Bayer y Monsanto, dos gigantes
con urgencias en un sector cada vez más consolidado
The wall street journal - mayo de
2016
La propuesta de adquisición que
Bayer AG le presentó a Monsanto Co. coloca en el mismo barco a dos gigantes de
los agroquímicos y las semillas que están obligados a transformarse en medio de
la profunda consolidación del sector y el cambiante entorno de los mercados
agrícolas.
Bayer necesita a Monsanto para
imprimirle mayor escala a su división agroindustrial en momentos en que su
nuevo presidente ejecutivo debe completar la ambiciosa reestructuración que
puso en marcha su antecesor. Monsanto, por su parte, está en una encrucijada
después de haber fracasado en sus intentos por adquirir la suiza Syngenta. En
apenas seis meses, el escenario cambió radicalmente: Syngenta aceptó ser
comprada por la estatal China National Chemical Corp., y Dow Chemical y DuPont
se embarcaron en su propia fusión.
Bayer y Monsanto —al igual que la
alemana BASF— están ahora a merced de rivales más grandes y tienen cada vez
menos opciones para combinarse.
Bayer y Monsanto confirmaron
entre la noche del miércoles y la mañana del jueves que la compañía alemana
formalizó una oferta de compra que integraría a dos de los mayores proveedores
de semillas de cultivos y pesticidas del mundo para crear la mayor empresa del
sector, con ventas anuales del orden de los US$67.000 millones.
Aunque los detalles de la oferta
no han trascendido, no está claro si a Monsanto le podría interesar. El valor
en bolsa del conglomerado estadounidense ronda los US$42.000 millones. Tampoco
hay garantías de que los reguladores vayan a aprobar la alianza. Si la plana
ejecutiva de Monsanto no estuviera de acuerdo, sería todavía más difícil
conseguir el beneplácito de los reguladores. De hecho, fuentes cercanas
cuestionan que Monsanto esté interesada en un pacto de esta naturaleza.
De lograr su objetivo, Bayer
profundizaría su presencia en el sector agrícola, que actualmente representa
22% de sus negocios. Los US$15.000 millones que factura Monsanto en semillas y
herbicidas darían a la agricultura una participación cercana a 40% en los
ingresos del grupo combinado, mientras que el resto provendría de los productos
farmacéuticos y de salud de venta masiva.
La compra de la operación global
de semillas de Monsanto y el negocio de su herbicida Roundup por parte de Bayer
crearía una compañía con una cartera con productos que van desde la Aspirina
hasta cultivos transgénicos que permiten a las plantas resistir tanto a
insectos como a herbicidas. La entidad combinada controlaría alrededor de 28%
de los pesticidas que se venden en todo el mundo, así como 36% de las semillas
de maíz y 28% de las semillas de soya que se distribuyen en Estados Unidos,
según cálculos de Morgan Stanley.
Monsanto disparó el furor de
fusiones en el sector el año pasado al buscar infructuosamente la adquisición
de Syngenta por US$46.000 millones.
Hugh Grant, presidente de la
junta y presidente ejecutivo de Monsanto, se ve ahora en el rol opuesto, como
líder de una empresa que es blanco de compra. Luego de la decepción con
Syngenta, Grant anunció el mes pasado que su compañía no contemplaba grandes
adquisiciones y que, en lugar de ello, se enfocaría en su negocio principal y
consideraría asociaciones o empresas conjuntas para desarrollar un negocio de
pesticidas más vasto. La capacidad adquisitiva de Monsanto también se diluyó en
medio del acecho a Syngenta: el valor de su acción cayó cerca de 20% en 12
meses antes de los informes de la semana pasada sobre una posible oferta de
Bayer.
La combinación de Bayer y
Monsanto consumaría la meta que tenía Monsanto cuando buscaba absorber a
Syngenta: la suma de una amplia cartera de pesticidas y una profunda capacidad
de investigación con la capacidad de Monsanto de desarrollar semillas de alto
rendimiento y fumigaciones más potentes. Al promocionar su fallido acuerdo con
Syngenta ante inversionistas y agricultores, Monsanto esgrimió la posible
reducción en el gasto de investigación mediante una combinación de funciones y
la capacidad de trasladar más rápidamente la efectividad de los nuevos
productos a los campos de cultivos.
El intento de Bayer se produce en
momentos en que el sector agrícola está bajo fuerte presión luego de tres años
de precios declinantes de granos y oleaginosas. Esto llevó a los ingresos de
los agricultores estadounidenses a sus menores niveles en más de una década y
forzó a las compañías a recortar los precios de las semillas, reducir el gasto
en investigación y hacer despidos. Monsanto rebajó este mes sus proyecciones de
ganancias para el resto del año fiscal y anunció la eliminación de 16% de su
plantilla.
La oferta de Bayer tuvo lugar dos
semanas después de la asunción de Werner Baumann a la presidencia ejecutiva. De
concretarse, no sólo sería la mayor compra de Bayer en sus 150 años de
historia, sino también en la historia empresarial de Alemania. Baumann, un
veterano de 28 años en el grupo, ha heredado el impulso de su antecesor, Marijn
Dekkers, que realizaba un agresivo esfuerzo para trasladar el foco de los
negocios de Bayer desde la modorra de los productos farmacéuticos y químicos a
las llamadas “ciencias de la vida”: salud del consumidor, medicamentos y
ciencias de los cultivos.
Baumann heredó de Dekkers una
empresa más esbelta y con menos aversión al riesgo, pero también con una deuda
sustancial, que podría complicar la apuesta por Monsanto. La deuda neta de
Bayer ascendía en 2015 a 17.450 millones de euros (US$19.680 millones), más del
doble de la deuda neta de 7.010 millones que tenía en 2011, antes de que Bayer
comenzara una serie de adquisiciones. Su deuda del año pasado se redujo
aproximadamente 11% respecto del máximo de 2014.
Un pacto con Monsanto podría ser
la última oportunidad de Bayer de asumir un rol protagónico en la ola de
consolidaciones y no quedar como un jugador de segundo nivel en el negocio de
agroquímicos, dice Markus Manns, gerente de cartera de Union Investment, un
accionista de Bayer. Según informes recientes, BASF SE, competidor alemán de
Bayer, también estaría interesado en Monsanto. BASF se negó a comentar sobre el
asunto.
Los portafolios agrícolas de las
dos compañías son geográficamente complementarios. América del Norte es el
principal mercado para Monsanto y Europa y Asia son las regiones donde Bayer
tiene mayor presencia. Bayer, con una cartera más amplia de herbicidas e
insecticidas agrícolas, puede vender en más países que los 28 que hoy permiten
los cultivos genéticamente modificados, un negocio cuyo crecimiento global se
ha desacelerado.
Conforme los precios de las
materias agrícolas han caído en todo el mundo y las semillas biotecnológicas
han alcanzado un punto cercano a la saturación en los grandes mercados donde
están autorizadas, como EE.UU. y Brasil, la superficie cultivada con las
semillas transgénicas se redujo 1% el año pasado, la primera vez que se
registra una caída, según el Servicio Internacional para la Adquisición de
Aplicaciones Agro-Biotecnológicas.
Bayer no tiene una presencia significativa
en el negocio de semillas de maíz y soya, los dos mayores cultivos por
superficie ocupada, aunque la superposición de las unidades de semillas de
verduras y algodón tendría que ser abordada a través de desinversiones, dijeron
analistas luego de que Bloomberg reportó la semana pasada que la compañía
alemana estudiaba una propuesta a Monsanto.
Al mismo tiempo, la fusión podría
forzar a Bayer a salir del negocio del herbicida glufosinato, que compite con
el glifosato de Roundup, así como de los genes de semillas relacionadas que
permiten a las semillas de maíz, algodón y soya resistir aquel herbicida,
dijeron los analistas.
La escala de la unión
Bayer-Monsanto también pondría a prueba el apetito de los agricultores por la
consolidación. La propuesta de Monsanto por Syngenta y la fusión de Dow y
DuPont pusieron de relieve las preocupaciones sobre competencia en el cinturón
agrícola estadounidense, ante la perspectiva de que un número cada vez menor de
firmas ejerza el control de una porción mayor de los negocios de semillas y
pesticidas. La Unión Nacional de Agricultores de EE.UU. y otros grupos
señalaron que las fusiones podrían impulsar los precios de sus insumos y darles
menos opciones en los elevadores de granos y los proveedores a quienes compran
sus semillas y agroquímicos.
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