Erase la “institución deportiva perfecta”. El Dojo Kuda, símbolo respetable del karate en la región, conocido y reconocido por el buen nivel competitivo y formativo que evidenciaba, nacional e incluso internacionalmente, caracterizado por la unión y el esfuerzo.
Los dirigentes identificados con su institución, contemplaban felices la práctica deportiva de sus hijos; colaboraban unos con otros, se apoyaban y animaban constantemente. Los entrenadores eran sinónimos de ejemplo a imitar, llevando la enseñanza del deporte marcial; y, trasmitiendo el estilo y filosofía de vida.
Todo era “perfecto”, pero un día, después de un torneo nacional; un padre de familia y dirigente a la vez, empujado por el enojo de ver perder a su hijo, el cual era poseedor de un talento innato; reclamo al entrenador y demás dirigentes: ¿Por qué el bajo rendimiento de los muchachos?; el entrenador dijo, bromeando: ¿Por nada, quién sabe más, usted o yo?... a esto le siguió un silencio sepulcral.
Después de esa reunión, el club nunca volvió a ser el mismo. La dirigencia se dividió, formando cada segmento una nueva institución; la conversación alturada se transformo en una discusión exagerada. Todo exploto con un reclamo y una broma de mal gusto. Se crearon y guardaron rencores y resentimientos. Empezaron indirectas, insultos, rivalidades y frivolidades, y todos hacían comparsa (entrenadores, deportistas, dirigentes y padres de familia).
Con el tiempo se enfrascaron en discusiones sin sentido. Los dirigentes discutían, los entrenadores eran un ejemplo de resentimiento, los deportistas se alimentaban de resentimientos ajenos y los padres de familia agitaban cada vez más las rivalidades. De ser una gran familia, pasaron a ser rivales tradicionales; trasmitiéndolo de generación a generación. El resentimiento más perjudicial es el que inicia en un resentimiento personal, para luego trasladarse a lo institucional y termina consolidándose a nivel generacional.
Existen diferentes formas de pensar y proceder, que se respetan; pero el resentimiento en el deporte es sinónimo de estancamiento, quizá no deportivo, pero si personal. Vivir con dosis de perdón asociado a la tolerancia y vinculada a la adecuada comunicación, no garantiza evitar los resentimientos, pero si es garantía de prevenir los mismos. Los resentimientos no deben ser freno de la superación de una disciplina deportiva; pero de ser reales y no poder eliminarlos, debe empezar en uno mismo y morir en uno mismo.
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