Una conversación que nos mata
como ciudadanos
FORBES- 17 de Mayo de 2016
En la conversación de todo
aquello que “le corresponde al gobierno”, el único gran ausente y no invitado
es la ciudadanía.
A lo largo de los años en México
hemos tenido una mayor o menor participación del gobierno en la economía.
Transitamos de periodos con una alta participación a otros con una
participación más limitada y abierta al capital privado. Durante años se discutieron
las ventajas y desventajas de la participación activa del gobierno en la
economía, hasta que, en virtud de las crisis sexenales recurrentes,
paulatinamente fuimos eligiendo como país que el mejor enfoque para el
desarrollo del país era con una aparente menor participación del gobierno.
De esta forma, migramos de
periodos mayoritariamente intervencionistas (economía mixta y rectoría del
Estado) a algunos con menor participación estatal en la economía en los últimos
años. El libre comercio, la liberalización de las cuenta de capitales, el
fortalecimiento de instituciones como el Banco de México, nos dieron una cada
vez mayor fortaleza y un mejor marco para una menor intervención del gobierno
en la economía.
A pesar de este cambio radical,
la conversación acerca de la “causa” de los “problemas” nacionales y la
participación del gobierno en la economía sigue intacta. No sólo no se ha
reducido, sino que paradójicamente se ha ampliado y profundizado. Generalmente,
esto pasa inadvertido para la gran mayoría, pues se ha vuelto –por sorprendente
que parezca– un acuerdo tácito o una “suerte de verdad no dicha” entre los
pensadores con posiciones políticas antípodas y disímbolas.
Si uno lee con detenimiento
muchas de las posiciones o declaraciones en libros, medios y revistas
especializadas de intelectuales, think tanks, líderes de opinión, políticos,
libre pensadores, pensadores alineados, así como el común de la ciudadanía, la solución,
poder y capacidad para resolver los grandes males y problemas nacionales es
patrimonio exclusivo del gobierno. Ya sea que hablemos de conservadores o
liberales, libertarios o estatistas, finalmente acabamos con la conversación
acerca del papel del gobierno. Ya sea porque es el acertado, porque no lo es,
porque debería ser diferente o porque debería ser más, mejor o de otra forma.
Es un acuerdo generalizado y una verdad del momento que es políticamente
incorrecto retar, so pena de ser juzgado como desconocedor o ignorante de los
grandes problemas nacionales.
Baste leer cómo se resuelve desde
el mundo de la opinión pública y publicada nacional la corrupción, y es con una
ley y con un sistema anticorrupción. ¿Cómo se resuelve el impacto de la
contaminación? Con una política pública. ¿A quién le corresponde estabilizar
las condiciones macroeconómicas financieras? Pues no es a alguien más que el
gobierno. ¿A quién le corresponde crear expectativas y confianza en la
economía? Pues al gobierno. Y ¿del Estado de derecho? Pues al gobierno. El
único gran ausente y no invitado en esta conversación es la ciudadanía.
Esta conversación –en la que
estamos todos enrolados como país– es extremadamente dañina para generar y
crear ciudadanía. Nos quita como individuos el poder para hacer una diferencia.
O, tal vez, más bien nos “libera” de responsabilidad. Si todo depende del
gobierno, sólo hay dos cosas que uno puede hacer: 1) esperar a que lo haga, y/o
2) quejarse porque no lo hace.
¿Suena conocido? Y simplemente
esto no funciona. Todos sabemos que lo único que transforma las cosas es la
acción, y la única acción que se puede garantizar es la de uno mismo.
En el fondo, esta conversación de
que todo “le corresponde al gobierno” lo único que hace es impulsar muy efectivamente
el abdicar a nuestra responsabilidad individual como ciudadanos. La
responsabilidad es algo que no se pude imponer a los demás, ni por medio de
leyes ni por políticas públicas. Es una elección –individual– que surge del
descubrimiento del poder que tengo como individuo y ciudadano. Ni más ni menos.
Sin duda ha cambiado lo que
decimos respecto a la participación del gobierno, pero no ha cambiado el
trasfondo desde el cual decimos lo que decimos. Es fundamental darnos cuenta
que el gobierno surge y emana de la ciudadanía, no surge del vacío. Está
formado por individuos –por ciudadanos– y no existe aislado o desvinculado de
la sociedad misma. Más aún, un gobierno es sólo tan fuerte como lo es la
ciudadanía de la que emana.
Un cambio trascendental en la
forma de ver las cosas respecto a los “problemas” de México es asumir que el
país que tenemos es resultado de la ciudadanía que somos. Y así un México de
siguiente nivel es posible.
Jorge Flores Kelly-Líder nato,
MSc., economista, consultor de negocios, creador del portal El Catalista,
mentor de Endeavor, autor del libro México Piensa+.
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