La ‘uberización’ de los bancos
The wall
street journal -domingo, 8 de mayo de 2016
SAN FRANCISCO—En el congestionado
distrito financiero de esta ciudad encontrará una sucursal de Wells Fargo Bank
con un coche histórico en su interior. Pero yo estaba interesado en hablar con
un ex empleado de Wells Fargo, así que me dirigí a SoFi, una compañía de
tecnología financiera que trata de revolucionar el sistema bancario. Fui a
Presidio, una antigua base militar ahora comercializada, con una hermosa vista
al puente de Golden Gate, Alcatraz y, si la niebla lo permite, al futuro.
Al interior de las oficinas
modernas de plano abierto de SoFi me reuní con Mike Cagney, presidente
ejecutivo, presidente de la junta y cofundador de la firma, quien estaba
vestido con una camiseta gris de la empresa y jeans. Este californiano de 45
años habla con una voz profunda y pausada, con un trasfondo de seguridad y
emoción. ¿Por qué tan emocionado y seguro? Porque usa un modelo basado en los
smartphones para hacerle a los bancos lo mismo que Amazon le ha hecho a las
librerías y Uber a los taxis. “Va a haber una redistribución sísmica de la
capitalización de mercado en la banca”, aseveró. “No lo verán venir hasta que
suceda”.
Los televidentes no estaban muy
seguros de lo que vieron cuando SoFi trasmitió un comercial de “préstamos
excelentes para gente excelente” durante la final de fútbol americano, conocida
como Super Bowl, en enero de este año. No obstante, el prominente anuncio de
televisión plantó una bandera para una compañía joven con sueños grandes. La
pregunta es si SoFi resultará ser más Apple o más Pets.com, uno de los fracasos
más sonados de la fiebre puntocom.
Lo que empezó hace unos años como
una empresa pequeña e ingeniosa ofreciendo préstamos estudiantiles a alumnos de
la escuela de negocios de la Universidad de Stanford se ha extendido a créditos
estudiantiles más generales y ha añadido préstamos hipotecarios, personales y
gestión de patrimonio. Cagney dice que SoFi ha otorgado 150.000 préstamos que
totalizan US$10.000 millones y que actualmente tiene una tasa mensual de
originación de préstamos de US$1.000 millones.
¿Cómo lo logró? El aspirante a
matador de bancos creció haciendo surf en el sur de California. Cagney dice que
lo aceptaron en universidades de buena reputación, pero que su prioridad era
encontrar las mejores olas, así que se matriculó en la Universidad de
California en Santa Cruz, donde recibió un título de economía aplicada. También
aprendió por su cuenta codificación informática. En 1994, siguió la ruta
tradicional y trabajó en un banco, Wells Fargo, gestionando el nivel de riesgo
en créditos. “Vendíamos un canje de crédito a XYZ y luego lo pasábamos a J.P.
Morgan”, relata.
El joven sugirió que el banco
podría ganar mucho más dinero si mantenía el riesgo internamente. Pero la
tecnología era antigua —lenguajes Fortran y Cobol y terminales 3270 de IBM— así
que le adjudicaron un proyecto de un año para establecer un sistema moderno.
“Me dediqué a eso con mi esposa durante un fin de semana, reescribí todo y lo
implementé”. El banco ganó toneladas de dinero negociando derivados, recuerda,
pero como todo el mundo en Wall Street sabe, las buenas remuneraciones están en
la banca de inversión, no en la comercial, así que la gente realmente buena se
marcha.
Cagney dejó Wells Fargo en 2000
para fundar una firma de software de gestión de patrimonio. Era una época
difícil, justo cuando explotó la burbuja de Internet. La bautizó Finaplex,
tampoco un nombre muy atinado, ya que resultó también ser el nombre de una
hormona del crecimiento. En 2007, Finaplex fue vendida y Cagney empezó a
recaudar dinero para empezar a hacer corretaje de nuevo. Todo el mundo le dijo
que había estado lejos del mercado demasiado tiempo, pero él pensó que era el
mismo mercado y se dedicó de lleno.
“Una de las características más
importante de un emprendedor es ser lo suficientemente obtuso como para no
escuchar a todo el mundo que le dice que no puede hacer algo”, dice Cagney,
“pero no tan obtuso como para tratar de fabricar autos que vuelan”.
La familia Getty fue un
inversionista ancla y en un momento llegó a tener 200 socios limitados y un
fondo cercano a US$1.000 millones. Lo cerró en 2008 para concentrarse en tres
inversionistas. Uno de ellos es Gordon Getty, quien lo instó a encontrar una
mejor forma para que los bancos operaran sin un apalancamiento excesivo. Esto
lo puso a pensar, al igual que una reunión con Chris Larsen, que había fundado
el prestamista peer-to-peer Prosper Marketplace. “Era el único que estaba
haciendo algo disruptivo”, señala Cagney. “Me encantó la idea de sacar de en
medio a los bancos, pero simplemente no me gustó su cliente” promedio, dice.
Cagney se refiere a un cliente con un alto puntaje de crédito (prime), en busca
de consolidar su deuda.
Pero la idea estaba plantada.
Cagney se inscribió en un programa de investigación de un año en la escuela de
negocios de la Universidad de Stanford, un caldo de cultivo de ideas
disruptivas. Allí conoció al futuro cofundador de SoFi, y empezaron a estudiar
clases de activos. Los préstamos estudiantiles eran interesantes: un mercado en
Estados Unidos de US$1,3 billones (millones de millones), 65% de los
estudiantes de escuelas de negocios piden prestado y en ese entonces pagaban
tasas de entre 6,8% y 7,9% con un costo de capital de 4,5% ,siempre y cuando
pudiera gestionar el riesgo.
“Hay crédito realmente bueno allí
si excava lo suficiente”, anota Cagney. El emprendedor escarbó hasta que habló
con directivos de ayuda financiera en la universidad que le dijeron que nadie
había dejado de pagar su préstamo estudiantil en 30 años. Fue cuando tuvo una
idea.
Cagney obtuvo una licencia de
prestamista y luego le pidió a cada uno de 40 ex alumnos US$50.000 a cambio de
un interés de 5%. Su plan era prestar US$20.000 a cada uno de 100 estudiantes a
una tasa de 6,25%, quedándose con la diferencia. Lo que los bancos hacen todos
los días.
Al principio, ningún estudiante
solicitaba un préstamo. “Empezamos a tratar de convencerlos cerca de la oficina
de ayuda financiera de la universidad, éramos bastante agresivos, y les
preguntábamos porque habían optado por el préstamo del gobierno y no por el que
tenía una tasa más baja. Nos dijeron: ‘bueno, no tengo idea de quiénes son
ustedes. ¿Qué es SoFi? ¿Me van a llamar mientras estoy cenando?’ Fue mi primera
lección en marca”. Con el tiempo encontraron 100 clientes y ninguno de ellos ha
dejado de pagar sus créditos. Así nació Social Finance Inc. La empresa de
cuatro años se conoce ahora con el nombre de SoFi, porque “la gente pensaba que
le estábamos prestando dinero a las ballenas”.
Escarbar en busca de un buen
nivel de riesgo funcionó en Stanford y Cagney pronto cayó en cuenta que podía
aplicar el mismo concepto en otras partes. En lugar de depender en los puntajes
de las agencias de crédito basados en los antecedentes de un potencial deudor,
SoFi mira hacia adelante. Eso significa preguntar preguntas básicas: “¿Gana más
dinero del que gasta?” y calibrando a qué universidad fueron los solicitantes,
cuánto tiempo llevan empleados, qué tan estable será su ingreso con el tiempo.
Cagney asegura que SoFi ha
refinanciado cerca de 100.000 préstamos estudiantiles, con solo 14 cayendo en
cesación de pagos. Y la mitad de esos se debió a que el deudor falleció. “Nadie
ha generado una cartera de crédito que se ve como esta”, asegura. “Nuestra tasa
anual de impago es de menos de dos puntos básicos (0,02%)”.
¿Pero acaso no está SoFi
escogiendo a los mejores deudores? Claro. ¿Por qué los bancos no pueden hacer
esto? Porque si usa el dinero depositado por los clientes para extender
préstamos, como lo hacen todos los bancos, cae bajo la jurisdicción de la
legislación estadounidense que prohíbe la discriminación contra áreas de bajos
ingresos. A cambio, los bancos usan apalancamiento, pero eso es coquetear con
problemas.
SoFi no acepta depósitos, así que
está libre de la supervisión de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos
(FDIC, por sus siglas en inglés). La firma no es un banco, al menos en el
sentido estricto de la palabra. En lugar de eso, SoFi recauda de inversionistas
el dinero para sus préstamos, más recientemente US$1.000 millones de SoftBank y
el fondo de cobertura Third Point, a cambio de casi 25% de la empresa. SoFi usa
su ampliado balance para extender préstamos y luego examina muchos de ellos
para venderlos a los inversionistas para posteriormente extender más préstamos.
Sí, esto suena como lo que estaba
pasando antes de la crisis de los préstamos hipotecarios de alto riesgo, o
subprime, pero con un algoritmo altamente refinado y una cartera de préstamos
cuidadosamente seleccionada.
En lugar de la FDIC, SoFi es
monitoreada por la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, que hasta
ahora no ha actuado en contra de la firma, pero Cagney debería cuidar su
espalda.
Por ahora, sigue en estado
exuberante, ansioso de hablar de los bajos costos administrativos de SoFi,
gracias a su algoritmo y a su capacidad para captar buenos deudores en forma
barata. La mitad del volumen de SoFi llega a través de referencias. Y todo se
hace a través de un teléfono inteligente. El empresario también dice que la
firma ofrece un servicio sin igual para sus clientes. “Hacemos cosas como
recursos profesionales, lo ayudamos con su currículum. Le hemos conseguido
nuevo empleo a la gente en 170 ocasiones”. Mejor que una cesación de pagos.
Esta es la razón por la que los
bancos son vulnerables. “La gente puede copiar nuestro modelo de evaluación de
riesgo”, observa. “Se trata de reclasificar lo que es el negocio. No es una
banca de transacciones. Lo importante es dinero, carrera y relación”.
A medida que se expande la
tecnología financiera, más competidores le aparecen a SoFi, como Prosper,
Lending Club, OnDeck y otra decena más. Cagney dice que está más concentrado
con los rivales grandes: Wells Fargo, J.P. Morgan, Citi y Bank of America. “Si
yo fuera un banco”, dice, “ocuparía el sexto y séptimo lugar en términos de
producción de préstamos al consumidor”. Sí, pero hay una brecha muy amplia.
Wells Fargo tienen 65 veces el volumen de SoFi, por ahora.
Los costos bajos le permiten
tener escala, y debido a que la sucursal de SoFi es el smartphone, la compañía
solo necesita añadir más servidores a medida que capta más capital. Ah, y
mantener satisfecho al gobierno. SoFi tiene licencias en todos los estados de
EE.UU., excepto en Nevada, que requiere un sucursal física.
“Tenemos 49 reguladores estatales
cada uno con leyes diferentes”, señala Cagney. “Reglas que fueron escritas hace
80 años. Un estado dice que no se pueda hacer un segundo préstamo si el acuerdo
fue entregado a caballo”. Al empresario le gustaría obtener una licencia para
todo EE.UU., pero eso conllevaría los enredos de una regulación federal que
prefiere evitar.
SoFi, necesitaría pasar de
US$10.000 millones a US$100.000 millones en préstamos a los consumidores si
quiere desplazar los grandes bancos de la misma forma que Amazon socavó a las
cadenas minoristas o Uber a los taxis. Los escépticos dicen que eso es poco
probable, especialmente cuando el cicló económico pasa por un bache. Los bancos
están en terreno más seguro porque los ahorradores permanecen y están felices
de no ganar nada a cambio de cheques y cajeros automáticos gratis.
¿Y qué pasa si los grandes bancos
absorben SoFi? Cagney dice que están interesados en poner sus nombres en la
plataforma de préstamos y dejar que él administre el servicio. Los bancos,
agrega, “quieren que hagamos la plomería. Si realmente está tratando de cambiar
las cosas del lado del consumidor, la plomería no es la opción”. En lugar de
eso, las empresas de seguros y los fondos soberanos pueden querer alquilarle
sus balances. Mi opinión es que como cualquier emprendedor de verdad, o
surfista, querrá aprovechar esta ola lo más que pueda.
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