El
emprendedor que no escucha a su cliente, pierde
FORBES-24 de Agosto de 2016
El índice de error en proyectos
de emprendimiento es muy alto y lo que falla es el proceso de
comunicación entre el cliente y el proveedor. Las disrupciones están en la
forma de implementar el acercamiento al cliente. No sabemos escuchar.
Los nuevos métodos de
emprendimiento que buscan acelerar la introducción de productos y servicios al
mercado se basan en la administración de quejas y sugerencias. Tanto Eric Reis
como Alexander Osterwalder sustentan sus propuestas en la cercanía que se debe
tener con el usuario potencial y con el cliente objetivo. La base que sostiene
la idea es: ¿Quién mejor para dar el toque final a un producto o servicio que
el beneficiario mismo? Parece evidente acercarse a quien le queremos vender
para preguntarle cómo hacer para convencerle de que somos la mejor opción. Sin
embargo, no es tan sencillo como se percibe a primera vista. Tampoco tan
barato.
Tanto Lean Start up como Canvas
son modelos que buscan ahorrarle al emprendedor todos los gastos previos a la
puesta en venta y en general, cuando un emprendedor escucha que hay una forma
rápida y barata de concretar su idea, acceden con entusiasmo. Efectivamente,
estos modelos sí ayudan a acelerar la puesta en marcha de proyectos, pero
siempre hay consideraciones que se deben tomar en cuenta.
Las teorías administrativas
anteriores al surgimiento de Lean Start up y a Canvas se respaldaban en el
Proceso Administrativo en el que antes de lanzar al mercado cualquier producto
o servicio había que prever, planear y organizar. Ahora, la tendencia es
fabricar prototipos lo más austeros posibles para dejar a los usuarios la tarea
de determinar el producto final. Serán ellos los que den el pincelazo último.
La investigación y desarrollo que antes se hacía en la intimidad de las
compañías ahora se propone como una actividad a puertas abiertas basados en la
premisa de que el tiempo que se ocupa en prefigurar la idea es tiempo perdido,
mientras que permitir que el producto o servicio pruebe suerte y se complete
por el cliente es tiempo que se aprovecha y redituará en ahorros y beneficios
para el inversionista. Así, dicen, se evita el desperdicio que se genera al
corregir aquello que no le iba a gustar a la gente de todas formas y se ganan
valiosos minutos que abren la posibilidad de aprovechar una ventana de
oportunidad.
Claro que, en esa condición,
parece lógico aconsejar no derrochar recursos guardando el producto hasta que
el equipo lo considere terminado. Resulta absurdo no involucrar al usuario
final. Sin embargo, muchos de estos planteamientos se han condenado al fracaso.
El índice de error en proyectos de emprendimiento es muy alto, tanto en México
como en el mundo. Muchos de los negocios que abrieron sus puertas en enero no
lograrán mantener sus operaciones hasta el próximo diciembre, lo sabemos.
¿Fallan los nuevos métodos?, tal vez no. Quizás lo que falla es el proceso de
comunicación entre el cliente y el proveedor. Las disrupciones están en la
forma de implementar el acercamiento al cliente. No sabemos escuchar. Por
supuesto, si la base se desmorona, todo lo que se edificó, también se viene
abajo. Dada esta condición, es fundamental tener en cuenta los vicios en la
ejecución de estos métodos.
Las fallas más frecuentes
clasifican de la siguiente forma:
Emprendedores que están más
enamorados de su idea que de su cliente. Hay personas que creen a ojos cerrados
en su propuesta y no aceptan las sugerencias y modificaciones que vienen de
terceros. No las perciben como mejoras sino como críticas. En vez de valorar,
elevan los puños y defienden sus motivos a ultranza.
Empresas que bloquean la
comunicación. Son estas organizaciones que tienen números gratuitos para quejas
o sugerencias en los que nadie contesta, o que cuentan con una página de
internet en la que es difícil encontrar la forma de quejarse. Sucede en
pequeños emprendimientos y en grandes corporaciones. Son estas corporaciones
que intentan estar a la vanguardia y tratan de hacer creer que están escuchando
a sus clientes, sin embargo, cuando un cliente intentar hacerse escuchar,
resulta imposible. Traten de dejar alguna sugerencia de o, peor aún una queja
en la página de Hewlet Packard y entenderán de lo que estoy hablando.
Formularios eternos e
incomprensibles. En muchas regiones del mundo la gente está ávida de dar su
opinión, pero a la mayoría de los consumidores les agobia perder el tiempo
rellenando plantillas y contestando preguntas que les resultan tediosas y
tendenciosas.
No sabemos cómo aproximarnos al
cliente. Se quiere tomar de la mano al cliente y llevarlo a contestar aquello
que se quiere escuchar.
No sabemos escuchar al cliente.
Tenemos que entender que la mayoría de los seres humanos tenemos una tendencia
marcada a contestar aquello que creemos le va a agradar al que pregunta. Pero,
es necesario saber que una cosa es lo que decimos, otra es la que pensamos y
otra es la que sentimos. En medio de esta trilogía se encuentra la verdadera
opinión del cliente.
No hay voluntad para escuchar lo
que el cliente está diciendo. Una fuente de soluciones y de inspiración para
los proyectos son las quejas y sugerencias. Sin embargo, si esta información se
archiva o no se lee jamás, no generará frutos. Peor aún, si abrimos la puerta
para que el cliente opina y justo cuando está entrando se le azota en la nariz,
se genera coraje y frustración.
Como lo dice Eric Ries, hacer
planes y predicciones es inútil cuando no se resuelve un problema. Eso aplica
tanto para la vieja escuela como para las nuevas tendencias. Desgraciadamente,
nada funciona cuando tenemos a una persona arrobada por su propia idea, sin
poner atención a lo que el entorno tiene que decirle. La administración de
quejas y sugerencias es el camino de avance. Es visualizar al emprendimiento
como un gran experimento, al emprendedor como el alquimista que tiene en su
mano la varita mágica y al cliente como al cocreador de un valor por el cual se
resuelve una necesidad y con el cual se generarán beneficios.
Es cierto, estas nuevas
tendencias hablan de las altas posibilidades de fracaso y lo definen como un
requisito previo para el aprendizaje. Sin embargo, si el aprendizaje se basa en
poner atención al cliente y escuchar lo que está pidiendo y, si no se da un
buen manejo de las quejas y sugerencias, el fracaso no será una posibilidad,
será un hecho asegurado. En todo caso, el acento está en abrir los ojos, cerrar
el ego y aprender a recibir la crítica de quien debe ser nuestra primera prioridad:
el cliente y el usuario final. Si no queremos escuchar, ni la vieja escuela con
sus métodos será de utilidad.
En pocas palabras, un emprendedor
debe estar enamorado de su idea para atreverse a poner un pie en el mercado,
pero para triunfar, debe ofrecer su amor incondicional al cliente.
Cecilia Durán Mena- le gusta contar. Poner en secuencia números y
narrar historias. Es consultora, conferencista, capacitadora y catedrática en
temas de Alta Dirección. También es escritora.
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