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lunes, 8 de junio de 2015

Tarjeta roja

Tarjeta roja para los "señores del fútbol" latinoamericano


El Cronista Comercial - ‎  ‎junio‎ de ‎2015
La corrupción y el fraude forman parte de la naturaleza humana. Los países y organizaciones exitosos los mantienen a su mínima expresión. Sobre esa base, la FIFA y Latinoamérica son un fracaso, a pesar de sus muchos otros logros: 15 de los 18 hombres nombrados en la investigación que está llevando a cabo el FBI en el organismo rector del fútbol mundial provienen de la región. Esos señores del fútbol latinoamericano se salieron con la suya durante tanto tiempo simplemente porque pudieron, aunque parece que ya no más. La pesquisa en la FIFA coincide con una explosión de hartazgo por la corrupción y las egoístas élites de la región.

Por supuesto, América latina no tiene el monopolio de las investigaciones por corrupción en los deportes, como lo demuestran las dudas sobre elección de las sedes mundialistas de fútbol a Sudáfrica, Rusia y Qatar. Los mafiosos estadounidenses durante mucho tiempo tuvieron gran interés en el boxeo; acuerdos fraudulentos también han manchado el elegante criquet. Sin embargo, la FIFA encontró tierra fértil en América latina por varias razones.

Muchos clubes locales mantienen históricas "conexiones con chicos malos", como los barras bravas de Argentina. Los cercanos centros financieros norteamericanos están a mano para lavar el dinero mal habido. Latinoamérica también es una región de ingresos medios donde hay gran impunidad legal y la democracia a veces es frágil. Jack Warner de Trinidad, ex dirigente de la FIFA, hasta acusó a Sepp Blatter, el saliente presidente de la organización rectora, de haber influido en el voto de su país para la elección de la sede del mundial 2010. Mientras tanto, otros ejecutivos de la FIFA obtuvieron sus cargos con la bendición de dictadores, y luego se aferraron con similar tenacidad. Julio Grondona asumió como presidente de la asociación de fútbol de Argentina en 1979 durante la dictadura militar y permaneció en el cargo hasta su muerte a los 83 años, el año pasado.

Los latinoamericanos ya estaban en "modo sucio". Los gobiernos de Honduras y Guatemala están al borde del derrumbe debido a escándalos de corrupción. El presidente mexicano Enrique Peña Nieto, enredado en su propio escándalo por conflicto de intereses, admitió que su gobierno está plagado de "incredulidad y desconfianza". En Venezuela, una facción del gobernante partido socialista quiere auditar al estado por el gasto indebido de u$s 259.000 millones. Y así. Ningún país está exento del mal humor, que se vio exacerbado por la abrupta desaceleración económica que le siguió al fin del boom de los precios de los commodities. Esto trae el recuerdo de la respuesta del pueblo occidental a la crisis financiera global. A pocos les importó la corrupción durante el boom. Fue recién después del derrumbe que perdieron la paciencia y cambiaron los reglamentos.

El ejemplo latinoamericano más esperanzador de esto está en Brasil. Allí, una investigación pública tiene en vilo a docenas de políticos y ejecutivos por coimas superiores a u$s 2.000 millones en la petrolera estatal Petrobras. El éxito de la pesquisa era inimaginable hace sólo un par de años, y algunas de las lecciones que ello deje podrían ayudar en otros países. Gracias a los acuerdos de reducción de condena a cambio información, testigos clave soltaron la lengua.
Esta es otra señal de que los tiempos están cambiando. Los altos tecnócratas latinoamericanos solían ser economistas con doctorados de la Ivy League. Hoy los problemas con el estado de derecho son una preocupación pública mayor. Es así como las pérdidas relacionadas con la violencia y la corrupción pueden costar varios puntos porcentuales de la producción económica anual.


Si los nuevos héroes de la región terminan siendo los abogados públicos capacitados en Estados Unidos, no sólo serán enormes los beneficios, sino que EE.UU. podría también disfrutar de un extraño golpe de relaciones públicas en una región donde durante mucho tiempo fue tratado con desconfianza. Hasta Diego Maradona piensa eso, y él lleva un tatuaje del Che Guevara.

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