En busca de la fuente de la
juventud
The wall
street journal- mayo de 2016
¿Qué tal si hubiera una forma de
evitar los achaques y calamidades de la tercera edad? Nir Barzilai, director
del Instituto de Investigación del Envejecimiento de la Escuela de Medicina
Albert Einstein, en la ciudad de Nueva York, está trabajando en ello.
Personas mayores de todo el mundo
han estado acosando a Barzilai y sus colegas y muchos están escribiendo para
demostrar que merecen estar en una prueba clínica que se está planeando. Esto
ocurre pese a que la búsqueda formal de pacientes empezaría hasta dentro de un
año o más.
Un hombre de 71 años envió una
foto suya con una nota que dice: “¡todavía hago 100 flexiones todos los días!”.
Un ingeniero jubilado contó: “Completando dos crucigramas al día; caminando
30-45 minutos al día; tocando el piano por una hora al día; consumiendo 1000 mg
de curcuma”.
“Toda la humanidad está esperando
y observando”, escribió una persona de 76 años que enseña una clase de
“Introducción a Twitter” en un centro para personas de la tercera edad en Las
Vegas.
Potenciales participantes, de
todo Estados Unidos así como de países como Holanda, han inundado la oficina de
Barzilai con llamadas y cartas. Otros investigadores que participan en el
proyecto también se han visto abrumados.
Detrás de la manía está una píldora
genérica barata y ampliamente usada para la diabetes tipo 2 llamada metformina.
Los científicos planean un ensayo clínico para ver si el medicamento puede
retrasar o prevenir algunas de las enfermedades más devastadoras de la edad
avanzada, desde males cardíacos hasta el deterioro cognitivo y el cáncer. Para
poner a prueba la píldora, gerontólogos de 14 centros para personas de la
tercera edad a lo largo de EE.UU. harán un seguimiento de 3.000 personas
durante seis años. La mitad de los participantes recibirá el medicamento,
mientras que los demás tomarán un placebo.
“Evidentemente nos hemos metido
en algo que es fundamental para la humanidad”, afirma S. Jay Olshansky,
profesor de la escuela de salud pública de la Universidad de Illinois en
Chicago, quien participa en el proyecto.
Olshansky no ha visto este tipo
de interés de pacientes en un estudio médico. “Uno nunca es contactado por el
público, jamás”, dice.
Los investigadores médicos con
frecuencia tienen que prácticamente rogar para conseguir voluntarios, y a veces
incluso les ofrecen dinero. Un anuncio de búsqueda de sujetos para un estudio
sobre el sueño financiado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento,
por ejemplo, lo promociona como algo divertido. “¡Estudio de investigación del
sueño de 37 días! ¡Se necesitan participantes saludables de entre 55 y 70
años!” Los individuos “reciben hasta US$10.125”, dice el aviso.
El estudio de la metformina tiene
un atractivo más natural, reconoce Olshansky. “Estamos hablando del bien básico
más valioso del mundo: la vida en sí”.
Personas mayores han averiguado
su número de celular y lo han llamado reiteradas veces. “¿Cuál es tu
historia?”, le preguntó el doctor a un californiano que lo ha llamado
constantemente. El hombre, un emprendedor de 70 años, le dijo al doctor que
está disfrutando de la vida y no quiere que se acabe.
Algunas personas dijeron que
deseaban prolongar su vida de forma considerable, junto con sus prestaciones de
jubilación. “La idea de vivir hasta los 120 años me llena de gran emoción, y
también la idea de cobrar mi pensión hasta entonces sería un regalo
maravilloso”, escribió un británico de 71 años.
Otros parecen motivados por el
temor a un deterioro emocional y financiero. “No es tanto miedo a morir, es
miedo a vivir con dolor y agonía y ser una carga para todos los demás y mi
esposa”, aseveró Bill Thygerson, un ingeniero de sistemas de misiles retirado
de 70 años.
Muchos de los que se postularon,
como Thygerson, de Huntsville, Alabama, ya se cuidan. Ha reducido su consumo de
azúcar y carne roja y va al gimnasio con regularidad. Hace unos años, volvió a
su peso de cuando estaba en la universidad.
Aunque la esperanza de vida ha
aumentado de forma significativa en el último siglo, el envejecimiento también
aumenta las probabilidades de que alguien desarrolle cáncer, Alzheimer,
enfermedades cardíacas y otros males.
El interés de los gerontólogos en
la metformina encaja con la investigación de los Institutos Nacionales de Salud
de EE.UU., que también está probando formas de posponer o prevenir condiciones
debilitantes o costosas. La idea detrás del esfuerzo es apuntar a secuencias en
el cuerpo, a nivel molecular, que cuando son defectuosas pueden provocar
enfermedades crónicas o incluso la muerte, dice Rafael de Cabo, jefe de la Rama
de Gerontología Traslacional de la agencia.
En los últimos 12 años, su
laboratorio y otros han identificado múltiples compuestos, incluida la
metformina, que afectan estas secuencias y han permitido a ratones vivir de
forma más saludable en la tercera edad, y en algunos casos por más años.
Los investigadores consideran la
metformina la mejor opción de todas para probar en los humanos debido a su
historial de provocar pocos efectos secundarios o ninguno. Otra cosa que anima
a los investigadores es un estudio británico de gran escala publicado en 2014
que indicó que personas mayores con diabetes que tomaron metformina vivieron en
promedio más años que sus pares sanos.
El equipo que planea el estudio
en EE.UU. busca recaudar unos US$64 millones. Ninguna farmacéutica está
involucrada, y ninguno de los doctores tiene un interés financiero en la
píldora. Los investigadores planean reclutar personas de entre 65 y 79 años.
Algunos posibles participantes ya
han tenido que lidiar con una enfermedad. “Uno no piensa en la mortalidad hasta
que algo como esto te golpea directo en la cara”, dice por teléfono Randolph
von Gans, que vive en Marbella, España. Al semijubilado de 72 años le gustan
las actividades al aire libre y socializar, y recuerda que se sintió algo
“destrozado” durante un revés de salud que sufrió tras el bloqueo de una
arteria coronaria.
Incluso la hermana mayor de
Olshansky lo está presionando para participar en el estudio. Él le dijo que
escribiera una carta, al igual que los demás.
La hermana, Arlene Schultz, de 64
años, lo hizo. En una conversación telefónica, compartió sus inquietudes,
mientras caminaba en la cinta trotadora.
“No quiero verme vieja. No quiero
sentirme vieja”, dijo Schultz, una técnica de cuidado de la piel jubilada que
vive en Farmington Hills, Michigan. “Estoy tratando al máximo de combatirlo”.
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