Académicos al mando
La Vanguardia - domingo, 1 de febrero de
2015
Si la guerra es demasiado importante para
confiarla a los militares -la frase es del estadista francés Clemenceau-,
algunos opinan lo mismo de la política, que es un asunto muy serio para dejarlo
en manos de los políticos. O de los abogados, que son mayoría entre los
dirigentes.
Sin embargo, en los años de la crisis han sido
los economistas los que han ejercido su influencia en los centros de poder y
han impuesto sus modelos matemáticos por encima de otras variables políticas en
el gobierno de los países. Los economistas han sido los autores intelectuales
de las durísimas recetas que se han venido aplicando para superar la crisis,
pero lo han hecho con el visto bueno de los gobernantes, que siempre recurren a
los técnicos cuando se trata de aplicar políticas que son difíciles de defender
ante la opinión pública o que implican un riesgo. Sin embargo, junto a la
ciencia, que suministra datos y estadísticas para cuadrar las cuentas públicas,
un país necesita pensadores que ejerzan de conciencia crítica, que ayuden a
entender los problemas del presente y propongan soluciones alternativas.
Los intelectuales han ejercido tradicionalmente
esa función de fiscalizar al poder, con una mente abierta que les permitía
observar las cosas de forma distinta a como lo hace la mayoría y ejercer su
influencia en la toma de decisiones que afectan al conjunto de los ciudadanos.
¿Siguen ahí los intelectuales, ejerciendo ese contrapoder desde la barrera o
han saltado al ruedo? Los académicos se están perfilando como nuevos actores en
la vida política, son politólogos, sociólogos, que no se limitan a investigar,
estudiar y enseñar, sino que buscan abrir un espacio propio para intervenir
directamente en la escena pública.
Y no lo hacen por la vía tradicional de
afiliarse a una formación política, sino que crean un nuevo proyecto, nuevas
siglas, que les permita marcar distancias con los partidos clásicos. Así nació
Ciutadans, en el 2006, como una plataforma cívica y cultural impulsada por un
grupo de profesores y articulistas catalanes opuestos al nacionalismo. Y hace
un año, fue también un grupo de politólogos y profesores que impulsaron
Podemos, que no nació como un partido sino más bien como un método para dar la
palabra a los ciudadanos. "Los nuevos partidos son el hueco por el que los
intelectuales acceden a la política. Los partidos tradicionales, endogámicos,
dirigidos por el aparato, tienen una fórmula de acceso a los altos cargos muy
profesionalizada, escalando desde las juventudes por los distintos niveles de
representación, por lo que es difícil que alguien de fuera tenga opciones de
llegar arriba", subraya Manuel Cruz, catedrático de Filosofía
Contemporánea de la Universitat de Barcelona. Esta dinámica de funcionamiento
pone bajo sospecha a los militantes, ya que por encima de los méritos propios suele
estar el carnet del partido. Hace tiempo que las formaciones políticas son
conscientes de esta mala imagen, que intentan paliar con la incorporación de
independientes en sus candidaturas, apunta Manuel Cruz, pero es algo
excepcional.
La política está atrapada en la inercia de los
partidos y los nuevos liderazgos proponen una participación más directa del
ciudadano en la agenda pública. "Desde el mundo académico han surgido en
los últimos años figuras que buscaban influir en la política pero sin participar
de forma activa; no todos son politólogos, también hay sociólogos, que
consideraban que no están preparados para ejercer la política y que sobre todo
quieren mantener su perfil de intelectuales y ejercer como un lobby de
pensamiento, de ideas políticas", apunta la periodista Julia Sousa, que ha
estudiado para su tesis doctoral el funcionamiento de las plataformas cívicas
en Catalunya.
Se trata de pensadores que quieren sacudirse la
imagen de que están dormidos, que no asumen responsabilidades públicas.
"Un intelectual puede hablar de política con solvencia, está fuera de
dudas, pero hace décadas que los intelectuales ya no participan en la vida
pública como antes -reflexiona Manuel Cruz-. Lo hizo André Malraux, que fue
ministro de cultura en Francia, o Jorge Semprún en España, y también en
Latinoamérica hubo unos años en los que se enviaba de embajadores a literatos,
pienso en Octavio Paz o Pablo Neruda, pero todo eso ya acabó, ahora a las
embajadas van políticos", zanja.
Hoy, los licenciados en derecho son mayoría en
la clase política, ya sea en los gobiernos o en las cámaras legislativas.
"Y no está justificado porque hay profesionales de otros ámbitos que
pueden funcionar con la misma solvencia o superior -apunta Cruz-. La formación
jurídica es de utilidad si hay que discutir los aspectos técnicos de una ley,
pero no hay que cometer el error de presentar la política como algo
exclusivamente técnico; un gobernante debe aportar una visión de conjunto y
capacidad reflexiva", añade. Políticos de derechas y de izquierdas, de
formación jurídica, económica o científica han pasado por distintos ministerios
y se han manejado con competencia sin ser expertos en todas las áreas que han
dirigido. En cambio, los gobernantes suelen encomendar a los intelectuales la
dirección de la política cultural. "¿No pueden llevar un área que no sea
estrictamente de su formación? -se pregunta Cruz-. Es cierto que si alguien
dedica su vida a las ideas, a la reflexión, será más útil en ese ámbito, pero
puede aportar otros recursos".
¿Qué aporta un filósofo?. Manuel Cruz admite
que "es alguien que duda y plantea preguntas más que dar respuestas, pero
sería un error quedarse en esa visión crítica y convertir al filósofo en
alguien incapaz de dar una respuesta". La duda, la distancia del filósofo,
introduce una cuña de reflexión. "Se pregunta el porqué, pero sobre todo,
cuando alguien dice algo que todo el mundo considera obvio, él pregunta ¿seguro
que es así?. En esta sociedad damos demasiadas cosas por hechas y hay que cambiar
las perspectivas", sugiere.
El caso de Podemos es distinto, apunta Julia
Sousa. Sus dirigentes se han formado en la universidad, allí han cogido
conciencia política, y se han preparado a fondo para dar el salto, incluso con
cursos de comunicación. Podemos surge del movimiento 15-M, recoge la
indignación ciudadana. "Y las redes sociales han sido vitales para el
crecimiento de este tipo de movimientos que nacen sin apoyo económico. Los
nuevos líderes que surgen de internet trabajan con un esquema horizontal",
añade. Se trata de gente muy preparada, la mayoría con estudios universitarios,
pero que han perdido poder adquisitivo. Y, algo fundamental para dar el paso:
se sienten insatisfechos.
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