En EE.UU., el trauma de la crisis
dejó cicatrices financieras y psicológicas
The wall
street journal- mayo de 2016
Gary Reece ganaba más de
US$100.000 al año cuando perdió su empleo en una firma tecnológica en 2000. En
2008, cuando fue despedido de su siguiente empleo, ganaba la mitad. Ahora, a
los 61 años, sigue desocupado y dejó a su familia en San José, California, para
asistir por unos meses a la universidad y terminar sus estudios.
“Donde quiera que vaya, la gente
pregunta, ‘¿A qué te dedicas?’”, cuenta. “Uno no tiene mucha identidad si tiene
que contestar: ‘No me dedico a nada’”.
La recesión en Estados Unidos
terminó hace siete años, pero el desempleo y el subempleo han socavado la posterior
expansión económica. Una creciente cantidad de estudios sugiere que el trauma
económico ha dejado profundas cicatrices financieras y psicológicas, que
podrían perdurar por décadas.
Aproximadamente uno de cada seis
trabajadores en EE.UU. perdió su empleo durante la recesión que abarcó de 2007
a 2009. Hoy, casi 14 millones de personas buscan trabajo o tienen uno de medio
tiempo.
Las investigaciones sugieren que
incluso para los millones que volvieron a tener empleo, los efectos de haberlo
perdido perduran por años. Ganarán menos durante años y tendrán menos
probabilidades de comprar una vivienda. Muchos sufrirán problemas psicológicos
y sus hijos tendrán un peor rendimiento en el colegio y ganarán menos en su
vida laboral.
“Los efectos promedio son severos
y de muy larga duración”, dijo Jennie Brand, socióloga de la Universidad de
California en Los Ángeles. “No hay una recuperación rápida”.
Según estimaciones de la Oficina
de Presupuesto del Congreso, la economía de EE.UU. sigue obstinadamente por
debajo de su potencial y muchos estadounidenses probablemente no se habrán
recuperado del todo cuando llegue la próxima recesión. Economistas de J.P.
Morgan Chase & Co. predijeron que es más probable que una nueva recesión
ocurra dentro de los próximos tres años a que no ocurra.
La ira por el estancamiento de
los salarios, entre otros factores, ha contribuido a impulsar las candidaturas
presidenciales de Donald Trump y Bernie Sanders. Justo después de la recesión
que comenzó en diciembre de 2007 y terminó en junio de 2009, el Centro J.
Heldrich John para el Desarrollo de la Fuerza Laboral de la Universidad de
Rutgers hizo una encuesta sobre las causas del alto desempleo. Las principales
respuestas que obtuvo fueron: mano de obra extranjera barata, inmigrantes
ilegales y banqueros de Wall Street.
Cerca de 40 millones de personas
perdieron sus empleos durante la recesión, según el Departamento de Trabajo de
EE.UU. y la tasa de desocupación alcanzó 10%. Henry Farber, economista de la
Universidad de Princeton, calcula que la tasa de pérdida de empleo llegó a 16%
entre 2007 y 2009.
Al igual que en recesiones
anteriores, millones enfrentaron un fenómeno que los economistas denominan
“cicatriz salarial”. Cuando una persona que pierde su trabajo regresa al
mercado laboral a menudo acepta un recorte salarial como precio para volver a trabajar.
En esta ocasión, el daño se
agrava porque la recuperación del mercado laboral ha sido dolorosamente lenta.
En los últimos años ha habido un número inusualmente alto de personas buscando
empleo durante más de seis meses y de trabajadores de medio tiempo. “Les cuesta
mucho más encontrar un trabajo, y en particular uno de tiempo completo, lo cual
inmediatamente se convierte en un descenso de los ingresos”, dijo Farber.
Reece, el residente de San José,
jamás pensó que le costaría tanto. La primera vez que lo despidieron, después
de una fusión hacia el final de la burbuja puntocom, ganaba US$120.000 al año,
más bonificaciones y opciones sobre acciones, como gerente de una empresa de
tecnología. Luego se desempeñó como técnico del departamento de educación del
Condado de San Mateo, donde ganaba alrededor de la mitad. Cuando volvió a ser
despedido en 2008 buscó empleo, sin suerte. “Empecé a trabajar a los 14 años y
nunca imaginé que me quedaría desocupado”, confesó. “Siempre pensé que
encontraría un empleo y me desconcertaba no poder hacerlo”.
Su familia dependió entonces del
salario de su esposa y del alquiler de una casa. Con el tiempo, Reece volvió al
Union College de Lincoln, Nebraska, donde había estudiado sin graduarse en los
años 70, para completar su licenciatura. Se graduó a principios de mayo y ahora
planea reanudar su búsqueda en California.
A pesar de la tibieza del
crecimiento económico, el mercado laboral de EE.UU. está en vías de
recuperación. La proporción de la población en edad productiva que tiene un
empleo ha subido desde los mínimos tras la recesión. En abril, el desempleo
alcanzó 5%, la participación de la fuerza laboral se ha estabilizado y el
crecimiento de los salarios parece estar afirmándose.
No obstante, al cabo de cinco
años solamente uno de cada cuatro desocupados que vuelven a emplearse gana lo
mismo que antes, según Till von Wachter, economista de la Universidad de
California en Los Ángeles. La brecha salarial entre quienes sufrieron un lapso
de desempleo y quienes no subsiste durante décadas. Según una estimación, las
personas que perdieron su trabajo durante una recesión ganan después de 10 a 20
años entre 15% y 20% menos que los que no lo perdieron.
Luego de la última recesión, uno
de cada cuatro estadounidenses dudaba que su calidad de vida mejoraría con el
tiempo, en comparación con 15% en la década de 2000, según la Encuesta Social
General realizada por NORC en la Universidad de Chicago.
Perder el trabajo tiene
consecuencias mayores que las financieras. El desempleo implica a menudo
aislamiento, que puede despojar a la gente de su identidad y de la red social
basada en los compañeros de trabajo. Los investigadores han relacionado la
pérdida de empleo al estrés, la depresión y los sentimientos de desconfianza,
ansiedad y vergüenza.
Es probable que la recesión haya
exacerbado las alarmantes tendencias que surgieron luego del final de la
bonanza económica de los 90. Según una investigación de Anne Case y Angus
Deaton, economistas de la Universidad de Princeton, la tasa de mortalidad entre
estadounidenses blancos de mediana edad aumentó como consecuencia de suicidios,
abuso de sustancias y enfermedades del hígado, dolencias potencialmente
vinculadas con penurias económicas.
Datos que abarcan los años de
recesión muestran un vínculo entre el alto desempleo y el aumento del abuso de
analgésicos y alucinógenos. Entre 1999 y 2014, la tasa de suicidios en EE.UU.
subió 24% y se aceleró desde 2006, según los Centros para el Control y la
Prevención de Enfermedades. Un estudio sobre varones de Pensilvania que durante
la década de los 80 perdieron trabajos de muchos años, detectó un aumento de la
mortalidad después de un despido.
Los investigadores dicen que los
hijos de personas que pierden su empleo tienen peor desempeño en la escuela y
mayores probabilidades de repetir curso. El despido de un padre está
relacionado con un riesgo sustancialmente mayor de ansiedad y depresión en sus
hijos. En un estudio, los hijos de hombres que fueron despedidos ganaban
salarios 9% más bajos que personas cuyos padres habían conservado el empleo.
En 2001, cuando se graduó de
abogada, Elizabeth Train consiguió un trabajo de US$45.000 al año. A principios
de 2015, sigue ganando lo mismo, aproximadamente una cuarta parte menos que
hace 14 años si se descuenta la inflación. “Yo sé que valgo más”, dijo esta
madre soltera de tres hijos. “Pero llega un punto en que una tiene que tomar lo
que pueda”.
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