Instagram: ¿Somos un producto o
emociones?
FORBES- 5 de octubre de 2018
Compartir a mi grupo social de
manera rápida, y el deseo de compartir fotos de lugares. Eso fue lo que fundó
Instagram y era un producto a la venta.
Quien fuera nombrado empresario
del año en 2016 ahora es probablemente una de las figuras de Silicon Valley más
criticadas por la forma en la que permitió a la democracia desvanecerse del
ecuador y moverse hacia los polos. Muchos periodistas y gente de tecnología que
lo admiraba por lo que había creado se dieron cuenta de que no cuestionaron el
uso final de su producto, las implicaciones respecto a la diseminación de la
información basada en las subjetividades de “tu círculo cercano y sus círculos
cercanos” sin un solo filtro de “posturas contrarias”. Si la tecnología sirve
para algo, es para ayudarnos como sociedad y eso también debería de incluir la
capacidad de darnos información de manera que nos vuelva personas críticas y no
únicamente seguidores.
Facebook destruyó los modelos de
negocios de las compañías de medios lo suficientemente estúpidos como para
pensar que su futuro consistía en entregar su contenido a Facebook. Compañías
que pagan sueldos a periodistas y editores que cuentan con una formación para
informar y cuestionar información, ayudándonos a crear cierta capacidad
crítica, definir líneas sin casarnos con ideas. Facebook no mejora a la humanidad
con esta capacidad humana que muy difícilmente podrá ser replicada por la
inteligencia artificial. La humanidad se nutre de cosas que hacemos como
humanos y que analizamos como humanos con poética, semiótica y lingüística;
pero que principalmente tenemos que vivir como emoción y saborear como arte.
Ben Thompson, analista de
tecnología en Stratechery y parte del podcast Exponent, es una persona que se
toma su tiempo para analizar situaciones de empresas de tecnología. En este
caso de Facebook y el abandono de los fundadores de Instagram llegó rápidamente
al punto. Argumenta, de manera precisa, a mi parecer, que los líderes de
Instagram son personas de productos, no verdaderos ejecutivos de negocios. Así,
mientras eran importantes, dejaron de estar a cargo en el momento en que la
compañía de Zuckerberg los compró. Eso es negocio y eso es vida.
Es así que en el entendido que la
vida es negocio nos olvidamos de que la vida es sensaciones y emociones;
compartimos con nuestras personas queridas los lugares que nos llenan y hacemos
historias (que todavía no logran monetizar como quisieran, ni han logrado que
IGTV compita con YouTube, o internamente con Facebook video).
Como un producto para humanos,
todas las piezas estaban ahí:
Tenía una razón para que ser
descargado: filtros geniales que, a diferencia de la competencia, eran
gratuitos.
Una formidable experiencia de
usuario: intercambio instantáneo en las redes sociales, sin saltar a través de
las galerías de imágenes (en especial con iOS).
Tenía las semillas de algo mucho
más grande que una aplicación de edición de fotos: era, desde el principio, una
red social en sí misma; como lo describe Chris Dixon, “Venga por la
herramienta, quédese por la red”.
Lo impresionante es que es lo
mismo que YouTube ofreció antes, y con algo tan fuerte, muchos se cuestionaron
si se necesitaba algo así para foto fija. Y al mismo tiempo, YouTube dejó a un
lado la red social y se volvió más plataforma de contenidos.
Hay mucha pasión de estos
productos, casi como piezas de arte. Pero el negocio que tienen que dejar para
sobrevivir a veces no va de acuerdo con la poética de ese atardecer que le
quieres compartir a tus amigos o ese momento de emoción con tu mascota,
familiares o amigos. Tampoco incluye la manera en la que haces que otros
saliven al ver ese platillo tan delicioso que dejaste “porque YOLO” en tu feed.
¿Estamos cuestionando lo correcto
de las empresas de tecnología o estamos reaccionando ante las cosas que
impactan nuestra vida cuando empiezan a hacerlo? Tal vez una computadora
cuántica nos ayude a responder la pregunta, tal vez lo resolvamos viendo el
planeta Tierra desde otro cuerpo celeste.
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