Cuba copia modelo a China
Excelsior - lunes, 26 de enero de 2015
En su acercamiento a Estados Unidos, que parece
parte de una estrategia de transición iniciada hace años, las alternativas del
gobierno cubano parecerían estar entre China y Vietnam.
Y no es que uno u otro vayan a ser los
contrapesos que el régimen del presidente Raúl Castro busque para compensar el
esperado impacto de la presencia estadunidense, sino el modelo económico a
seguir en la Cuba del futuro.
Para el presidente Barack Obama, la reanudación
de relaciones con Cuba permitiría que Estados Unidos estuviera en capacidad de
poner presión sobre el gobierno cubano y que más visitantes y acceso a internet
llevaría a una apertura.
“Con el tiempo, lo que se va a ver gradualmente
es un cambio”, dijo Obama a GloZell Green, que encabeza un programa de You Tube
con más de cinco millones de seguidores.
El señalamiento en gran medida refleja las
esperanzas del gobierno de Obama, que tomó un paso considerado como audaz al
romper con una política de aislamiento que lleva ya medio siglo y aún tiene
partidarios.
La decisión de Obama puede, sin embargo, haber
puesto fin a un debate que ya hace casi 20 años llevó a la influyente
“Corporación Rand” a emitir un estudio en el que afirmaba que Cuba, en algún
momento, iría al “mercado-leninismo”.
Pero eso es desde el lado estadunidense.
Hoy se especula sobre lo que sucederá en Cuba
cuando, tal vez, culmine con éxito el actual intento de restablecer relaciones
diplomáticas y comerciales con Estados Unidos. Y si bien surgen las dudas, dos
puntos parecen claros.
Estados Unidos no está empeñado en el
derrocamiento del régimen y desde hace tiempo favorecen una transición –no muy
alejada de la que lleva ya años en desarrollo– todavía bajo la égida de los
hermanos Castro y el aparato de seguridad del gobierno cubano.
De hecho, documentos diversos señalan que ya
hace 20 años había pronunciamientos por mantener la presión económica y
diplomática, por la multiplicación de contactos comerciales y culturales, pero
ninguno parecía favorable a una solución de conflicto que se consideraba ya
como indeseable por los costos que involucraría.
Que la decisión de cuánto abrir y qué tan lejos
llegar continúa en manos del gobierno cubano, aunque sus opciones parecen
reducirse a las alternativas de optar por el modelo chino, en el que la
liberación económica alienta la creación de grandes capitales, pero incluye
también un grado de corrupción.
O el estilo vietnamita. Una apertura
cuidadosamente graduada, de una economía rígidamente centralizada hacia una
economía socialista de mercado, que ha favorecido la creación de medianas y
pequeñas empresas y también, abierta a la inversión externa.
Dos formas distintas, y en evolución, de lo que
se define –no sin humor– como el “mercado-leninismo”. Libertad económica a
cambio de autoritarismo político...
Un reporte de la Rand, un influyente centro
académico que frecuentemente elabora reportes y análisis para el Departamento
de Defensa, afirmaba en 1993 que la mejor posibilidad para alentar cooperación
y evolución en Cuba, sería “una suavización selectiva, unilateral (del
embargo), junto con una clara advertencia de quedarse fuera de actividades de
proliferación o de narcotráfico, proveería una creíble mezcla de ‘zanahorias y
palos’” que lo que en ese momento era “un retorno al conflicto”.
Y de hecho hacían hincapié en la postura de las
fuerzas de seguridad y su importancia para esa transición que al tiempo de
permitir la supervivencia del régimen le permitiría abrirse para superar los
problemas económicos.
La postura fue comparada por el diario español
El País a la de un boxeador que de hecho acepta golpes a las partes blandas,
pero mantiene incólumes sus puntos vitales.
Para muchos, en diciembre pasado, fue una
sorpresa que el presidente Raúl Castro hiciera el anuncio sobre el reinicio de
contactos con Estados Unidos vestido en su uniforme de comandante en Jefe de
las Fuerzas armadas de Cuba. Fue un aviso para los estadunidenses, pero también
para los cubanos: el gobierno está en control.
Pero Estados Unidos, como dejó ver Obama, creen
que el contacto entre poblaciones, su economía y el tamaño de su mercado, mucho
más cercanos que China Popular, serán a fin de cuentas un imán demasiado
grande.
De entrada es claro que el acuerdo entre los
gobiernos de Barack Obama y Raúl Castro no incluye el fin del embargo, aunque
pueda llegar a ser una consecuencia. A cambio, se espera el inicio de un
periodo de inversiones y apertura turística.
Cierto que hay muchos misterios. Uno de ellos,
cuál es la opinión al respecto de Fidel Castro, el líder cubano que durante más
de medio siglo ha ejercido control directo o indirecto del país y su futuro.
Hace más de un año que el anciano dirigente no aparece en público, y al margen
de las especulaciones sobre su salud, su ausencia se siente.
Cuando delegaciones de Estados Unidos y Cuba
iniciaron la semana pasada negociaciones
para buscar la reanudación de relaciones diplomáticas, estuvieron de acuerdo en
sólo un tema inicial: en lo que estaban en desacuerdo.
De entrada Estados Unidos parecerían el país
más obligado a hacer concesiones: después de todo la decisión de imponer el
embargo comercial, hace casi 54 años, fue de ellos y la decisión de iniciar
contactos con la idea de normalizar relaciones también es de ellos.
“No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar
resultados diferentes”, dijo el presidente Barack Obama en diciembre pasado.
Pero de acuerdo con el economista dominicano
Fabio Rafael Fiallo, el punto determinante ahora es que el gobierno cubano no
llega a las negociaciones con EU en una posición de fuerza.
El desplome de la Unión Soviética provocó
problemas en la década de los 90, del siglo pasado, pero luego aparecieron
China y Venezuela. A final de cuentas, la largueza económica de la Venezuela de
Hugo Chávez y su respaldo a Cuba dieron margen de maniobra al gobierno
castrista. Pero la muerte de Chávez y los problemas económicos de Venezuela
obligaron al gobierno cubano a aceptar un acercamiento con su mayor adversario.
Al mismo tiempo la realidad. La economía no
está como para que muchos países adopten la idea de subvencionar a otra nación
por una mera cuestión geopolítica o una simpatía ideológica. El gobierno
brasileño –o el chino, o el ruso, o el... etc.– puede simpatizar con el cubano,
pero igual que el estadunidense necesita recuperar sus créditos...
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