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lunes, 1 de junio de 2015

Emprender

¿Emprender es cosa de ricos? El autoempleo sólo aumenta cuando los sueldos son altos


El Confidencial - ‎  ‎junio‎ de ‎2025
Emprendedor. Para el diccionario de la RAE, la “persona que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas”. Para el mundo empresarial, aquel que detecta una necesidad y pone en marcha un negocio que trata de satisfacerla. Una labor que no entiende de edad, género o nación, pero, ¿y de clases? ¿Hay emprendimiento para todos los bolsillos?

Según un estudio realizado por economistas de las universidades de Sussex y Sheffield, en Reino Unido, se animan más personas a emprender en las ciudades con mayor renta per cápita que en las urbes cuyos habitantes tienen un menor nivel de ingresos. De ahí que los autores de la investigación consideren el emprendimiento una consecuencia, y no una causa, de la desigual riqueza de las ciudades.

Se produce una especie de efecto llamada. Según nos cuenta David Storey, profesor de economía de la Universidad de Sussex y coautor del estudio, cuando un empleado trabaja en una startup o pequeña empresa pierde el miedo a llevar su propio negocio.

“Los empleados encuentran la transición a la propiedad más fácil si han trabajado previamente en una empresa pequeña”, explica el investigador, “porque habrán observado de primera mano la variedad de tareas que el dueño de una compañía pequeña tiene que realizar”.

Aunque esta conclusión no sea del todo sorprendente – de acuerdo con el profesor, “lleva siendo así desde hace más de veinte años” -, sí resulta llamativo que la actividad emprendedora de una ciudad con mayor renta per cápita no sea el origen del crecimiento económico de la zona, sino más bien su resultado. En este sentido, las conclusiones apuntan justo en el sentido contrario a lo que se solía pensar.

Para llegar a esta conclusión, Storey y su equipo analizaron los datos del censo de las localidades que componen Inglaterra y Gales entre 1921 y 2011, y decidieron tomar las cifras de nuevos autónomos entre 1971 y 2011 para crear una especie de Liga de Empresas. ¿Por qué precisamente esos años? Porque fue en 1971 cuando el Gobierno británico empezó a crear programas de emprendimiento para reactivar la economía allí donde la iniciativa empresarial era más débil.

En Reino Unido, como en casi todos los países de Europa, “los gobiernos han usado dinero público para elevar los bajos niveles de empresas en esas áreas, creyendo que esto llevaría a la creación de riqueza y trabajo, pero eso no ha pasado”, afirma Storey. Ha ocurrido todo lo contrario: “La actividad emprendedora ha cambiado en línea con la prosperidad económica del área”.

En su Liga de Empresas, los investigadores reflejaron las tasas de autoempleo de 384 ciudades, algunas prósperas y otras no tanto. Así, descubrieron que los lugares que ocupaban los últimos puestos de la tabla en los años 70 (los que presentaban un índice menor de creación de empresas), habían ascendido pocos puestos en la clasificación gracias a las medidas de estímulo. Sí que habían progresado algunos barrios de ciudades como Londres, con casos tan llamativos como los de Ealing (que escaló 206 posiciones) o Newham (149).


  
Más allá del bolsillo



Aunque las conclusiones del estudio son interesantes, no se especifica el tipo de autónomos que se sumaron a la actividad económica durante los periodos analizados. Como explica David Urbano, profesor de emprendimiento en la Universidad Autónoma de Barcelona, sería conveniente analizar si predominan los vocacionales o los que se arriesgan por necesidad.

Por norma general, “los territorios con rentas más elevadas cuentan con tasas de actividad emprendedora por oportunidad más elevadas”, afirma el español. En las ciudades más pobres se montan más negocios por falta de alternativas.

Un factor determinante en este sentido son las “instituciones” que operan en cada urbe, un término que David Urbano emplea para referirse a condicionantes tan diversos como el coste de crear una empresa, la cultura emprendedora del lugar y los organismos que apoyan a los emprendedores. “A mejores y más favorables instituciones, más y mejor emprendimiento”, señala, “y a su vez, más y mejor crecimiento y desarrollo económico”.

Este argumento, que toma en consideración diversos intangibles, podría explicar las conclusiones de la investigación británica. Los programas de apoyo a los autónomos y las medidas para favorecer la creación de empresas pueden ser un acicate, pero solo las ciudades con un importante desarrollo previo disponen a su vez del talento, la formación o la cultura emprendedora que hacen falta para generar riqueza.


Las pymes y startups son el corazón de la economía, pero el músculo lo tienen más desarrollado los que cuentan de antemano con recursos económicos. Sí, en muchos casos va antes la gallina que los huevos.

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