Los proyectos fantásticos de las
grandes petroleras, víctimas del precio del crudo
The wall
street journal- mayo de 2016
Las mayores firmas energéticas
del mundo están dejando de lado las grandes ideas que hace apenas un par de
años promocionaban como el futuro de la industria.
Desde Australia a Estados Unidos,
las víctimas de esta situación incluyen proyectos de perforación a grandes
profundidades, embarcaciones enormes que sirven como fábricas flotantes de gas
natural licuado (GNL) y tecnologías capaces de reducir las emisiones
provenientes de la quema de combustibles fósiles. Royal Dutch Shell PLC,
Chevron Corp. y la australiana Woodside Petroleum PLC figuran entre las
compañías importantes que cancelaron o aplazaron ambiciosas iniciativas.
Shell envió un claro mensaje el
miércoles, tras anunciar una caída interanual de 83% en sus ganancias del
primer trimestre. El conglomerado anglo-holandés divulgó una nueva reducción de
10% en sus gastos de capital este año para dejarlos en US$30.000 millones.
“Para ser brutalmente franco, cualquier inversión en instalaciones que deban
construirse desde cero, ya sea gas natural licuado flotante, aguas profundas u
otras alternativas, está siendo rigurosamente evaluada en cuanto a sus niveles
de costos y retornos debido al momento que atraviesa el sector”, afirmó Simon
Henry, director financiero de Shell, durante una conferencia telefónica.
Desde que los precios del crudo
empezaron a derrumbarse hace casi dos años, las petroleras han postergado o
cancelado proyectos por cerca de US$270.000 millones, según la consultora
noruega Rystad Energy. La mayor parte de esos recortes ha recaído sobre
iniciativas de alta tecnología que en su momento fueron consideradas cruciales
para contar con un suministro global sustentable de energía.
El cambio supone un vuelco
radical respecto de la situación que imperaba hace una década, cuando el
incremento de la demanda de petróleo y una disminución de los recursos
dispararon los precios del crudo y las energéticas emprendieron proyectos de
vanguardia sin importar su costo.
Según los cálculos de la firma de
información y analítica IHS Inc., las compañías de hidrocarburos redujeron en
15% sus gastos en investigación y desarrollo en 2015, cuando la cotización del
petróleo promedió US$50 el barril, respecto de 2014, cuando el promedio de
precios rondó US$100 el barril.
“Observamos un repliegue de los
clientes en los proyectos verdaderamente complejos”, dice Kishore Sundararajan,
director de tecnología de GE Oil & Gas, división de servicios energéticos
de General Electric Co.
Los esfuerzos para reproducir el
auge de la energía de esquisto de EE.UU. en otros países también se han
resentido. Los volúmenes generados por la fracturación hidráulica son los
principales responsables de la caída del crudo, pero la exportación de esta
técnica se ha topado con obstáculos políticos, geológicos y técnicos, agravados
por el derrumbe de los precios.
Ahora, el foco está puesto en
tecnologías capaces de reducir costos y mejorar la eficiencia en momentos en
que las mayores energéticas siguen recortando costos y despidiendo miles de
trabajadores.
ConocoPhillips reveló la semana
pasada nuevos recortes de gastos por US$700 millones para este año, la mitad de
los cuales resultarán de la decisión de no hacer exploraciones en aguas
profundas en el Golfo de México. A su vez, Exxon Mobil Corp. anunció en marzo
una reducción de 25% en sus gastos de capital en 2016 y prometió ser “muy
selectiva” en sus inversiones. La británica BP PLC dejó entrever el mes pasado
la posibilidad de hacer nuevos recortes de gastos si el mercado no se recupera
el próximo año.
Los precios del crudo han ascendido
a sus niveles más altos del año. Los contratos Brent, la referencia global,
llegaron a US$48,50 el barril a fines de abril.
De todos modos, las empresas
mantienen la cautela sobre retomar iniciativas complejas y caras. “No
estaríamos dispuestos a realizar un aumento significativo (aunque) los precios
del petróleo regresaran a US$60 el barril”, señaló Brian Gilvary, director
financiero de BP, a un grupo de analistas en abril. “Evaluamos detenidamente lo
que podemos hacer en los márgenes de nuestro actual portafolio”.
Unas de las grandes víctimas del
desplome de los precios han sido las plantas flotantes de GNL, buques inmensos
que esencialmente son fábricas marinas construidas para explotar yacimientos de
gas en lugares remotos. Durante mucho tiempo, el gas natural fue transportado
exclusivamente por gasoducto; las plantas de GNL lo transforman en líquido, que
puede ser transportado por barco.
Woodside Petroleum archivó el mes
pasado sus planes para tener una operación de GNL flotante en su yacimiento de
Browse, frente al litoral occidental de Australia. Según las estimaciones de
los analistas, habría costado US$40.000 millones. La empresa indicó que sigue
siendo partidaria de las plantas flotantes de GNL, pero que las actuales
condiciones del mercado no son conducentes a este tipo de iniciativas.
El trabajo en las plantas
gasíferas flotantes se ha estado desarrollando desde inicios de los años 90,
pero todavía no hay ninguna en operación. La caída de los precios y un
inminente exceso de suministro de gas natural están haciendo archivar
paulatinamente los planes para nuevos proyectos.
“No es el momento de los
proyectos de capital grandes y pesados, por lo que invertir grandes sumas ahora
no es probablemente la decisión más inteligente”, afirmó en abril Peter
Coleman, presidente ejecutivo de Woodside.
Los costosos esfuerzos para
reducir el daño al medio ambiente mediante la captura y almacenamiento de
carbono también son susceptibles al desplome de los precios. Los proyectos,
conocido como CCS por sus siglas en inglés, atrapan el dióxido de carbono liberado
por procesos industriales y lo guardan bajo tierra. Esta clase de iniciativas
son consideradas fundamentales por muchos analistas para impedir un cambio
climático catastrófico y muchas empresas son defensoras de la tecnología.
Shell y Chevron encabezan
ambiciosos proyectos en Canadá y frente a la costa de Australia,
respectivamente. No obstante, otros proyectos han demorado en despegar. CCS es
un proceso caro que a menudo depende de subsidios estatales. Shell canceló el
año pasado una planta propuesta en el Reino Unido luego de que el gobierno
retiró 1.000 millones de libras esterlinas en financiamiento. El bajo precio
del petróleo ejerce una presión adicional sobre cualquier proyecto nuevo.
“Esta clase de iniciativas
todavía están en pañales y son caras”, dijo el mes pasado John Watson,
presidente ejecutivo de Chevron.
En las aguas profundas del Golfo
de México, las petroleras examinan nuevas oportunidades con recelo. Chevron
realizó una rebaja contable de US$500 millones en 2015 tras cancelar el proyecto
de Bucksin-Moccasin en la región. BP no ha tomado una decisión final sobre si
seguirá adelante o no con la segunda etapa de una iniciativa que explota
reservas de petróleo y gas a 400 metros de profundidad.
No todos los grandes proyectos
están siendo postergados, pero los que se están llevando a cabo han sufrido
reducciones de costos. BP, por ejemplo, prevé continuar su proyecto Mad Dog en
el Golfo de México, pero cree que puede lograr mayores ahorros. La empresa ha
recortado 50% del costo de los primeros planes, que incluían un diseño a medida
y rondaban los US$20.000 millones.
Shell optó por seguir con la
iniciativa Appomattox con la meta de extraer 175.000 barriles diarios de
petróleo equivalente a 670 metros de profundidad en el Golfo de México después
de reducir los costos en 20%. Fue uno de un puñado de proyectos aprobados el
año pasado.
Prelude, el gigantesco carguero
flotante de GNL de la empresa, sigue en construcción y se espera que entre en
operación en 2018.
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