La vejez es la edad de las posibilidades
FORBES- 3 de Agosto de 2016
Los nuevos mayores ya no son
viejitos adormilados que se sientan a ver correr la vida sentados en una
mecedora. Saben que la vida es como un paseo en bicicleta...
“Es sabido que las mujeres tienen
mayor esperanza de vida que los hombres.
Quizá se deba a que tienen
mayor esperanza en la vida que los hombres.”
Enrique Krauze
Hoy me detengo en la reflexión
que Krauze hace sobre la vejez. Dice que los noventa son los nuevos setenta.
Sostiene que la vejez ya no es lo que era. Nos da ejemplos de compañeros y
amigos que, siendo nonagenarios, siguen lúcidos, trabajando, haciendo
ejercicio, en fin, gozando de una vitalidad formidable. ¿Dónde está el secreto?
Esta semana leí una entrevista
que le hicieron a Nacho Trelles, quien a sus cien años sigue siendo un
referente en el futbol nacional. Todos queremos llegar a ser viejos en esa
condición, con la mente clara, con salud, pocos dolores y la capacidad de ser
independientes. La aspiración es legítima y también importante, y la
probabilidad de que todos lleguemos a ser viejos se eleva gracias al avance
vertiginoso de la medicina. Todos anhelamos ser viejos vigorosos y estar bien económicamente.
¿Se puede? Hay ejemplos de que así es.
También es verdad que la vejez no
es un estado que sea percibido con agrado. Los jóvenes de hoy repelen las
manifestaciones del envejecimiento. Los adultos contemporáneos –término
abominable que define a gente que pasó de los cuarenta y sigue actuando como de
veinticinco– huyen, como de la peste, de cualquier signo de chochez. Las
arrugas son mal vistas y las canas peor.
En las redes sociales, los grupos
de chavorrucos se han viralizado. La consigna parece ser: aléjate del que esté
viejo y ande dando imagen de ser mayor. Parece que acumular años y demostrarlo
es una enfermedad infecciosa y sumamente contagiosa.
Si dejas de pedalear, te
derrumbas
No es en balde este miedo. En un
mundo en el que se aumentan los años a la vida y el valor reinante es la
juventud, un adulto mayor a los cuarenta y cinco se encuentra en una situación
complicada: ya acabó su vida laboral y le resultará muy difícil colocarse en un
nuevo empleo si ya rebasó los cincuenta. Hay mucha depresión entre la gente que
busca empleo y no lo encuentra por esa simple razón: ya no son jóvenes.
En México, una persona que se
jubila se apaga y pierde ilusión. Al menos eso sucede con muchos pensionados.
La vida es así: si dejas de pedalear, te derrumbas, dice Krauze.
La ilusión de vivir se relaciona
con el interés que tengamos de seguir en el mundo. Y la desesperanza viene
aparejada con la sensación de inutilidad. Pero la responsabilidad de mantener
la esperanza es de cada uno, es una decisión personal que se construye desde
antes. Tiene que ver con un plan de vida y con la capacidad para ser
agradecidos. Así que debemos construir la vejez cuando todavía no somos viejos.
A la pregunta ¿quién me apoyará
en los años en los que ya no pueda ser productivo, quién pagará mis cuentas y
se hará cargo de mí? La respuesta es tú mismo.
Antes de cruzar la línea de la
senectud hay que cuidar la salud, ahorrar y asegurarse tranquilidad financiera,
conservar amistades, fertilizar los cariños, proteger el buen humor, hacer
deporte, mantenerse en línea y procurar una actividad que mantenga la mente
ocupada y en un estado creativo.
Tristemente, hemos estado tan
concentrados en evitar vernos viejos que nos hemos olvidado de planear los años
plateados. No se puede tapar el sol con un dedo; la posibilidad de llegar a la
etapa de la vejez es, afortunadamente, cada vez más grande. En esa condición,
lo mejor que podemos hacer es tener claridad sobre lo que haremos al llegar a
esa fase. Hablar de ella con naturalidad, entrar con frescura, es mejor que
tratar de frenar lo que es inevitable. Para ello no hay como planear, poner
manos a la obra y empezar a diseñar el último ciclo de la vida cuando aún
estamos fuertes, activos, sanos y económicamente estables.
Hace falta valor para
reconstruirse, para iniciar un proyecto y hacerlo florecer cuando se carga un
pasado de logros que es interrumpido. Saramago empezó a publicar después de los
sesenta y recibió el Premio Nobel de Literatura con casi ochenta años de edad.
Si se hubiera aferrado al escritorio que le daba su puesto de burócrata, jamás
hubiéramos hablado de él y nos hubiera privado de novelas tan bien escritas.
Los nuevos mayores
Si como dice Krauze, las mujeres
mantenemos una mayor esperanza en la vida, es porque cuidamos los diferentes componentes
de la vida y no nos circunscribimos a uno solo. Desde luego, también hay muchos
hombres que así lo hacen y llegan a cumplir un siglo felices de la vida y
sanos.
Si como dice Krauze, los noventa
son los nuevos setenta, es necesario reactivar la idea de la senectud y
relanzar la imagen de lo que significa ser mayor. La edad provecta debe
alejarse de los conceptos como decrepitud, inmovilidad, estorbo, dependencia… Y
para ello somos nosotros mismos los que tenemos que prevenir y proyectar. Si
somos capaces de preparar una vida cómoda en todas las etapas, lo más seguro es
que lo logremos.
El retiro debe convertirse en una
etapa gozosa en la que se disfrute del deber cumplido y se dedique a aquello
que nos apasiona. La vitalidad en la vejez viene de la esperanza, es decir, de
la certeza que da ir a dormir con la alegría de estar recorriendo el camino en
forma gozosa. Algunos creemos que un componente de fe ayuda a poner la mirada
en el futuro, con la convicción de que lo que viene es mejor.
Las posibilidades de la vejez no
se circunscriben únicamente a viajar, sacar fotografías, pintar o escribir
memorias; también se refieren al inicio de nuevos proyectos, al emprendimiento
de nuevos negocios o la concreción de buenas ideas; se relacionan con la capacidad
que tenemos de prefigurar el futuro, de imaginar escenarios y de presupuestar
adecuadamente. Los nuevos mayores ya no son viejitos adormilados que se sientan
a ver correr la vida sentados en una mecedora; son personas activas que quieren
y pueden ser gente en movimiento productivo.
Me parece que debemos trabajar
para tener una vejez, además de digna, divertida. Sí, coincido con Krauze en
que la vida es como un paseo en bicicleta: hay que seguir pedaleando con
alegría para llegar a la vejez llenos de vitalidad, con ganas de morirnos de
risa, y tal vez así, en una carcajada, nos sorprenda el siguiente paso.
Cecilia Durán Mena- le gusta contar. Poner en secuencia números y
narrar historias. Es consultora, conferencista, capacitadora y catedrática en
temas de Alta Dirección. También es escritora.
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