Pobreza: las mujeres pueden hacer la diferencia
Forbes - sábado, 24 de enero de 2015
Las mujeres tienen la capacidad de ser
verdaderos agentes de cambio social. Sin embargo, su impacto se encuentra
limitado por rígidos estereotipos, prejuicios culturales y por la situación de
pobreza en la que viven muchas de ellas.
En las últimas décadas, las mujeres han asumido
un rol creciente en la sociedad, destacando en todos los sectores. Durante los
últimos días estuve participando en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial
en Davos y dediqué este espacio para hablar de la importancia de la mujer en la
economía, su participación en los negocios familiares, su alto potencial de
emprendimiento y el valor agregado que pueden aportar a nuestras empresas. Para
concluir esta serie, quisiera abordar el tema de las mujeres como actores
fundamentales para la disminución de la pobreza.
Numerosos estudios han explorado la manera en
que la participación laboral de la mujer permite disminuir los índices la
pobreza y mejorar la calidad de vida de sus comunidades. De acuerdo con un
estudio del Banco Mundial sobre los efectos del poder económico de la mujer en
América Latina y el Caribe (2012), el aumento de los ingresos de la mujer
contribuyó en 30% a la reducción de la pobreza extrema en la región entre 2000
y 2010.
Las mujeres de América Latina tienen una
participación cada vez mayor en el mercado laboral. Entre 1980 y 2007, la
participación femenina en la fuerza laboral de la región pasó de 35% a 53%. En
el mismo periodo, la proporción del ingreso aportado por mujeres a los hogares
latinoamericanos creció de forma sostenida, aunque con importantes variaciones
entre países. Por ejemplo, mientras que las mujeres contribuyeron en 30% de los
ingresos de sus familias en Costa Rica, esta cifra alcanzó casi 45% en El
Salvador y más de 60% en Jamaica.
La inclusión de la mujer en la fuerza laboral
también repercute en el desarrollo social de sus comunidades. Al sumarse al del
hombre, el ingreso aportado por la mujer aumenta la capacidad de consumo en las
familias. Asimismo, los ingresos femeninos contribuyen a la seguridad
financiera de sus hogares, al limitar los efectos de potenciales caídas
salariales. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, los
hogares en que la mujer participa en el mercado laboral suelen ser menos pobres
que aquellos en que no realiza ninguna actividad remunerada.
Otro elemento importante es el papel clave de
la mujer en la ruptura de la pobreza intergeneracional. Esto se debe a que las
mujeres invierten mayor parte de sus ingresos en la educación, salud y
nutrición de sus hijos. En materia educativa, el Banco Mundial ha señalado la
relación que existe entre la contribución económica de la mujer y la
trayectoria escolar de los hijos. Los hallazgos de esta institución muestran
que las tasas de inscripción de los hijos en educación pre-escolar y
preparatoria pueden llegar a ser hasta 25% mayores en familias en las que la
mujer aporta más de 75% del ingreso que en aquellas que dependen principalmente
de ingresos masculinos.
Las mujeres tienen la capacidad de ser
verdaderos agentes de cambio social. Sin embargo, al día de hoy, su impacto se
encuentra limitado por rígidos estereotipos, prejuicios culturales y por la
situación de pobreza en la que viven muchas de ellas. De acuerdo con datos de
la Comisión Económica para América Latina (Cepal), la exposición de las mujeres
a la pobreza es en promedio 1.15 veces mayor a la de los hombres.
Debemos de impulsar la participación de las
mujeres en la economía. Únicamente así podremos optimizar su potencial de un
ser un motor de prosperidad y bienestar.
Me voy de Davos satisfecha de haber transmitido
el mensaje de la importancia de la mujer en la sociedad. El desarrollo no puede
ser concebido sin equidad.
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