Las naciones de América del Sur intentan
encontrar un nuevo modelo económico
El Cronista Comercial - martes, 13 de
enero de 2015
Hace cuatro años, cuando la bonanza del precio
de las materias primas propulsada por China estaba a todo vapor y los lazos
sur-sur estaban de moda, Dilma Rousseff inició su primer período como
presidente de Brasil con un gesto simbólico volando a Beijing.
Ahora, conforme los precios de las materias
primas se desploman, junto con el desaceleramiento de la economía china,
Rousseff ha iniciado su segundo período presidencial diciendo que quiere
reconstruir relaciones con Washington. Prácticamente no ha mencionado a
Beijing.
El nuevo giro refleja cambios amplios en las
economías de América del Sur que dependen de las materias primas, donde el
desplome abrupto en los precios de energía, alimentos y metales ha abierto
brechas peligrosas de comercio y financiamiento que podrían impulsar profundos
cambios económicos y políticos.
"Estoy muy preocupado, de hecho he estado
preocupado por años", dijo José Antonio Ocampo, profesor en la Universidad
de Columbia en Nueva York y anterior ministro de finanzas de Colombia.
"Los precios de las materias primas tenían que caer tarde o
temprano."
Aun en 2008, cuando los precios de las materias
primas alcanzaron su nivel más alto, América del Sur tenía un déficit en su
cuenta corriente combinada equivalente al 1% del PBI. Ahora la situación ha
empeorado. Si los precios caen a niveles del 2003, el déficit de cuenta
corriente de la región sería cercano al 7% del PBI, estima Ocampo.
El reto de financiar esta brecha, equivalente a
u$s 350.000 millones, presenta el "riesgo más grande" para la región,
dice. Aunque toda la región se ve afectada, hay un espectro amplio de
preocupación. Por un lado están los países que gastan irresponsablemente como
Venezuela, donde los inversores temen un impago de bonos tras el desplome del
precio del petróleo a la mitad, lo cual conforma el 96% de sus exportaciones.
La semana pasada, Caracas se dirigió a Beijing a pedir ayuda.
Del otro lado, hay países más prudentes, tales
como Chile y Perú, con fuertes reservas fiscales y de divisas. Brasil se
encuentra en el medio.
"Los inversores son selectivos, así que no
espero un contagio de un impago venezolano", dijo Neil Shearing de la
consultoría Capital Economics. "Hay también varias razones por las que no
debe haber una crisis de la deuda como la de la década de 1980".
La primera es una mejoría en la forma de desarrollar
políticas económicas, especialmente en el uso de las tasas de cambio flotantes,
que actúan como colchón. Las divisas chilenas, colombianas y brasileñas han
caído más de una cuarta parte en los últimos dos años. "En alguna forma
los inversores ya se espantaron", dijo Shearing.
Sin embargo, Argentina y Venezuela tienen tipos
de cambio fijos, mientras que Ecuador, que exporta petróleo, está
"dolarizado". En otros lugares, divisas más débiles pueden cerrar la
brecha comercial al incrementar las exportaciones. La depreciación rápida, sin
embargo, también alimenta la inflación, provocando que los bancos centrales
eleven las tasas de interés, lo que resulta en una desaceleración de la
economía. Ésta ha sido la experiencia de Brasil.
"Es un maratón", dijo Alberto Ramos,
un economista de Goldman Sachs. "El ajuste de Brasil podría tardar más de
un año". Otra razón es que la mayor parte de la región tiene deuda baja y
acceso a liquidez internacional abundante para cerrar estas brechas de financiamiento.
"Soy optimista respecto a esto", dijo Ocampo.
Sin embargo, América del Sur ha atraído gran
inversión extranjera en la última década, llegando a u$s 188.000 millones el
año pasado más de una tercera parte en minería y energía. Esas inversiones se
podrían acabar ahora.
Aun más, las altas reservas de divisas
extranjeras no siempre ofrecen protección a empresas endeudadas cuando las
divisas se desploman, como muestra Rusia.
Las compañías sudamericanas tienen cerca de u$s
300.000 millones de bonos en divisas fuertes, según Bank of America, una cifra
dominada por Petrobras de Brasil, que ha quedado fuera de los mercados de
capital junto con otros subcontratistas debido a un escándalo de corrupción.
Las grandes implicaciones de este nueva
situación para América del Sur abarcan tres aspectos.
Primero, ajustar el
cinturón disminuirá el crecimiento. Brasil está recortando el gasto público en
2% del PBI, mientras que Colombia ha aumentado impuestos para cubrir caídas de
ingreso. "Un crecimiento más lento es la nueva norma", dijo Shearing.
Segundo, la región necesita un nuevo modelo
económico, después de la bonanza, especialmente si la manufactura local se
viera amenazada por las importaciones chinas. Una mayor ortodoxia económica
podría seguir.
"Hay que entender que las materias primas
están sujetas a ciclos profundos", dijo Ramos. "No hay que dejarse
llevar por los buenos años".
Tercero, puede haber un nuevo énfasis en los
lazos comerciales norte-sur que habían disminuido durante la bonanza de
materias primas. El deseo de la presidenta Rousseff de mejorar las relaciones
con EE.UU. y el acercamiento de Washington con Cuba conforme Venezuela, el
benefactor de este último, sufre su propia crisis económica podrían ser dos
señales de esto.
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