciendo? El corretaje de
valores, al igual que el tenis, aporta beneficios expresivos y emocionales. Es
entretenido jugar contra Novak Djokovic, aunque perdamos. En un sondeo, por
ejemplo, los inversionistas holandeses mostraron que les importaban más los
beneficios expresivos y emocionales que los utilitarios.
¿Cuál es la lección? No se engañe al pensar que
puede ganarle al mercado (los beneficios utilitarios) y, al mismo tiempo,
obtener los beneficios emocionales. Lo más probable es que el juego reduzca sus
ganancias. Es importante no asignar más que dinero que pueda perder al juego,
sin poner en riesgo su jubilación, educación o sus propiedades.
No queremos asumir pérdidas
¿Por qué los inversionistas venden las acciones
que generan ganancias antes de tiempo y se aferran a las que generan pérdidas?
La respuesta tiene principalmente que ver con nuestro deseo de obtener los
beneficios emocionales del orgullo y de eludir los costos emocionales del
remordimiento.
La compra de una acción marca un comienzo
esperanzador. La colocamos en una cuenta mental, registramos su precio de
compra de US$100 y esperamos cerrar la cuenta con una ganancia al vender la
acción a, digamos, US$150. Pero el precio se desploma a US$40 durante el mes
siguiente en lugar de aumentar a US$150. Pero es sólo una pérdida de papel y
creemos que el precio se recuperará pronto. La cuenta mental sigue abierta, al
igual que las esperanzas de transformar las pérdidas en ganancias.
Si la acción repunta y sube a US$150 nos sentimos
orgullosos y la venta de la acción sella nuestras ganancias y magnifica nuestra
sensación de orgullo. Las acciones suben y bajan por múltiples razones y el
remordimiento no tiene que castigarnos con severidad si los precios caen, ni
debemos felicitarnos por nuestra inteligencia si aumentan. Podemos superar
nuestros errores y asumir nuestras pérdidas.
Queremos ahorrar para el porvenir y gastar hoy
La tarea de planificar la secuencia de ahorro y
gasto durante nuestras vidas es abrumadora. Las tentaciones de gastar aparecen
en todas partes, desde necesidades como alimentos y un techo hasta lujos como
iPads, autos caros y grandes vacaciones. Gastar satisface nuestra necesidad de
obtener beneficios utilitarios, expresivos y emocionales. No obstante, la
insuficiencia de autocontrol frente a los deseos actuales de gasto puede
conducir a errores conforme dejamos que el hoy deje de lado las necesidades del
mañana.
Nada de esto es de extrañar. Es la fábula de la
hormiga y el saltamontes. Es la historia de porqué tantas personas tienen una
pensión insuficiente, si es que la tienen. Por obvio que sea, muchas personas
no entienden las necesidades emocionales que las atrapan. Sin embargo, hay
algunos mecanismos que nos ayudan. Los descuentos a nuestros salarios para
aportar a nuestras cuentas de jubilación ayudan a controlarnos durante nuestros
años en la fuerza laboral. Más adelante, la perspectiva de sufrir fuertes
multas desincentivan nuestros deseos de retirar los fondos antes de tiempo.
De todos modos, esas protecciones no son
perfectas, ni están disponibles para todos. Se necesita una contabilidad mental
cuidadosa para elevar el autocontrol indispensable para resistir la tentación
de gastar y promover el ahorro durante los años de trabajo y controlar el gasto
durante la jubilación para que no se acabe el dinero. En nuestra contabilidad
mental, colocamos los sueldos, dividendos e intereses en una cuenta de “ingresos”
y los distinguimos de una cuenta de “capital”, donde están las acciones y los
bonos. Podemos gastar el ingreso, pero no podemos tocar el capital.
Queremos ser ricos, pero tememos ser pobres
Se trata de dos impulsos relacionados, pero
contradictorios, que nos llevan en direcciones muy diferentes. Querer ser ricos
nos hace invertir la totalidad de nuestro portafolio en un puñado de acciones y
boletos de lotería. El temor a la pobreza nos exhorta a invertir todo el
portafolio en bonos soberanos. Resolvemos el conflicto interno entre estos dos
deseos al equilibrar nuestros portafolios mentales con cuentas dedicadas a cada
uno. Cometemos errores cuando dejamos que una cartera abrume a la otra.
Queremos estatus social
Con algunas inversiones, no solo esperamos
alcanzar la riqueza, sino un estatus social elevado. Vehículos como los fondos
de cobertura, el vino o el cine ofrecen a los inversionistas la esperanza de
alcanzar prestigio, además de retornos substanciales. Los millonarios comunes y
corrientes vuelan en aviones comerciales, aunque en primera clase, pero quienes
invierten en fondos de cobertura sueñan con un mundo exclusivo de aviones
privados que despegan a sus órdenes. Quienes financian películas, quieren que
sus nombres aparezcan bajo el rótulo de “productor ejecutivo”. Lo que pocos
saben es esas inversiones glamorosas raramente cumplen los objetivos
utilitarios más prosaicos y sus beneficios expresivos son pasajeros, si es que
se logran.
Sabemos, por ejemplo, que inversionistas
astutos, como los gestores de fondos de cobertura, pueden derrotar al mercado,
pero quienes creen que van a repartir sus ganancias con ellos se equivocan.
—Meir Statman es profesor de Finanzas de la
Escuela de Negocios Leavey de la Universidad de Santa Clara.
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