Las mejores prácticas para el uso de redes
sociales
Forbes - martes, 13 de enero de 2015
Con las redes sociales sucede lo que con todas
las herramientas: si las usamos mal, pueden lastimarnos. Aquí te digo cómo
evitar que vayan en tu contra.
Hasta hace unos cuantos años, el Internet era
usado para alojar contenido. La información que se hospedaba en ese espacio se
leía, se analizaba, y en muchos casos servía para comprar productos y servicios
en forma más conveniente. Pocos tenían acceso y para ello se requería de una
infraestructura especial. Sin embargo, de un tiempo para acá, el uso de la red
se ha modificado: se ha incrementado y se ha hecho más accesible. El usuario ha
modificado el papel pasivo de receptor de información y se ha convertido en un
agente actuante en el proceso de comunicación. Se despertó el interés por el
espacio virtual y se generó un apetito voraz por las diferentes plataformas.
Convivir con la red es ya un modo de vida. El fenómeno ha crecido tan rápido
que en ocasiones no sabemos cómo manejarlo a nuestro favor. Con las redes sociales
sucede lo que con todas las herramientas: si las usamos mal, pueden
lastimarnos.
Hoy, los sitios de Internet, los blogs, las
redes sociales y los wikis generan una actividad interactiva. Se comparte, se
crea, se modifica y se discute la información. Hay capacidad de respuesta. La
ubicuidad hace que tengamos acceso a esta gran ventana en todo momento y en
todo lugar. Las grandes ventajas que representa la accesibilidad se convierten
en un riesgo enorme si no entendemos el fenómeno de redes sociales. Su uso,
para bien y para mal, impacta directamente en uno de los activos que tienen las
personas y las instituciones: la reputación.
Es increíble cómo muchos ejecutivos evaden el
tema, pretenden ignorar la importancia de tomar en cuenta las mejores prácticas
para el uso de redes sociales y desestiman el impacto que puede causar en
rubros perfectamente cuantificables: ventas, gastos, costos, y en casos
extremos, supervivencia empresarial y profesional. Tanto es así que muchas
compañías están incorporando a sus códigos de ética reglas para el uso de redes
sociales. Sin embargo, aún falta mucho por hacer.
Basta darse una vuelta por redes sociales para
verificar y dar crédito del mal uso que se hace de estas herramientas. Vemos a
empleados enojados quejándose de situaciones laborales, profesionales que en un
momento de euforia filtran información inadecuada, políticos que presumen de
autos, viajes y lujos cuyos sueldos no pueden sustentar, jefes que suben
fotografías en estados inconvenientes. Encontramos hijos que ostentan, artistas
que se evidencian, imágenes de gente en malas compañías y todo tipo de material
inadecuado. En fin, todos sabemos del tema. Si estamos de un lado de la raya,
nos reímos y en algunos casos nos burlamos. Si se está del otro, se sufren la
consecuencia del ridículo, de la amonestación o de la pérdida del trabajo. Y,
luego, claro, las lamentaciones del mal uso de una herramienta que debió haber
jugado a favor y no en contra.
No hay un manual formal para el uso de redes
sociales. Cada persona tiene sus parámetros y cada empresa fija reglas
específicas; sin embargo, existen marcos mínimos de referencia que un
profesional debe tomar en cuenta. Son parámetros que se deben cuidar, porque
una vez que se entra al mundo virtual, que se sube un dato o se hace pública
una fotografía, hay muy poco que hacer. Las políticas para enmendar los errores
son costosas, y en realidad poco efectivas. Por eso, más vale prevenir.
Según Kietzmann, Hermkens, McCarthy y Bueno (de
Business Horizons) existen siete conceptos que todo profesional debe cuidar al
participar en redes sociales: identidad, conversaciones, material, presencia,
relaciones, grupos y honestidad. Son rubros que deben ser atendidos con
seriedad, cuidado y pertinencia. Dejarlos al azar es peligroso y puede causar
dolores de cabeza innecesarios. Es preciso desarrollar una estrategia que dé
una imagen adecuada sobre la persona que somos y lo que queremos proyectar. Es
importante tomar el control de nuestra participación en el mundo virtual y
buscar los efectos positivos, en vez de que los negativos nos sorprendan como
un puñetazo a media cara.
La identidad es la construcción que hacemos que
engloba lo que pensamos de nosotros mismos y el papel que jugamos en los
diferentes ambientes en que nos desarrollamos. Los elementos que dan identidad
están inscritos en los rasgos físicos como el género, la etnia, la edad, así
como en aspectos inmateriales como las preferencias de todo tipo, las
filiaciones políticas, la preparación profesional, la nacionalidad, la
jerarquía laboral. Para edificar una identidad adecuada debemos ser cuidadosos
con aquello que queremos mantener en el ámbito privado y lo que conscientemente
elegimos para el espacio público.
Las conversaciones que se sostienen en la red
se alejan de las pláticas que anteriormente se tenían a través de un aparato
telefónico. Hoy, la ubicuidad hace que estemos accesibles en todo momento y en
todo lugar, y que aquello que decimos pueda ser reproducido en diferentes
formas y por diferentes conductos. El nivel de confidencialidad es muy frágil;
lo evidenció el señor Snowden: ni los presidentes de naciones importantes están
a salvo. Por ello es sumamente importante discernir qué es aquello que se debe
abordar en estas conversaciones. Antes de conversar en la red, se necesita una
cabeza fría.
Todo el material que se sube a la red se queda
ahí para la posteridad. Es muy importante tener control de las fotografías que
se comparten, de las opiniones que se emiten, de la información que se da. No
sólo se trata del contenido, que sin duda es relevante, sino de la forma en la
que se hace. Nadie puede decir que su cuenta de Twitter, de Facebook o de
LinkedIn es un espacio personal; sería un acto de ingenuidad que rayaría en la
bobería. Por lo tanto, el lenguaje, la ortografía, las imágenes, están
disponibles para el consumo de quien tenga acceso, es decir, al albedrío del
mundo virtual. Las imágenes del diseñador John Galliano emitiendo mensajes
antisemitas en estado de ebriedad no sólo le valieron perder su empleo en Dior;
siguen a disposición de quien las quiera ver. Son un dolor de cabeza constante.
La presencia en las redes sociales da muchos
datos de quiénes somos y la imagen que queremos proyectar. La participación
exhaustiva revela a una persona que está en mayor contacto con el mundo virtual
que con el real; una ausencia o participación pobre es una seña de retraso o
anquilosamiento. El equilibrio en este rubro es esencial.
Las relaciones en las redes sociales son una de
las formas más explotadas de estas plataformas. Han acercado a familiares que
están a la distancia, han hecho que amigos del pasado se reencuentren y que
relaciones amorosas florezcan. También han aumentado los niveles de acoso y de
molestia. Asimismo, hay riesgos de toparse con gente que dice ser alguien que
en realidad no es. El uso profesional de las relaciones en las redes sociales
debe ser cuidadoso. Hay que elegir con cuidado nuestra forma de presentarnos,
la fotografía que nos identifica y los datos que se comparten. También las
redes en las que participamos.
Los grupos son una herramienta muy eficiente en
el campo profesional. Son el ámbito en que se pueden cultivar relaciones útiles
y en que se pueden buscar, encontrar y aprovechar buenas oportunidades que de
otra forma no se hubieran podido dar.
La honestidad es un factor relevante del uso de
redes sociales. El nuestro, al presentarnos, y el de aquellos, con quienes nos
relacionamos en línea. Es la base por medio de la cual se genera credibilidad y
sobre la cual se edifica un buen nombre.
La habilidad que mostremos al manejar las redes
sociales impactará de forma directa nuestra vida personal y profesional. La
carrera del mundo virtual ha sido tan rápida y los cambios tan vertiginosos que
nos hemos ido adaptando de forma empírica, casi sin darnos cuenta. Es momento
de hacer una reflexión y optar por las mejores prácticas para el uso de redes
sociales. Es la oportunidad de ponerlas a trabajar a nuestro favor y no en
contra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario