“Oro Justo”: oro con la
conciencia tranquila
Deutsche Welle - enero de 2015
La minería de oro ilegal destruye el medio
ambiente y crea muchos problemas sociales y de salud. Nuevos proyectos tratan
de hacer más sostenible el negocio del oro.
El intercambio de alianzas de oro es un símbolo
bien conocido en nuestra sociedad. Menos conocida, sin embargo, es la
destrucción con la que va acompañada su producción. Casi ninguna pareja feliz,
será consciente de que el anillo de oro en su dedo anular se hizo a expensas de
la biodiversidad. O de que durante su elaboración se produjeron residuos
químicos, que contaminan el suelo y la tierra durante miles de años.
"Para la producción de un anillo de bodas,
se generan unas 20 toneladas de residuos, que en gran parte son productos
químicos tóxicos, como el plomo, el mercurio, el arsénico o el cianuro",
cuenta Payal Sampat, directora de la campaña internacional "No al oro
sucio" de la Organización Earthworks. "En algunas de las regiones más
ricas en biodiversidad se está promoviendo el oro, o está previsto
hacerlo", añade.
El auge del precio de este metal precioso ha
conducido a una verdadera fiebre del oro en América del Sur. Desde las laderas nevadas
de los Andes hasta bien entrada la selva tropical amazónica, se ha disparado el
número de explotaciones mineras de oro a pequeña escala ilegales o no
oficiales.
La pobreza impulsa el negocio
Lina Villa Córdoba, Directora de la Alianza por
la Minería Responsable (ARM, del inglés Alliance for Responsible Mining) con
sede en Colombia, explica que este sector extraoficial del oro es alimentado
por la pobreza. "Es un recurso de acceso abierto, en el que no se requiere
ninguna habilidad o maquinaria especial. Simplemente es necesario tomar una
pala en la mano", cuenta.
Los
pequeños talleres o de producción "artesanal" generalmente mezclan
mercurio con la roca de la tierra para hacer una amalgama. Esta mezcla se
calienta después para extraer el oro. El proceso libera gases tóxicos y una
gran parte del mercurio va a parar a los ríos. Durante la última década, la
región de Madre de Dios, en la cuenca amazónica del Perú, se ha convertido en
un gran centro de la promoción ilegal del oro. Cerca de 30.000 mineros trabajan
en las minas de la región, según estimaciones de 2013.
En Puerto Maldonado, capital de Madre de Dios,
el 78 por ciento de los adultos poseen cantidades de mercurio en el cuerpo, que
están por encima de los límites establecidos, de acuerdo con un informe del
Instituto Carnegie para la Ciencia de 2013.
No obstante, a parte de las consecuencias
sanitarias, el auge de la industria ilegal del oro también tiene consecuencias
sociales y ambientales de gran alcance. Con ello han aumentado de forma drástica
los crímenes violentos, la prostitución y el trabajo infantil.
Asistencia para las comunidades y el medio
ambiente
Por el momento, los intentos anteriores para
frenar la minería ilegal no han tenido éxito pero ARM trabaja para ayudar a las
comunidades a obtener el Estándar de Minería Justa “Fairmined"
(http://www.communitymining.org/es/estandar-fairmined), con el fin de fomentar
una minería sostenible. Para conseguir este estándar, las emisiones de mercurio
deben reducirse de un 60 a un 90 por ciento; o tienen que cambiar al cianuro
para el proceso de extracción, y asegurarse de que los residuos se eliminan de
manera segura. A su vez, las minas “Fairmined” deben ser administradas
democráticamente, la seguridad laboral y los derechos de los trabajadores deben
estar garantizados y el trabajo infantil deberá ser un tema tabú.
Aurelsa,
una mina de oro en los desiertos del sur de Perú, es una historia de éxito de
la alianza. Muchos de los trabajadores de aquí llegaron a esta región en la
década de 1980 huyendo de la guerra civil peruana. Dadas las pocas
oportunidades para ganarse la vida, algunos de ellos comenzaron a buscar
pequeñas cantidades de oro, que quedaban de la extracción de otras minas más
importantes.
Entretanto los mineros se han agrupado y han
obtenido autorización oficial para esta actividad, que les ha permitido salir
de la economía sumergida. La explotación se ha trasladó fuera de la ciudad, que
está en pleno desarrollo, con el fin de reducir los riesgos de seguridad y para
la salud, de las 4.000 personas que ahora viven en ella. Asimismo, los
trabajadores han recibido equipos de seguridad, seguros de salud y tienen
derecho a prestaciones sociales.
"El cumplimiento del Estándar “Fairmined”
también obliga a la comunidad a asumir responsabilidad con el medio ambiente en
el que vive y transmitir esa responsabilidad a la próxima generación",
señala la directora de Aurelsa, María Rosa Reyes Pajuelo. Y añade: "es
posible conseguir un cambio y crear buenos empleos que mejoran la calidad de
vida de todos los residentes con la minería artesanal ecológica y socialmente
compatible."
La iniciativa ARM trabaja a su vez con otras
compañías justas certificadas “Fairmined” para comercializar el oro. Los
compradores pagan una prima de un diez por ciento, que se reinvierte en la
empresa y redunda en beneficio de la población local. En el caso de Aurelsa,
con ello se han podido construir tres escuelas, un centro de salud local y un
mercado de alimentos subvencionado.
Novias éticas
Las cifras de 2014 aún no están disponibles
pero probablemente ARM haya vendido durante ese año algo más de 100 kilogramos
de oro. En el año anterior fueron tan sólo 20 kg. "Lo que hacemos es tan
sólo una gota en el océano", reconoce Córdoba. "Pero proyectos como
Aurelsa muestran que los mineros están dispuestos a cambiar, que son capaces de
dirigir con éxito empresas pequeñas pero sostenibles y que también hay interés
en el mercado por comprar ese oro."
Y eso
también vale para joyeros y clientes. La diseñadora de joyas, Arabel Lebrusan,
por ejemplo, realiza encargos de comercio justo y utiliza oro reciclado para la
elaboración de sus alianzas. La creadora inglesa no quiere producir algo que
dañe el planeta. "Estaba al corriente de las prácticas de nuestro negocio,
que no me gustan. Y cuando me puse a crear joyas, hace diez años, era
importante para mí emplear materiales éticos."
Muchas de sus clientes son "novias
éticas" que desean poder llevar una joya tan especial con la conciencia
tranquila. Sin embargo, el conocimiento del impacto negativo de la industria
del oro en la sociedad es en general muy bajo.
La destrucción a gran escala y las alternativas
Asimismo, no sólo las pequeñas e ilegales
empresas, o extraoficialmente en funcionamiento, son responsables de los daños
ambientales, aclara Sampat. "Hay muchas minas industriales, que tienen un
impacto enorme sobre el medio ambiente y la salud pública." Entre las más
contaminantes, se encuentran las aguas ácidas de la minería, aguas residuales
contaminadas con metales pesados, que pueden dañar el suelo durante miles de
años. "Una mina se puede cerrar después de 20 años pero las consecuencias
pueden durar para siempre. Las comunidades pobres en países como Perú están
atrapadas ya sea por la peor parte de ese impacto o por los costes de su
limpieza ", explica Sampat.
Acabar con estas prácticas de trabajo ya tan
arraigadas es un proceso arduo pero la directora de la campaña “No al Oro
Sucio” tiene la confianza de que el comercio justo, así como un nuevo estándar
desarrollado por la propia iniciativa, contribuirán al establecimiento de
buenas prácticas de la minería responsable.
El asunto está cada vez más presente a través
de otros canales. En 2013, Earthworks colaboró en un informe, que critica la
actividad del Consejo de Joyería Responsable (RJC, en sus siglas en inglés),
que certifica las prácticas responsables en el negocio de la joyería. De este
modo, el consejo legitima la producción de algunas de las compañías mineras de
oro más grandes del mundo. Según el informe, sin embargo, el sistema de
certificación del RJC, no respeta de forma adecuada los derechos de los
trabajadores y de las comunidades locales, así como tampoco promueve las
medidas medioambientales adecuadas ni favorece la confianza de los
consumidores".
Los expertos dicen que los procesos químicos
involucrados en la extracción del metal conllevan riesgos inevitables, tanto
para los trabajadores como para el medio ambiente. Pero, debido a que ahora los
recursos son accesibles para cualquiera, Córdoba considera que tiene más
sentido concentrarse en minimizar el daño y maximizar el beneficio para las
comunidades. “Durante 20 años, la comunidad internacional y la industria minera
han reflexionado sobre la manera de conseguir que los mineros reorienten su profesión
a la de pescadores para poder librarse de este sector. Nosotros perseguimos un
enfoque más pragmático. Debido a que los intentos por cerrar la minería no han
tenido éxito hasta ahora. ¿Por qué no intentar que al menos haya una
transformación positiva del sector?”.
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