El emprendedor que crea
aplicaciones encerrado en una cárcel colombiana
FORBES- 23 de Mayo de 2016
Mayer Mizrachi Matalon cumple su
rol como CEO de Criptext, una app de mensajería cifrada, desde la prisión de
máxima seguridad de La Picota, en Bogotá, a donde fue ingresado hace cinco
meses. Ésta es su historia.
La vista desde la celda de Mayer
Mizrachi Matalon es de las mejores de la prisión: casas de ladrillo rojo
rodeadas por los ondulantes y fértiles campos de Bogotá, Colombia, arropados
por mullidas nubes blancas en el cielo azul.
Dentro de los barrotes oxidados
de la cárcel La Picota, la realidad es mortal. Pequeñas literas, estantes con
algunos paquetes de víveres, cubetas usadas para almacenar agua para lavar,
tomar, lavarse los dientes y limpiar el inodoro.
Sus dos compañeros cumplen una
condena por crímenes ligados al terrorismo y el narcotráfico, algo común en la
infame Picota. Al igual que Mizrachi, quien tiene 28 años, dicen que son
inocentes.
Dentro de la cabeza de Mizrachi,
la terrible pregunta, una que no tiene respuesta, da vueltas en círculos: ¿Cómo
llegué aquí?
De la fiesta a la cárcel
A finales de 2015, Mizrachi
estaba agotado. Su compañía, Criptext, había pasado el año levantando una
pequeña cantidad de dinero, 500,000 dólares en una ronda de capital semilla, en
un intento por expandirse más allá de su tecnología original: un plugin que
permite a los usuarios de Gmail y Outlook recuperar mensajes de correo
electrónico y encriptar sus mensajes. Esa herramienta recibió cierta atención
de la prensa y, la empresa me dice, ganó casi 20,000 usuarios (una página
oficial de Google revela que hay poco menos de 11,000, algunos de los cuales
claramente no estaban contentos con el servicio, a juzgar por los comentarios).
Mizrachi quería unas vacaciones
antes de emprender su próximo gran proyecto, el lanzamiento de un renovado
Criptext Messenger, un potencial rival de WhatsApp, actualmente la aplicación
de mensajería multiplataforma más popular en el mundo.
En lugar de simplemente tratar de
imitar a WhatsApp y otras apps de mensajería encriptadas, Mizrachi tenía
grandes planes para Criptext, que anteriormente era una aplicación pensada para
correr solamente en iOS y Android. Él quería que los clientes, desde los
hospitales hasta los bancos, integraran la herramienta en la tecnología que ya
poseían.
En el plan maestro de Mizrachi,
la tecnología permitiría que los pacientes interactuaran de forma segura con
los médicos en línea, o a la banca en línea abrir un canal de servicio al
cliente sin temor a ser hackeados. Ocurriría lo mismo entre personas reales y
los chatbots, que imitarán a representantes reales de la empresa.
La inspiración para la expansión
de Criptext vino de un contrato con el gobierno de Panamá para proporcionar
comunicaciones seguras. Por desgracia para Mizrachi, el acuerdo de 2014 se
cayó. Al final, en lugar de impulsar su negocio, los problemas de Panamá se
volvieron unas vacaciones en una estancia indefinida en prisión, donde el joven
empresario se encargaría de supervisar la puesta en marcha de Criptext Messenger,
lejos de la comodidad de su oficina en Nueva York.
El 29 de diciembre, el día que
Mizrachi debía tomar su vuelo de Fort Lauderdale, Florida, donde había visitado
brevemente familia, a Cartagena, Colombia, su madre le advirtió que no fuera.
“Yo tenía un mal presentimiento. Le dije que no fuera, que nos quedáramos
juntos aquí”, me cuenta Rebeca Matalon. Mizrachi, de 28 años, ignoró a su madre
en su búsqueda de un descanso de la locura de la vida de las startups de Nueva
York. ¿Qué mejor manera de liberarse del estrés que con una mega fiesta de Año
Nuevo con amigos en una ciudad repleta de belleza?
Pero cuando aterrizó en
Cartagena, Mizrachi fue retenido en migración. Se le dijo que era buscado por
el gobierno de Panamá, donde era dueño de una empresa (Innovative Ventures, el
paraguas de Criptext, está registrada en Panamá. Criptext tiene su sede en
Nueva York). Imágenes de video muestran al joven empresario siendo escoltado
por agentes de la policía nacional de Colombia con chalecos de Interpol, desde
el aeropuerto de Cartagena hasta una van, y luego a una cárcel local. Él luce
sorprendentemente tranquilo, o quizá en estado de shock por el incomprensible
giro del destino.
Un caso desconcertante
El caso de Mizrachi es, en
palabras de uno de sus cinco abogados, Alexandre Vernot, extraño y lindo en lo
kafkiano. En algún punto del año pasado, el gobierno de Panamá envió una alerta
roja a la Interpol para Mizrachi,
alegando que era buscado por fraude contra el gobierno.
Su equipo legal afirma que no hay
cargos oficiales en su contra, pero uno de los pocos documentos oficiales
disponibles en línea sostiene que se acusa a Criptext de violar un contrato de
prestación de servicios con Panamá, adjudicado en marzo de 2014, aunque no
especifica cómo se rompió ese acuerdo. Una declaración del gobierno de Panamá
sobre el aplazamiento de una audiencia en la corte en febrero, explica que
Mizrachi y “otros” sin nombre habían sido llamados ante los tribunales penales
del país “por la presunta comisión de delitos contra la administración
pública”. Panamá, que tiene un tratado de extradición con Colombia, solicitó su
extradición el 6 de enero.
Hablando con Forbes de su
confinamiento, Mizrachi me dice que la investigación se refiere a un contrato
con la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental (AIG), el
departamento panameño de innovación y tecnología, para proporcionar
alternativas seguras para el correo electrónico y WhatsApp (que acaba de
volverse significativamente más seguro con su propio encriptado de punta a
punta). Los expedientes judiciales de Panamá muestran a AIG como el demandante
en el caso contra Mizrachi.
Hay mucha información
contradictoria acerca de la naturaleza y la supuesta violación del contrato. En
lugar de ser acusado de fraude, Mizrachi dice que el Estado alegó que malversó
dinero.
Reportes de los medios indican
que de hecho es una acusación hecha por el gobierno de Panamá, a pesar de la
acusación principal es que el software no fue totalmente desplegado. Mizrachi
dice que ambas acusaciones son absurdas, ya que nunca fue un empleado del
gobierno, sino un contratista pagado por el AIG. Dice que les proporcionó 100
licencias, las que el gobierno ha decidido no utilizar plenamente. Una
auditoría ordenada por el gobierno de Panamá, según él, revisó de forma
inadecuada el número de dispositivos que usan Criptext.
“Lo están acusando de un acto
criminal, cuando básicamente se trata de una situación administrativa. No
debería ser un acto criminal. Es una disputa sobre un contrato, que incluyó
sólo una licencia de 9 meses”, dice Rebeca Matalon.
La policía colombiana, según un
informe publicado por Reuters en diciembre, afirma que el contrato tenía un
valor de 13.3 millones de dólares (mdd), aunque no hubo ningún comentario
oficial por parte del gobierno de Panamá. Mizrachi dice que el acuerdo valía
poco menos de 200,000 dólares y sólo cubría a 100 empleados. Afirma que la tecnología
fue entregada pero dejó de usarse después de sólo cuatro meses de la
transición a un nuevo gobierno, dirigido por Juan Carlos Varela.
Mizrachi proporcionó a Forbes un
correo electrónico fechado 28 de octubre de 2014 en el que preguntaba a Irvin
Halman, recién nombrado director de la AIG, por qué no se estaba usando el
producto. Mizrachi afirma que fue ignorado en repetidas ocasiones por Halman y
que viajó en Panamá en julio de 2015 para hablar con los investigadores del
gobierno acerca de su investigación sobre el contrato, sólo para que se le
informara que no era necesario.
Mizrachi afirma haber ofrecido
evidencia suficiente para demostrar que
el contrato fue cumplido. A pesar de que sabía de la investigación del
gobierno, no tenía idea de que hubieran ido tan lejos como para emitir una
alerta roja que lo llevaría a prisión. (Halman no respondió a las preguntas de
Forbes al momento de publicar este texto. El ex director de la AIG, Eduardo
Jaén, también está siendo investigado por los fiscales anticorrupción en
Panamá.)
Si no hay ningún cargo y casi no
existe información sobre cómo se incumplió el contrato, ¿por qué ha pasado
cinco meses en una institución de máxima seguridad de Bogotá? Los lazos
familiares de Mizrachi pueden darnos una pista. Información revelada en
diciembre sostiene que Mizrachi, ciudadano con ciudadanía dual de Jamaica y
Panamá, es sobrino del ex presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, pero eso no
es del todo cierto. Su padre tiene una relación con la hermana de Martinelli.
En una disputa pública, el
presidente Varela ha acusado al régimen de Martinelli de corrupción, lo que
derivó en una investigación oficial al inicio de 2015. Una semana antes de la
detención de Mizrachi, el Tribunal Supremo de Panamá ordenó la detención de
Martinelli, quien se cree que está viviendo en Miami.
“Él ha estado atrapado en una red
de contactos tras el cambio de gobierno, pero ésa no es razón para que
permanezca preso en una cárcel colombiana”, dice Lord Anthony Gifford, un
abogado especializado en derechos humanos, que trabaja en Jamaica y Reino
Unido.
La representación legal del
empresario cree que se han violado gravemente los derechos humanos de su
cliente. En primer lugar, afirman que la Interpol no llevó a cabo controles
adecuados antes de emitir una alerta roja, y que no revisaron si había cargos
en su contra. En segundo lugar, no debía ser encarcelado por algo no es más que
una disputa contractual. En tercer lugar, afirman haber pagado la fianza para
ponerlo en libertad. Mizrachi proporcionó documentos que muestran un pago de
100,000 dólares a la división de justicia de Panamá, fechados el 23 de febrero
de 2016. Los medios panameños reportaron el 19 de enero que un tribunal había
concedido la libertad bajo fianza bajo la condición del pago de esa cantidad en
enero, incluso antes de que hubiera sido ingresado a La Picota, y sin embargo,
permanece allí. El Departamento de Justicia no había respondido a una solicitud
de comentarios al momento de la publicación.
Obtener cualquier comentario de
los responsables de la detención de Mizrachi es como hablar con robots cuyo
discurso se limita a lugares comunes burocráticos. “Por desgracia, no puedo
responder a sus preguntas”, dijo a Forbes la portavoz del gobierno Panamá,
Sandra Sotillo. “Ese caso ya fue enviado a la Corte Suprema para procesar su
extradición.” Sotillo no aclaró cuándo fue que Panamá pidió a la Interpol
emitir una alerta roja o facilitar cualquier detalles sobre los crímenes que se
supone Mizrachi ha cometido. Es posible que Panamá tenga elementos para acusar
a Mizrachi, pero se niega a dar más detalles.
La policía colombiana no
respondió a las consultas, aunque La Picota confirmó que Mizrachi ha estado preso allí desde el 20 de
enero.
La Interpol se deslindó de toda
responsabilidad. Un portavoz dijo a Forbes vía correo electrónico que: “La
Interpol no puede exigir u obligar a un país miembro detener a una persona que
sea objeto de una alerta roja. La Interpol tampoco puede pedir a ningún país
miembro tomar cualquier acción en respuesta a la solicitud de otro país
miembro. Cada país miembro de Interpol decide por sí mismo qué valor jurídico
asigna a la alerta roja dentro de sus fronteras, incluyendo si ésta incluye
detener o no a un individuo y también si lo extradita o no.
“El papel de Interpol no es
cuestionar el proceso penal contra una persona, ni recoger pruebas, por lo que
una alerta roja se publica […] sobre la base de una orden de detención válida o
una decisión judicial, tiene el mismo efecto expedido por las autoridades judiciales
nacionales pertinentes.” La Interpol no comentó sobre el caso específico de
Mizrachi, pero señaló que su equipo legal podría apelar a la Comisión de
control de archivos de la Interpol, un organismo independiente creado para
hacer frente a solicitudes de esa naturaleza. El equipo de Mizrachi no ha ido
por ese camino, y en su lugar ha apelado a los organismos de Panamá y Colombia.
Hasta el momento, las peticiones
de su equipo han logrado poco. Vernot dice que los llamados al ministro de
justicia de Colombia y a la oficina exterior de Panamá han sido declinadas, y
que ambas partes han declarado que la decisión sobre su extradición finalmente
sería tomada por el Tribunal Supremo en una fecha que aún no se ha
especificado.
El más reciente intento de
obtener algún tipo de reconocimiento oficial fue una solicitud de asistencia de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No está claro cómo podría
ayudar el organismo. Y al igual que la Interpol, la CIDH dijo que no podía
comentar sobre el asunto, más allá de confirmar que había recibido la petición
de los abogados de Mizrachi.
La vida tras las rejas
Mizrachi me dice que pasó por dos
prisiones distintas antes de llegar a La Picota. Una noche sin dormir en la
estación de policía en la vieja Cartagena fue precedida por tres semanas en un
pequeño centro de detención en Bogotá.
Lo primero que hicieron al
ingresarlo a La Picota fue raparle la cabeza. El trance a su celda temporal fue
lo peor. “Podía oír el ruido, mucho ruido, de gente gritando y chillando.
Sonaba como una selva. Y daba miedo, me aterraba”, me dice de la prisión.
“Estaba decepcionado de mí mismo. Pensé que yo mismo me había metido en esa
posición, que había decepcionado a mi familia y a todos los que me querían, a
todos a mi alrededor.” “Por tercera vez desde su detención, lloró.
Después vino el viaje a la planta
superior, donde permanecen los presos en espera de extradición. Fue igual de
horrible, los presos le gritaban “nuevo”. “Cuando llegué, me hicieron desfilar
y todos me gritaron qué me iban a hacer, quién me iba a violar, todos me
gritaban… era simplemente tortura mental, tortura emocional.”
Las condiciones en La Picota son
favorables comparadas con las de otros centros penitenciarios, como la mortal
La Modelo de Bogotá. Pero sólo hay dos regaderas para 80 reclusos en su piso,
agua corriente disponible sólo tres horas al día: una en la mañana, una al
mediodía y una a las 2 p.m., dice. Una
anécdota particularmente sombría: aunque una tienda vende agua embotellada,
durante dos semanas no fue surtida y todos tuvieron que tomar agua de la llave.
“Todo el mundo se enfermó… Eso fue particularmente difícil porque era Pascua y
nadie trabajó en toda la semana, así que no pudimos conseguir a un médico, mi
familia intentó mandarme medicinas y no las aceptaron en la cárcel.”
No hay calefacción, hay
revisiones constantes a los internos a sus celdas, no hay una área exterior para
caminar. “Es algo así como un casino de Las Vegas, entras en él a las 2 a.m. y
a las 2 p.m. luce exactamente igual.”
Pero él sigue trabajando. La
nueva versión de consumo de Criptext Messenger fue lanzada este mes, aunque con
poco bombo. A través de diversas formas de comunicación, Mizrachi ha logrado
trabajar en su plan de negocios, hacer revisión y prueba de software, incluso
realizar cambios en Criptext Messenger desde dentro de los muros de la prisión.
Esto le ha dado un cierto grado de cordura. Él no teme convertir su
encarcelamiento en una oportunidad de hacer relaciones públicas, y se pone la
camiseta de Criptext cuando se necesita, como en las fotos tomadas para este
artículo con los teléfonos móviles de otros internos introducidos de contrabando
al penal.
“Siempre y cuando tenga Skype, un
teclado y correo electrónico, puedo comunicarme con mi equipo … Mi alcance es
limitado, pero no me ha impedido hacer nada.”
El contacto con su familia
también ha servido de ayuda. Su madre, que reside temporalmente en Bogotá, lo
visita una vez a la semana. Otros miembros de la familia vuelan a la ciudad
cuando pueden. Su hermano gemelo Marcos, por su parte, administra la cuenta
Twitter de Mizrachi, y de vez en cuando arroba a los funcionarios panameños,
pidiendo justicia.
Pero hay una preocupación urgente
por la salud de Mizrachi. A temprana edad, fue diagnosticado con una enfermedad
rara, una forma de vasculitis conocida como poliarteritis nodosa (PAN). Por lo
general se ve en las personas de mediana edad y ancianos, causa inflamación de
las venas, causando bloqueos y la falta de irrigación sanguínea a los órganos.
La medicación se limita a esteroides, inmunosupresores y quimioterapia. Si la
enfermedad de Mizrachi vuelve mientras está preso, su vida podría estar en
peligro.
“Es una condición autoinmune, que
siempre se enferman de ella, especialmente bajo estrés y en condiciones
anormales”, dice Rebeca Matalon.
El Dr. Vas Novelli, quien trató a
Mayer Mizrachi en el Hospital Great Ormond Street en Londres desde 1998 hasta
2007 me dice que el estrés excesivo sin duda podría provocar el regreso de los
síntomas, que incluyen fiebre, hinchazón y convulsiones. Si no es tratado, el
padecimiento pueden conducir a un ataque al corazón o un derrame cerebral,
advierte. El Dr. Novelli ha elaborado un informe para que Matalon pueda
incluirlo en sus diversas apelaciones.
Rebeca Matalon, que se mudó a
Colombia en enero para apoyar a su hijo, está preocupada, pero sigue siendo
optimista. “Mayer para mí es un milagro”, me dice. “Tenemos que ser positivos,
tenemos que hacer que le pasen cosas buenas.”
¿Qué esperanza?
Cuándo podrían ocurrir esas cosas
buenas, es imposible saberlo. En algún momento de los próximos meses, Panamá
proporcionará a los abogados de Mizrachi una lista completa de las acusaciones.
Vernot dice que el equipo tiene 10 días para responder. Luego vendrá un periodo
de espera, el que Vernot dice que podría durar otros seis meses, hasta que el
Tribunal Supremo de Colombia tome una decisión final. Si la suerte le sonríe a
Mizrachi, es probable que salga libre y vuelva a casa, en NY, a dirigir
Criptext.
La empresa, un pequeño equipo de
16 personas que trabaja desde la ciudad de Nueva York y Ecuador, tiene mucho
que demostrar. Actualmente no tiene clientes pagados que pueda mencionar.
La criptografía de Criptext
tampoco ha sido comprobada. Cualquier producto de cifrado que se precie es
sometido a la prueba rigurosa e independiente de la implacable comunidad
criptográfica. Criptext tendrá que pasar esa auditoría si quiere competir con
el protocolo Signal, el código detrás del cifrado de WhatsApp. Loaiza
proporcionó a FORBES un breve ensayo con en el método de la compañía para
garantizar la transferencia segura de datos, que parece poco notable. De hecho,
la tecnología, a la luz de la limitada información disponible, es similar a
otros sistemas de cifrado, según el experto en criptografía de la Universidad
de Surrey Alan Woodward.
Él ya emitió una nota al
respecto: “La idea es que su servidor es el intermediario honesto que emite
llaves para los sistemas más pequeños que quieren enviarse datos cifrados entre
sí. Este tipo de servicios de administración de llaves no son poco comunes pero
tienen una vulnerabilidad, conocen la llave usada por cada parte así que en
teoría podrían filtrarla si fueran comprometidos.”
Independientemente de la calidad
de la tecnología, Mizrachi y sus abogados son optimistas acerca de su bienestar
personal. Ellos creen que no sólo tienen un caso sólido como una roca, tienen
el respaldo del pueblo panameño. Sobre Criptext, el CEO añade: “La gente en
Panamá se ha vuelto loca por esto. Lo ven como lo que es: basura.”
¿Y si Panamá gana? Entonces pasará
a una cuarta prisión. Si Mizrachi es culpable de algún crimen, su
encarcelamiento por incumplimiento de contrato es, por lo menos,
desconcertante. En el peor de los casos, es ilegal.
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