Tarjeta roja para los "señores del
fútbol" latinoamericano
El Cronista Comercial - junio de 2015
La corrupción y el fraude forman parte de la
naturaleza humana. Los países y organizaciones exitosos los mantienen a su
mínima expresión. Sobre esa base, la FIFA y Latinoamérica son un fracaso, a
pesar de sus muchos otros logros: 15 de los 18 hombres nombrados en la
investigación que está llevando a cabo el FBI en el organismo rector del fútbol
mundial provienen de la región. Esos señores del fútbol latinoamericano se
salieron con la suya durante tanto tiempo simplemente porque pudieron, aunque
parece que ya no más. La pesquisa en la FIFA coincide con una explosión de
hartazgo por la corrupción y las egoístas élites de la región.
Por supuesto, América latina no tiene el
monopolio de las investigaciones por corrupción en los deportes, como lo
demuestran las dudas sobre elección de las sedes mundialistas de fútbol a
Sudáfrica, Rusia y Qatar. Los mafiosos estadounidenses durante mucho tiempo
tuvieron gran interés en el boxeo; acuerdos fraudulentos también han manchado
el elegante criquet. Sin embargo, la FIFA encontró tierra fértil en América
latina por varias razones.
Muchos clubes locales mantienen históricas
"conexiones con chicos malos", como los barras bravas de Argentina.
Los cercanos centros financieros norteamericanos están a mano para lavar el
dinero mal habido. Latinoamérica también es una región de ingresos medios donde
hay gran impunidad legal y la democracia a veces es frágil. Jack Warner de
Trinidad, ex dirigente de la FIFA, hasta acusó a Sepp Blatter, el saliente
presidente de la organización rectora, de haber influido en el voto de su país
para la elección de la sede del mundial 2010. Mientras tanto, otros ejecutivos
de la FIFA obtuvieron sus cargos con la bendición de dictadores, y luego se
aferraron con similar tenacidad. Julio Grondona asumió como presidente de la
asociación de fútbol de Argentina en 1979 durante la dictadura militar y
permaneció en el cargo hasta su muerte a los 83 años, el año pasado.
Los latinoamericanos ya estaban en "modo
sucio". Los gobiernos de Honduras y Guatemala están al borde del derrumbe
debido a escándalos de corrupción. El presidente mexicano Enrique Peña Nieto,
enredado en su propio escándalo por conflicto de intereses, admitió que su
gobierno está plagado de "incredulidad y desconfianza". En Venezuela,
una facción del gobernante partido socialista quiere auditar al estado por el
gasto indebido de u$s 259.000 millones. Y así. Ningún país está exento del mal
humor, que se vio exacerbado por la abrupta desaceleración económica que le
siguió al fin del boom de los precios de los commodities. Esto trae el recuerdo
de la respuesta del pueblo occidental a la crisis financiera global. A pocos
les importó la corrupción durante el boom. Fue recién después del derrumbe que
perdieron la paciencia y cambiaron los reglamentos.
El ejemplo latinoamericano más esperanzador de
esto está en Brasil. Allí, una investigación pública tiene en vilo a docenas de
políticos y ejecutivos por coimas superiores a u$s 2.000 millones en la
petrolera estatal Petrobras. El éxito de la pesquisa era inimaginable hace sólo
un par de años, y algunas de las lecciones que ello deje podrían ayudar en
otros países. Gracias a los acuerdos de reducción de condena a cambio
información, testigos clave soltaron la lengua.
Esta es otra señal de que los tiempos están
cambiando. Los altos tecnócratas latinoamericanos solían ser economistas con
doctorados de la Ivy League. Hoy los problemas con el estado de derecho son una
preocupación pública mayor. Es así como las pérdidas relacionadas con la
violencia y la corrupción pueden costar varios puntos porcentuales de la
producción económica anual.
Si los nuevos héroes de la región terminan
siendo los abogados públicos capacitados en Estados Unidos, no sólo serán
enormes los beneficios, sino que EE.UU. podría también disfrutar de un extraño
golpe de relaciones públicas en una región donde durante mucho tiempo fue
tratado con desconfianza. Hasta Diego Maradona piensa eso, y él lleva un
tatuaje del Che Guevara.
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