¿Emprender es cosa de ricos? El autoempleo sólo
aumenta cuando los sueldos son altos
El Confidencial - junio de 2025
Emprendedor. Para el diccionario de la RAE, la
“persona que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas”. Para el
mundo empresarial, aquel que detecta una necesidad y pone en marcha un negocio
que trata de satisfacerla. Una labor que no entiende de edad, género o nación,
pero, ¿y de clases? ¿Hay emprendimiento para todos los bolsillos?
Según un estudio realizado por economistas de
las universidades de Sussex y Sheffield, en Reino Unido, se animan más personas
a emprender en las ciudades con mayor renta per cápita que en las urbes cuyos
habitantes tienen un menor nivel de ingresos. De ahí que los autores de la
investigación consideren el emprendimiento una consecuencia, y no una causa, de
la desigual riqueza de las ciudades.
Se produce una especie de efecto llamada. Según
nos cuenta David Storey, profesor de economía de la Universidad de Sussex y
coautor del estudio, cuando un empleado trabaja en una startup o pequeña
empresa pierde el miedo a llevar su propio negocio.
“Los empleados encuentran la transición a la
propiedad más fácil si han trabajado previamente en una empresa pequeña”,
explica el investigador, “porque habrán observado de primera mano la variedad
de tareas que el dueño de una compañía pequeña tiene que realizar”.
Aunque esta conclusión no sea del todo
sorprendente – de acuerdo con el profesor, “lleva siendo así desde hace más de
veinte años” -, sí resulta llamativo que la actividad emprendedora de una
ciudad con mayor renta per cápita no sea el origen del crecimiento económico de
la zona, sino más bien su resultado. En este sentido, las conclusiones apuntan
justo en el sentido contrario a lo que se solía pensar.
Para llegar a esta conclusión, Storey y su
equipo analizaron los datos del censo de las localidades que componen
Inglaterra y Gales entre 1921 y 2011, y decidieron tomar las cifras de nuevos
autónomos entre 1971 y 2011 para crear una especie de Liga de Empresas. ¿Por
qué precisamente esos años? Porque fue en 1971 cuando el Gobierno británico
empezó a crear programas de emprendimiento para reactivar la economía allí
donde la iniciativa empresarial era más débil.
En Reino Unido, como en casi todos los países
de Europa, “los gobiernos han usado dinero público para elevar los bajos
niveles de empresas en esas áreas, creyendo que esto llevaría a la creación de
riqueza y trabajo, pero eso no ha pasado”, afirma Storey. Ha ocurrido todo lo
contrario: “La actividad emprendedora ha cambiado en línea con la prosperidad
económica del área”.
En su Liga de Empresas, los investigadores
reflejaron las tasas de autoempleo de 384 ciudades, algunas prósperas y otras
no tanto. Así, descubrieron que los lugares que ocupaban los últimos puestos de
la tabla en los años 70 (los que presentaban un índice menor de creación de
empresas), habían ascendido pocos puestos en la clasificación gracias a las
medidas de estímulo. Sí que habían progresado algunos barrios de ciudades como
Londres, con casos tan llamativos como los de Ealing (que escaló 206
posiciones) o Newham (149).
Más allá del bolsillo
Aunque las conclusiones del estudio son
interesantes, no se especifica el tipo de autónomos que se sumaron a la
actividad económica durante los periodos analizados. Como explica David Urbano,
profesor de emprendimiento en la Universidad Autónoma de Barcelona, sería
conveniente analizar si predominan los vocacionales o los que se arriesgan por
necesidad.
Por norma general, “los territorios con rentas
más elevadas cuentan con tasas de actividad emprendedora por oportunidad más
elevadas”, afirma el español. En las ciudades más pobres se montan más negocios
por falta de alternativas.
Un factor determinante en este sentido son las
“instituciones” que operan en cada urbe, un término que David Urbano emplea
para referirse a condicionantes tan diversos como el coste de crear una
empresa, la cultura emprendedora del lugar y los organismos que apoyan a los
emprendedores. “A mejores y más favorables instituciones, más y mejor
emprendimiento”, señala, “y a su vez, más y mejor crecimiento y desarrollo
económico”.
Este argumento, que toma en consideración
diversos intangibles, podría explicar las conclusiones de la investigación
británica. Los programas de apoyo a los autónomos y las medidas para favorecer
la creación de empresas pueden ser un acicate, pero solo las ciudades con un
importante desarrollo previo disponen a su vez del talento, la formación o la
cultura emprendedora que hacen falta para generar riqueza.
Las pymes y startups son el corazón de la
economía, pero el músculo lo tienen más desarrollado los que cuentan de
antemano con recursos económicos. Sí, en muchos casos va antes la gallina que
los huevos.
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