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domingo, 18 de enero de 2015

cruzadas

Revolviendo en las cruzadas


El Correo - ‎  ‎enero‎ de ‎2015
"El Islam es parte de Alemania", aseguró Angela Merkel. La canciller democristiana ha dado un paso al frente para aplacar el extremismo antimusulmán atizado por los crímenes de París. Al Qaeda y el Estado Islámico inflaman los discursos (los musulmanes invaden Europa y obligan a los cristianos a recuperarla). Quizá la mayor habilidad de los yihadistas -de los actuales, que están familiarizados con 'Twitter’, y de los 'barbudos’ que hace dos décadas degollaron civiles en Argelia, a su regreso de Afganistán- es que consiguen que todo el mundo acabe invocando las cruzadas sin tener ni idea de qué fueron, ni de la deformación que sufrieron en el XIX, cuando las Occidente las usó para justificar el colonialismo.

Novecientos años después de la proclamación del papa Urbano II en el concilio de Clermont (1095), que fue el detonante de la primera cruzada, los integristas y los partidarios del diálogo de civilizaciones revuelven en esa época para buscar agravios o motivos de entendimiento.

Por eso es interesante leer el libro '¿Qué fueron las cruzadas?'. (Editorial Acantilado), de Jonathan Riley-Smith, catedrático emérito de la Universidad de Cambridge. Escrito originalmente en 1977, no juzga a los peregrinos armados que lucían la cruz. Se ciñe a lo que hacían y a los textos sobre ellos que han llegado a nuestros días, huyendo de teorías. "Las personas que vivían en aquella época sabían perfectamente lo que era una cruzada", concluye el historiador.

Los cruzados protagonizaron guerras religiosas, de carácter penitencial y legitimadas por el Papa. La primera arrancó al concluir el siglo XI y la quinta en el XIII. Quienes hacían votos no eran los únicos que participaban en la contienda, aunque se beneficiaban de las indulgencias y de la protección de sus bienes durante su ausencia. Los escenarios de conflicto fueron Tierra Santa, el oriente en general, la península ibérica, el norte de África, el mar Egeo, los Balcanes y el Occidente europeo. La motivación era ideológica, pero el enemigo no siempre fue el Islam, sino los paganos del Báltico, los cátaros del sur de Francia, los ortodoxos rusos, los herejes griegos, los mongoles y los husitas de Centroeuropa.

Riley-Smith no es concluyente sobre cuándo terminaron las cruzadas. Sugiere que la última expedición pudo ser "la de Sebastián de Portugal a Marruecos en 1578 y la de la Armada española a Inglaterra diez años después". Pero luego indica que a finales del XVII hubo una alianza con rasgos de cruzada, la Liga Santa, que ocupó el Peloponeso. También podría pensarse que el telón cayó más tarde, cuando los Caballeros de Malta, que seguían luchando contra los musulmanes, entregaron su isla a Napoleón en 1798. "Actualmente no me inclino por ninguna fecha en concreto", reconoce el historiador.

Las dudas se deben a que en el XIX se produjeron episodios singulares como la pretensión de los Caballeros de Malta, hacia 1820, de reclutar protestantes ingleses para enviarlos a combatir contra los turcos. En 1890, el arzobispo de Argel creó L'Institut Religieux et Militaire des Frères Armés du Sahara, un proyecto que apenas puso en marcha dos colonias hasta 1892. "En cierto sentido", dice Riley-Smith, ese instituto sería equiparable a las órdenes militares del Báltico en el siglo XIII.

Las cruzadas entraron en la ficción en el XIX, cuando el colonialismo de las potencias occidentales se apropió de su lenguaje y lo exageró. Unas décadas antes, el Romanticismo había deformado el recuerdo de aquel movimiento. El novelista Walter Scott creó un arquetipo de cruzados que, explica Riley-Smith, son "fascinantes, pero poco refinados, infantiles y destructivos, en una civilización superior a la suya". Por la misma época, Joseph-François Michaud, autor de la 'Historia de las cruzadas', imaginó aquellas contiendas como "instrumentos gloriosos del nacionalismo y protoimperialismo". Podría decirse, por tanto, que lo que los occidentales piensan sobre ese asunto proviene, a grandes rasgos, de Walter Scott y de Michaud. Y de Giuseppe Verdi.

Pero no sólo los europeos se tragaron ese embuste (utilizando una expresión simple). También se lo debieron de creer los movimientos islamistas del siglo XX. "La espectacular aparición de un panislamismo agresivo, inspirado en el concepto de 'cruzadismo' (sulubiyya) de Sayyid Qutb, está haciendo resurgir el interés del público general por el tema", avisó Riley-Smith en 2009, en el prólogo a la cuarta edición de su libro. "Un curioso giro mortal de la historiografía", añadió el historiador, en alusión a los atentados yihadistas de nuestra época.


Sayyid Qutb (1906-1966), ideólogo de los Hermanos Musulmanes egipcios, escribió: "La sangre occidental contiene el espíritu de las cruzadas. Colma el subconsciente de Occidente". Esa reflexión, según Riley-Smith, refleja "la asociación típica del XIX entre las ideas cruzadas y el imperialismo, asociación que nos ha dejado una herencia mortífera".

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