La
fórmula para tener reuniones de trabajo desastrosas
FORBES- 10 de Agosto de 2016
¡Cuidado! Las probabilidades de
tener resultados adversos de una mala junta de trabajo son altísimas y los
efectos dañinos suelen ser de amplio espectro.
La semana pasada me invitaron a
una reunión de trabajo en que los convocados salieron cabizbajos, arrastrando
los pies y algunos ni siquiera se despidieron. La presentación estuvo bien
diseñada: los gráficos eran muy atractivos, la cantidad de la información en
cada lámina era la adecuada, el cañón funcionó a la perfección y proyectó las
imágenes claramente. Hubo café, galletitas, las sillas eran razonablemente
cómodas, el lugar estaba bien ventilado. Las intervenciones fueron hechas por
personas que dominaban la información. Se hizo un esfuerzo importante por
convocar a las piezas claves, y al finalizar, la gente salió echando chispas y
los presentadores no entendieron qué sucedió. Es más, es muy probable que
sintieran que todo estuvo de maravilla y no se dieran cuenta del caos que
acababan de organizar. ¿Qué salió mal y por qué? Los directivos elevaron los
hombros y volvieron a sus actividades sin dar mucha importancia a lo que
acababa de suceder.
¡Cuidado! No debemos ser ingenuos
y desestimar las posibilidades de una reunión desastrosa. Las probabilidades de
obtener un resultado adverso después de una mala junta de trabajo son altísimas
y los efectos dañinos suelen ser de amplio espectro. No es suficiente hacer una
planeación adecuada de la reunión; hay que tener mucha cautela al hacer los
planteamientos. En la forma de decir las cosas radica la mitad del éxito o
fracaso de una reunión.
En teoría, las juntas de trabajo
se llevan a cabo para notificar resultados, informar cambios, motivar al equipo
y principalmente para propiciar un trabajo coordinado que ayude a conseguir
mejores resultados; por lo tanto, deben ser bien planeadas y tener un
planteamiento adecuado, ya que hacerlas mal puede traer resultados
catastróficos de corto y mediano plazo. Me refiero a esas juntas improductivas
que representan pérdida de tiempo y dinero para las empresas, así como aquellas
que, en vez de detonar resultados productivos, revientan como una herida
infecciosa y purulenta y hubiera sido mejor no convocarlas.
En la reunión de la semana pasada
se presentaron los resultados de la gestión del primer semestre. Los números
revelaban un 60% del avance del plan proyectado, lo que representaba una
recuperación con respecto al año pasado y los ubicaba como el equipo de mejores
resultados de la compañía. Con tan buenas cifras y tantos motivos para
festejar, la gente salió con un mal sabor de boca. Pareciera que siguieron la
fórmula exacta para confeccionar una calamidad.
La junta fue convocada a primera
hora de la mañana e inició media hora tarde. La directora del área apareció una
vez arrancada la junta. Al llegar interrumpió la presentación y en reiteradas
ocasiones elevaba la voz para contradecir. Se exigió a la gente guardar todos
los dispositivos móviles y ella no dejó de chatear en toda la junta.
En la reunión se abordaron los
mismos temas de siempre, los problemas de toda la vida. Sin embargo, ni se
plantearon líneas de solución ni se escucharon las sugerencias de los
asistentes.
Se dejó de lado la orden del día,
y una reunión que debió durar dos horas, se alargó cuatro horas más.
Se desestimaron todos los logros
y los avances alcanzados, y se concentraron en todo lo que hizo falta y en cada
uno de los detalles que no se habían conseguido.
En fin, se confeccionó la receta
de la junta desastrosa. El problema no fue haber pasado seis horas escuchando
lo mal que se había desempeñado un equipo de trabajo; fue haber hecho un
planteamiento en el que un buen equipo de trabajo recibió regaños por lo que le
faltó hacer, y no tuvo reconocimientos por lo bien realizado. Al salir, en vez
de que la gente se fuera concentrada en los puntos que debía mejorar, se fue
con la sensación de que su esfuerzo no valía la pena y con la tristeza de ver
que su trabajo no era valorado.
Las consecuencias fatales de una
reunión desastrosa son la desmotivación del equipo y la insatisfacción laboral.
Desmotivación. Es uno de los
comportamientos más tóxicos para una empresa y una sensación que se extiende
como la humedad de las paredes: llega un momento en que es muy difícil
contrarrestarla y los paliativos pueden hacer creer que ya se venció, pero con
el tiempo vuelve a aparecer.
Insatisfacción. Tiene como
secuela la pérdida de rendimiento, falta de interés en el trabajo, retrocesos,
distracciones, apatía e incumplimiento de las funciones habituales.
La grave consecuencia de una
junta desastrosa es que puede ser el caldo de cultivo de una desmotivación
grupal. Cuando un conjunto de personas se siente subvalorado se pueden generar
rumores acerca de la situación de la empresa, del punto de vista de los
directivos, del maltrato laboral, de bullying empresarial. También se dificulta
la comunicación organizacional. Y en grados extremos se generan costos
derivados de la baja productividad, abstencionismo, mala imagen y golpes a la
reputación.
Cuando un integrante del equipo
siente que su trabajo está mal percibido a pesar de la entrega y de los
esfuerzos realizados, se generan motivos para el resentimiento.
El enfoque: aquí, éstas son las
reglas y si no te gustan ahí está la puerta trae riesgos inmediatos: la pérdida
de talento que la empresa debió retener, el decaimiento del personal y la
retención de gente que no se va porque no le queda más que apechugar. Un
empleado triste será un triste empleado, y así serán los resultados que
entregará.
La forma inteligente de obtener
resultados
En general, establecer un
resultado ideal usualmente inspira a los participantes, que, si son abordados
en una forma adecuada, adoptan como suyos los retos y entonces se generan los
resultados esperados. Por ello, una junta de trabajo no debe ser un foro de
regaños, menos un espacio para ridiculizar a la gente ni un centro de egolatría
para los jefes.
Esto no significa que en una
junta no se deban abordar los aspectos que están mal o que deben mejorarse;
significa que se debe cuidar la forma de plantear las cosas, porque,
finalmente, en la forma de pedir está el dar. Una manera inteligente de lograr
resultados es buscar motivar a los integrantes del equipo poniéndoles una
zanahoria enfrente, en vez de sacar el látigo y azotarles el lomo. Esas
prácticas generan descontento y pergeñan pésimas reacciones.
Insisto, no debemos ser ingenuos
y desestimar las posibilidades de una reunión desastrosa. Las probabilidades de
obtener un resultado adverso después de una mala junta de trabajo son altísimas
y los efectos dañinos suelen ser de amplio espectro. Por lo mismo, hay que
poner especial atención en la forma en que se hará el planteamiento, sobre todo
si se pretende mejorar el desempeño del equipo de trabajo.
Cecilia Durán Mena-le gusta
contar. Poner en secuencia números y narrar historias. Es consultora,
conferencista, capacitadora y catedrática en temas de Alta Dirección. También
es escritora.
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