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jueves, 29 de enero de 2015

oro

“Oro Justo”: oro con la conciencia tranquila       


Deutsche Welle - ‎ ‎enero‎ de ‎2015
La minería de oro ilegal destruye el medio ambiente y crea muchos problemas sociales y de salud. Nuevos proyectos tratan de hacer más sostenible el negocio del oro.

El intercambio de alianzas de oro es un símbolo bien conocido en nuestra sociedad. Menos conocida, sin embargo, es la destrucción con la que va acompañada su producción. Casi ninguna pareja feliz, será consciente de que el anillo de oro en su dedo anular se hizo a expensas de la biodiversidad. O de que durante su elaboración se produjeron residuos químicos, que contaminan el suelo y la tierra durante miles de años.

"Para la producción de un anillo de bodas, se generan unas 20 toneladas de residuos, que en gran parte son productos químicos tóxicos, como el plomo, el mercurio, el arsénico o el cianuro", cuenta Payal Sampat, directora de la campaña internacional "No al oro sucio" de la Organización Earthworks. "En algunas de las regiones más ricas en biodiversidad se está promoviendo el oro, o está previsto hacerlo", añade.

El auge del precio de este metal precioso ha conducido a una verdadera fiebre del oro en América del Sur. Desde las laderas nevadas de los Andes hasta bien entrada la selva tropical amazónica, se ha disparado el número de explotaciones mineras de oro a pequeña escala ilegales o no oficiales.

La pobreza impulsa el negocio

Lina Villa Córdoba, Directora de la Alianza por la Minería Responsable (ARM, del inglés Alliance for Responsible Mining) con sede en Colombia, explica que este sector extraoficial del oro es alimentado por la pobreza. "Es un recurso de acceso abierto, en el que no se requiere ninguna habilidad o maquinaria especial. Simplemente es necesario tomar una pala en la mano", cuenta.

 Los pequeños talleres o de producción "artesanal" generalmente mezclan mercurio con la roca de la tierra para hacer una amalgama. Esta mezcla se calienta después para extraer el oro. El proceso libera gases tóxicos y una gran parte del mercurio va a parar a los ríos. Durante la última década, la región de Madre de Dios, en la cuenca amazónica del Perú, se ha convertido en un gran centro de la promoción ilegal del oro. Cerca de 30.000 mineros trabajan en las minas de la región, según estimaciones de 2013.

En Puerto Maldonado, capital de Madre de Dios, el 78 por ciento de los adultos poseen cantidades de mercurio en el cuerpo, que están por encima de los límites establecidos, de acuerdo con un informe del Instituto Carnegie para la Ciencia de 2013.
No obstante, a parte de las consecuencias sanitarias, el auge de la industria ilegal del oro también tiene consecuencias sociales y ambientales de gran alcance. Con ello han aumentado de forma drástica los crímenes violentos, la prostitución y el trabajo infantil.

Asistencia para las comunidades y el medio ambiente

Por el momento, los intentos anteriores para frenar la minería ilegal no han tenido éxito pero ARM trabaja para ayudar a las comunidades a obtener el Estándar de Minería Justa “Fairmined" (http://www.communitymining.org/es/estandar-fairmined), con el fin de fomentar una minería sostenible. Para conseguir este estándar, las emisiones de mercurio deben reducirse de un 60 a un 90 por ciento; o tienen que cambiar al cianuro para el proceso de extracción, y asegurarse de que los residuos se eliminan de manera segura. A su vez, las minas “Fairmined” deben ser administradas democráticamente, la seguridad laboral y los derechos de los trabajadores deben estar garantizados y el trabajo infantil deberá ser un tema tabú.

 Aurelsa, una mina de oro en los desiertos del sur de Perú, es una historia de éxito de la alianza. Muchos de los trabajadores de aquí llegaron a esta región en la década de 1980 huyendo de la guerra civil peruana. Dadas las pocas oportunidades para ganarse la vida, algunos de ellos comenzaron a buscar pequeñas cantidades de oro, que quedaban de la extracción de otras minas más importantes.

Entretanto los mineros se han agrupado y han obtenido autorización oficial para esta actividad, que les ha permitido salir de la economía sumergida. La explotación se ha trasladó fuera de la ciudad, que está en pleno desarrollo, con el fin de reducir los riesgos de seguridad y para la salud, de las 4.000 personas que ahora viven en ella. Asimismo, los trabajadores han recibido equipos de seguridad, seguros de salud y tienen derecho a prestaciones sociales.

"El cumplimiento del Estándar “Fairmined” también obliga a la comunidad a asumir responsabilidad con el medio ambiente en el que vive y transmitir esa responsabilidad a la próxima generación", señala la directora de Aurelsa, María Rosa Reyes Pajuelo. Y añade: "es posible conseguir un cambio y crear buenos empleos que mejoran la calidad de vida de todos los residentes con la minería artesanal ecológica y socialmente compatible."

La iniciativa ARM trabaja a su vez con otras compañías justas certificadas “Fairmined” para comercializar el oro. Los compradores pagan una prima de un diez por ciento, que se reinvierte en la empresa y redunda en beneficio de la población local. En el caso de Aurelsa, con ello se han podido construir tres escuelas, un centro de salud local y un mercado de alimentos subvencionado.

Novias éticas

Las cifras de 2014 aún no están disponibles pero probablemente ARM haya vendido durante ese año algo más de 100 kilogramos de oro. En el año anterior fueron tan sólo 20 kg. "Lo que hacemos es tan sólo una gota en el océano", reconoce Córdoba. "Pero proyectos como Aurelsa muestran que los mineros están dispuestos a cambiar, que son capaces de dirigir con éxito empresas pequeñas pero sostenibles y que también hay interés en el mercado por comprar ese oro."

 Y eso también vale para joyeros y clientes. La diseñadora de joyas, Arabel Lebrusan, por ejemplo, realiza encargos de comercio justo y utiliza oro reciclado para la elaboración de sus alianzas. La creadora inglesa no quiere producir algo que dañe el planeta. "Estaba al corriente de las prácticas de nuestro negocio, que no me gustan. Y cuando me puse a crear joyas, hace diez años, era importante para mí emplear materiales éticos."

Muchas de sus clientes son "novias éticas" que desean poder llevar una joya tan especial con la conciencia tranquila. Sin embargo, el conocimiento del impacto negativo de la industria del oro en la sociedad es en general muy bajo.

La destrucción a gran escala y las alternativas

Asimismo, no sólo las pequeñas e ilegales empresas, o extraoficialmente en funcionamiento, son responsables de los daños ambientales, aclara Sampat. "Hay muchas minas industriales, que tienen un impacto enorme sobre el medio ambiente y la salud pública." Entre las más contaminantes, se encuentran las aguas ácidas de la minería, aguas residuales contaminadas con metales pesados, que pueden dañar el suelo durante miles de años. "Una mina se puede cerrar después de 20 años pero las consecuencias pueden durar para siempre. Las comunidades pobres en países como Perú están atrapadas ya sea por la peor parte de ese impacto o por los costes de su limpieza ", explica Sampat.

Acabar con estas prácticas de trabajo ya tan arraigadas es un proceso arduo pero la directora de la campaña “No al Oro Sucio” tiene la confianza de que el comercio justo, así como un nuevo estándar desarrollado por la propia iniciativa, contribuirán al establecimiento de buenas prácticas de la minería responsable.

El asunto está cada vez más presente a través de otros canales. En 2013, Earthworks colaboró en un informe, que critica la actividad del Consejo de Joyería Responsable (RJC, en sus siglas en inglés), que certifica las prácticas responsables en el negocio de la joyería. De este modo, el consejo legitima la producción de algunas de las compañías mineras de oro más grandes del mundo. Según el informe, sin embargo, el sistema de certificación del RJC, no respeta de forma adecuada los derechos de los trabajadores y de las comunidades locales, así como tampoco promueve las medidas medioambientales adecuadas ni favorece la confianza de los consumidores".


Los expertos dicen que los procesos químicos involucrados en la extracción del metal conllevan riesgos inevitables, tanto para los trabajadores como para el medio ambiente. Pero, debido a que ahora los recursos son accesibles para cualquiera, Córdoba considera que tiene más sentido concentrarse en minimizar el daño y maximizar el beneficio para las comunidades. “Durante 20 años, la comunidad internacional y la industria minera han reflexionado sobre la manera de conseguir que los mineros reorienten su profesión a la de pescadores para poder librarse de este sector. Nosotros perseguimos un enfoque más pragmático. Debido a que los intentos por cerrar la minería no han tenido éxito hasta ahora. ¿Por qué no intentar que al menos haya una transformación positiva del sector?”.

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