Filantrocapitalismo:
la estrategia (no gratuita) de dar
Forbes - miércoles, 21 de enero de 2015
En el mundo cada vez más multimillonarios donan
grandes sumas a causas necesarias. No es porque sean buenos samaritanos. No. Lo
que buscan es maximizar sus ganancias para aliviar ciertas necesidades. En
México, todavía hay mucha tarea por hacer.
Para 2035 se erradicará del planeta todo
resquicio de pobreza, ha dicho Bill Gates. La Fundación Bill y Melinda Gates, ha
gastado más de 28,000 millones de dólares (mdd) en causas como eliminar la
malaria, el ébola, el VIH pediátrico y es uno de los más paradigmáticos
ejemplos del fenómeno filantrocapitalista que personifican otros empresarios
como Warren Buffett, Richard Branson, George Soros o celebridades como Bono,
Bob Geldof, Sting…
Filantrocapitalismo es el término acuñado por
Matthew Bishop, editor de The Economist y coautor (con el economista Michael
Green) del libro que lleva tal nombre y se utiliza para nombrar la tendencia de
aplicar métodos y enfoques empresariales a la filantropía
(Philanthrocapitalism:How the Rich CanSave the World, Bloomsbury Press, 2008).
Los filantrocapitalistas, de acuerdo con
Bishop, no son donantes tradicionales, sino inversores sociales que consideran
y calculan maximizar las ganancias para las causas que han elegido colocar bajo
su ala.
Primero, grandes fortunas financieras han
florecido favorecidas por la globalización. Por otro lado, una suerte de ola
contagiosa, una “Segunda Edad de Oro” de la filantropía, ha surgido luego del
Giving Pledge, la campaña creada por Buffett y Gates que invita a los
multimillonarios a donar al menos la mitad de sus fortunas y que hasta mayo de
este año han firmado 127 de ellos (individuos y parejas de 13 países, ninguno
de América Latina, entre los que se encuentran Mark Zuckerberg, George Lucas y
Mellody Hobson, Dave Goldberg y Sheryl Sandberg, Paul E.Singer, Jeff Skoll,
Paul Allen, Richard y Joan Branson, Steve Bing y John Caudwell). Entre todos
han aportado (o se han comprometido a aportar) una cifra que alcanza los 600
billones de dólares.
La mecha había sido encendida varios años atrás
por uno de los firmantes más distinguidos: el empresario de medios Ted Turner,
cuando decidió crear el “Slate 60”, un listado donde la revista online (Slate)
publicó las mayores donaciones filantrópicas.
La historia muestra que estos actos, bien
encaminados, son significativos y un parteaguas; según reporta Bishop, las
investigaciones acerca de cómo incrementar las cosechas en los países menos
desarrollados —financiadas por la Fundación Rockefeller— lograron un aumento de
la producción que, se calcula, ha salvado a más de 1,000 millones de vidas
desde la década de 1940.
El perfil
Los filantrocapitalistas en lugar de dar sumas
ínfimas de dinero con el objetivo de generar publicidad positiva —un “lavado de
cara” de responsabilidad que en realidad es sólo relaciones públicas— ellos más
bien marcan agenda y prioridades. Suelen ser bien recibidos por los líderes
políticos y sus perfiles mainstream logran que discursos y necesidades urgentes
tengan prensa.
Una de las características de los
filantrocapitalistas estrella es el seguimiento cercano que dan a sus
inversiones sociales. Gates, por ejemplo, cuantifica en su blog los logros de
su fundación y los planes a seguir. Cuenta cuánto aumentó el presupuesto para
un objetivo específico y cuánto ha logrado con sus movimientos estratégicos.Con
la nueva prueba RDT lo ha logrado, y en 2013 ha hecho 200 millones de ellas,
sólo en África. Gates señala cómo estas acciones han alcanzado una dramática
reducción de la mortandad (42% desde 2000) y su convicción de que se logrará
erradicar la enfermedad por completo en una generación.
Pero pese a la credibilidadque dan estas
cuentas, no todo son odas y halagos para los filantrocapitalistas. Desde el
tiempo en que se maneja el vocablo algunos han apuntado sus fallas. Uno de sus
principales críticos es Michael Edwards, del Brooks World Poverty Institute de
la Universidad de Manchester, autor de Just AnotherEmperor? The Myths and
Realities ofPhilantrocapitalism (Demos, 2008).
Edwards no compra los argumentos de los
caballeros responsables del mercado. Sus principales objeciones son que las
transformaciones son sólo para unos y no transforman la sociedad por completo;
que no son sostenibles pues dependen del flujo de voluntades que pueden cambiar
repentinamente, y que ocultan responsabilidades de las instituciones y no se
ocupan de manera adecuada en reflexionar sobre la justicia. El
filantrocapitalismo, dicen los críticos, no va a la raíz de los problemas (la
pobreza, la corrupción) sino que aplaca síntomas.
Ante estos alegatos en diferentes coloquios,
Bishop suele responder que es cierto que el mundo no es simple y muchas veces
los filántropos no van a las raíces del asunto pero, ¿deberían los pobres
observar pacientemente cómo sus hijos mueren de enfermedades prevenibles como
polio o malaria, mientras ellos esperan por el cambio social?
Mientras estos debates ocurren, ¿en qué punto
estamos en México? ¿Se usa la inspiración filantrocapitalista? ¿Qué
calificación obtendría la filantropía nacional puesta a examen?
Mucho por hacer
Comparado con sus pares en América Latina, el
nivel de filantropía formal en México apoyando a instituciones no lucrativas es
bajo, asegura el doctor Michael Layton, director del Proyecto sobre Filantropía
y Sociedad Civil del ITAM.
En el último estudio comparativo del sector no
lucrativo más importante, realizado por la Universidad de Johns Hopkins en
Baltimore, Maryland, México está empatado con Filipinas en último lugar del
porcentaje de PIB en donativos filantrópicos con un 0.04%.
En tanto, un estudio exploratorio de este año,
realizado en conjunto por el Centro de Investigación y Estudios sobre Sociedad
Civil, A.C. en el Tecnológico de Monterrey y el Centro Mexicano para la
Filantropía (Cemefi), publicó que las fundaciones empresariales en el ejercicio
fiscal 2012 que fueron donatarias autorizadas donaron más de 2,697 millones de
pesos (mdp). De acuerdo a este mismo documento, entre las diez empresas más
importantes de México (en términos de facturación), sólo 40% tiene una
fundación empresarial. En total existen 131 de estas organizaciones y 64%
pertenece a alguna de las 500 empresas más importantes del país.
Por otra parte, México se ubica en el lugar 93
de 135 naciones que más aportan a organizaciones benéficas, según el World
Giving Index2014 (que realiza la Charities Aid Foundation y la encuestadora
Gallup). “Las fundaciones empresariales en México son un pequeño pero muy
influyente grupo dentro del amplio campo de la inversión social privada”, concluye
el informe. “Sus aportes en recursos humanos, financieros y programas son muy
importantes para el país, pero existe un gran campo de oportunidad para hacer
más efectivo su contribución social”.
¿Cómo puede mejorar? “Hay que pensar en los dos
lados de la ecuación”, asegura Layton. “En la disponibilidad de recursos y en
la demanda de estos recursos. En términos de disponibilidad, hay dos niveles:
la gente adinerada que puede hacer grandes actos filantrópicos, y los demás.
Las familias más ricas en México, en general, han empezado a crear
instituciones donantes: existen ejemplos importantes, pero aún falta la
profesionalización de sus actividades. La clase media ya está en una posición
de apoyar a causas sociales, pero falta un catalizador adecuado. Y este
catalizador tiene que estar del lado de la demanda, un sector de organizaciones
no lucrativas eficaces y transparentes, con estrategias de intervenciones
sociales innovadoras y metodologías de recaudación de fondos modernas,
enfatizando la rendición de cuentas y la vinculación con sus donantes y
voluntarios”.
Para Mónica Tapia, directora en el país de la
organización global Synergos (que entre otros programas tiene un círculo de
filántropos que agrupa 100 importantes familias de todo el mundo), la cultura
filantrópica está creciendo en todos los continentes, aunque para fortalecerla
en México es necesario mejorar el marco legal, que no está suficientemente
desarrollado y también el marco institucional.
“En otros países se enseña la inversión social
desde los 12 o 15 años), donde ocurren los cambios más interesantes y eso se
empieza a contagiar”.
Es un proceso de largo plazo, coincide Layton:
“Hay que promover el trabajo voluntario, la participación ciudadana y una
cultura de pedir y dar donativos entre los jóvenes. Algunos donantes dan a
muchas buenas causas, pero no tienen mucho enfoque. A muchos les falta una
visión estratégica”.
Para avanzar también hay que sobreponerse a
tabúes o prejuicios. “Muchos legisladores, funcionarios y periodistas ven los
donativos como una evasión fiscal”, dice Layton. “Pero la gran mayoría de los
donativos apoyan causas muy nobles. Muchos ven el marco fiscal como fundamental
en esto. México tiene los mismos incentivos para donativos que Estados Unidos
(una reducción de la base gravable del isr). Pero aquí existe un nivel de
informalidad mucho más alto, y estos incentivos no tienen impacto para mucha
gente. Hay que tomar en cuenta que Andrew Carnegie enfatiza la necesidad de
circular la riqueza y usarla para el beneficio público. Allí está el origen del
llamado filantrocapitalismo.
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