El mundo es un enfermo tratado por un médico
inepto
Forbes - martes, 20 de enero de 2015
A pesar de que siglos de experiencia demuestran
lo contrario, los bancos centrales siguen obstinados con la idea de que devaluar
la moneda puede llevar a la recuperación. No pueden estar más equivocados.
La clave para curar a un paciente enfermo es
recibir el diagnóstico correcto. Ese principio también es cierto para la
economía. La asombrosa incapacidad de los economistas y líderes políticos para
diagnosticar lo que actualmente afecta a la mayoría de las economías, para
después recetar los tratamientos adecuados, es un triste testimonio de su
obstinada negación a mirar los hechos y de su profundo apego emocional a sus
ideas falsas. También refleja su pereza intelectual.
La situación del mundo es un desastre. Japón,
Brasil, el sur de Europa y Francia están en recesión. La economía alemana se
estancó. China está hasta el cuello de préstamos malos producto del frenesí de
gasto superestimulado que siguió a la crisis financiera de 2008-2009. Estados
Unidos está creciendo a una tasa de 3%, que luce bien sólo en comparación con
la de todos los demás. Recordemos que EU está en el sexto año de su
recuperación; nunca antes en la historia del país ha habido una recuperación
tan lenta de una fuerte desaceleración económica. Los ingresos medios son aún
más bajos que antes de la crisis. La tasa de participación en la fuerza de
trabajo sigue siendo horrible. Además, dado que el resto del mundo se contrae,
la economía de EU resultará lastimada.
Aquí es donde llegamos a la aplicación
generalizada de la mala práctica económica, y en una escala no vista desde las
décadas de 1930 y 1970.
El mal diagnóstico
Los banqueros centrales se quejan de la amenaza
de la deflación. Sin embargo, sus propias políticas son contractivas, tan
útiles como las sangrías que los médicos de antaño recetaban a sus pacientes.
Lo que aqueja a la economía global no es el fracaso de los bancos centrales para
imprimir el dinero suficiente; es que sus políticas constriñen el flujo de
crédito para las pequeñas y nuevas empresas. Lo que estas instituciones están
practicando es una forma de estatismo. Si se quiere un término más duro,
llamémosle la versión fascista de los bancos centrales: los grandes y los bien
conectados reciben los préstamos; todos los demás tienen acceso al crédito a
cuentagotas. La Reserva Federal ha sido abierta sobre esta política: si los
mercados financieros se expanden lo suficiente, los consumidores ricos gastarán
más en respuesta a este “efecto riqueza”, que a su vez estimulará una
recuperación más amplia.
El crédito ha fluido de manera desproporcionada
al gobierno federal a tasas de interés mínimas. Peor aún, la Fed engulló bonos
del Tesoro a largo plazo e hipotecas garantizadas por el gobierno (su compra de
paquetes de estos instrumentos es también una forma de asignación de crédito).
Además de suprimir el precio del dinero, esta aspiradora de bonos ultraseguros
distorsionó los mercados de crédito. Las compañías financieras y otros
necesitan dichos valores para cumplir con sus obligaciones; las pólizas de
seguro de vida, por ejemplo, tienen garantías. Ésta es la razón por la que se
ha dado una demanda insaciable de bonos corporativos, incluyendo bonos
chatarra. Como eminente economista y columnista de Forbes, David Malpass ha
señalado acertadamente que esto ha reducido la oferta de crédito a las empresas
pequeñas y medianas y a los consumidores; las reservas abundantes son inútiles para
la economía si no se pueden aprovechar para dar nuevos préstamos. Que esa
tendencia a no prestar se vuelva la norma es intrusismo regulatorio.
Otra forma de charlatanería económica: el
dinero controla la economía
Los economistas clásicos entendieron que el
dinero es una representación de la producción de servicios y productos, de la
misma manera que las notas musicales lo son de la música. La idea de que la
manipulación de dinero pueda generar mágicamente una prosperidad económica real
y duradera es tan loca como creer que la manipulación del número de multas de
tránsito influirá en el número de autos que se fabrican. Después de examinar
150 devaluaciones desde 1950, el experto monetario y distinguido historiador Nathan
Lewis concluyó recientemente, en un tratado publicado en Forbes.com, que las
devaluaciones siempre fallan en lograr un crecimiento sostenido. “Cada vez que
un país se mete en un serio problema, un cierto grupo de economistas insiste en
que todo se puede corregir si el gobierno devalúa la moneda.
“Hemos estado devaluando monedas durante tanto
tiempo, cientos de años, que si esto fuera cierto, podría pensarse que a estas
alturas ya lo habríamos notado. Hace poco estuve revisando la historia de las
más de 150 monedas del mundo desde 1950… No creo que encuentres a un solo país
que haya alcanzado la prosperidad a partir de una devaluación.”
Sin embargo, hoy el FMI, la Fed, el BCE, el
Banco de Japón, el Banco de Inglaterra y un largo etcétera de instituciones más
pequeñas creen en el poder renovador de la manipulación monetaria. La
experiencia no nos ha enseñado nada.
El Banco de Inglaterra abandonó una variación
de la flexibilización cuantitativa en 2012. Hoy, las tasas de crecimiento
británicas superan fácilmente a las de Europa. No obstante, a pesar de esta
lección, el Banco de Inglaterra sigue enamorado de la idea de que el dinero
fácil puede ser una herramienta productiva para los políticos.
La Reserva Federal cree de verdad que lo que ha
hecho en los últimos cinco años ha sido un éxito, y no una de las principales
causas del estancamiento económico y el crecimiento del amiguismo de negocios
en el gobierno.
La economía mundial está entrando en otro año
difícil. Las repercusiones políticas fuera de EU no serán agradables.
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