Filantropía y
rentabilidad: el nuevo ADN de las empresas
Forbes - lunes, 19 de enero de 2015
La presidenta de la Fundación Cisneros es la
tercera generación al frente del grupo venezolano que su abuelo fundó hace 84
años, una de las mayores corporaciones de medios de comunicación y
entretenimiento del mundo. Hoy, Adriana dedica su esfuerzo a unir negocios y
filantropía. Según ella, “es totalmente natural combinar ambos mundos”.
Por Patricia Erroz
Si hay algo que identifica a Adriana Cisneros
es saber unir la filantropía y el mundo de la empresa. Es CEO y vice chairman
de la Organización Cisneros, además de ser la presidenta de la Fundación
Cisneros. Representa a la tercera generación del grupo venezolano que su
abuelo, Diego Cisneros, fundó y que se ha convertido en una de las mayores
corporaciones de medios de comunicación y entretenimiento del mundo, con
contenidos en más de 100 países.
Desde que empezó a tomar las riendas del legado
familiar, Adriana Cisneros trabaja de forma incansable para que cada una de sus
líneas de negocio desarrolle —con el apoyo de la fundación familiar— una
gestión de responsabilidad social propia. Se ha empeñado en unir ambos mundos:
el filantrópico y el empresarial. De esta forma, la responsabilidad social ha
pasado a ser parte fundamental de la Organización Cisneros, así como el
espíritu empresarial lo es ahora para la fundación.
Nada se le resiste en estos años al frente del
timón. Desde la puesta en marcha de Tropicalia, un revolucionario proyecto
turístico de bajo impacto ambiental en República Dominicana, hasta la
transformación del certamen de Miss Venezuela en mucho más que un concurso de
belleza. También está el desatacado proyecto Cl@se, el primer canal de
televisión educativo panregional en español con cobertura desde México hasta el
Polo Sur.
¿Por qué vincular la labor empresarial a la
acción social?
Es responsabilidad de cualquier ciudadano el
colaborar en la transformación y mejora de su entorno. Es muy fácil esperar a
que los cambios provengan de fuera o que sean las autoridades quienes los
propicien. En mi caso, la motivación va más allá de mi papel como empresaria y
comienza por ser una ciudadana responsable.
Desde mi punto de vista, existen tres tipos de
filantropía: la que puedes hacer de manera personal, la que puedes llevar a
cabo como familia y la que se realiza a través de las compañías en forma de
Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Las tres son igual de importantes y
necesarias. De ahí que uno de mis principales objetivos al frente de la
compañía haya sido precisamente ampliar nuestras actividades de RSC a través de
la creación de proyectos compatibles con la personalidad de cada una de
nuestras empresas o divisiones, con los que los empleados pudieran
entusiasmarse y sentirse orgullosos.
¿Hasta qué punto la influencia de tus padres
jugó un papel relevante en la filantropía?
Totalmente. Mis padres crearon esa conciencia
en mis hermanos y en mí desde que éramos muy pequeños. Nos han dado siempre un
gran ejemplo de cómo las iniciativas de negocio y de responsabilidad social
marchan muy bien juntas.
¿Qué proyecto empresarial de tus padres
resaltarías?
Tuve la oportunidad de acompañarlos en el viaje
de lanzamiento de DirecTV en la región. Fuimos pioneros en la televisión por
satélite y mis padres sabían la oportunidad que esto significaba: toda América
Latina estaría conectada por primera vez a través de un satélite. Fue cuando
concibieron la idea de crear Cl@se, el primer canal de televisión educativo
panregional en español con cobertura desde México hasta el Polo Sur. Recorrimos
14 ciudades en 14 días y, en cada firma de contrato, una de las cláusulas más
importantes era el compromiso del socio local de emitir la señal de Cl@se.
¿Cómo lo vas a transmitir a futuras
generaciones?
Es un tema sobre el que he reflexionado mucho.
Para mí es importantísimo que mis hijos y sobrinos sean partícipes del legado
filantrópico de la compañía, pero soy consciente de que se trata de la cuarta
generación. Es muy diferente a la de mis padres y a la mía. Llegado el momento
habrá que escuchar a esta nueva generación, la forma en que ven al mundo y las
soluciones que ven a los problemas de nuestra región. Así podremos enfocarnos
hacia lo que les interesa.
Has conseguido transformar Miss Venezuela en
algo más que un concurso de belleza, ¿cómo has ligado este proyecto con la
responsabilidad social?
En mi país el certamen equivale a lo que
representa para los Estados Unidos el Super Bowl. No sólo es el programa con
mayor audiencia en la TV venezolana, sino que se ha convertido en un ejemplo de
entrenamiento integral para las concursantes.
Cuando adquirimos el certamen [en la década de
1970] era sólo un concurso de belleza. Nos dimos cuenta de que el entrenamiento
por el que las jóvenes pasaban les hacía salir más preparadas. Veían en Miss
Venezuela una plataforma para cumplir sus objetivos, desarrollar una carrera e
impactar en su sociedad. Resultó muy interesante para nosotros darnos cuenta de
que las carreras universitarias que cursaban las participantes, y sus propias
experiencias personales, representaban oportunidades para potenciar su
compromiso social en áreas de trabajo donde pudieran tener impacto como figuras
públicas. Se trata de mujeres que, al igual que la marca actual de Miss
Venezuela, están asociadas con la excelencia y la disciplina, cualidades
capaces de inspirar a muchos. Por ello, decidimos desarrollar programas de
responsabilidad social que capitalizaran todo este potencial.
¿Cómo lo lograron?
En primer lugar las candidatas que se preparan
para el certamen Miss Venezuela, reciben charlas de responsabilidad social.
Cada año las actividades incluyen una sensibilización y un acercamiento a una
problemática social en particular. Esto nos permite [concientizar] a la
audiencia a través de la proyección de mensajes clave durante la retransmisión
del certamen. Este año, por ejemplo, aprovechamos para promover el derecho de
toda mujer a una vida libre de violencia.
Por otro lado, cuando son elegidas las reinas
de belleza que nos representarán en certámenes internacionales, buscamos
desarrollar programas de voluntariado para cada una de ellas, en línea con sus
inquietudes y talento.
¿Cuáles son las motivaciones que le llevan a
uno a ser filántropo?
En mi caso diría que responde a la educación
recibida, a una visión y a valores familiares en los que el compromiso social y
las prácticas empresariales de éxito van de la mano.
¿Qué dificultades o retos existen a la hora de
ser filántropo?
Existen dos grandes desafíos. El primero, tiene
mucho que ver con la sensibilidad. Hay que tener mucha disciplina y tacto al
escoger una causa a la cual apoyar. Es necesario preguntarse qué pasaría con
esa causa o institución el día que dejemos de estar, si podría sobrevivir sin
nosotros, porque parte del compromiso que se adquiere debe ser justamente
proyectar el bienestar de la institución a largo plazo.
El segundo está relacionado con saber cómo
evolucionan estas causas y la forma de apoyarlas.
¿Cómo alcanzar la máxima eficacia en una
fundación?
Desde mi experiencia, la filantropía debe
gestionarse como se gestionan los negocios, en el sentido de contar con planes,
objetivos y métricas de resultados. De igual forma, tener siempre presente la
visión y misión con las que se ha creado esa fundación te permite conservar el
rumbo y cuestionarte constantemente sobre su eficacia y, en caso de ser
necesario, replantear estrategias.
¿Se puede capitalizar la filantropía? ¿Cuál
sería el esquema filantrópico ideal y funcional en nuestra sociedad occidental
capitalista?
Por supuesto. Para nosotros la tendencia ha
sido siempre la búsqueda de valores compartidos entre la Organización y la
sociedad en la que estamos impactado. Ha funcionado muy bien porque permite un
alto grado de involucración de las personas. Un gran ejemplo de ello es lo que
estamos haciendo a través de Fundación Tropicalia, donde se crearon actividades
específicamente diseñadas para las problemáticas de la zona de Miches en
República Dominicana, donde se sitúa el principal proyecto de Cisneros Real
Estate, un desarrollo turístico sostenible. Antes de comenzar el desarrollo del
complejo queríamos asegurarnos de que cuando el primer huésped llegara se
sintiera bien recibido y de que la comunidad pudiera ver el proyecto como una
fuente de trabajo. Analizamos las necesidades e iniciamos programas de
agricultura responsable, financiamiento, educación y bienestar. Hemos trabajado
muy de la mano con la gente local y formamos un gran equipo porque compartimos
la misma visión para la región.
¿Cómo ve la filantropía en Sudamérica?
En América Latina, donde siempre han existido
grandes desigualdades sociales, ha habido una tradición filantrópica que se ha
traducido en ayuda para los más necesitados, generalmente a través de fundaciones
u organizaciones religiosas.
¿Cómo y por qué convencer a sus semejantes de
esta misión?
Más allá de calificarlo como “bueno”, considero
que es un tema de responsabilidad como ciudadano; esa necesidad de tomar acción
y convertirte en agente de cambio; lo cual implica un compromiso de vivir la
filantropía como individuo más allá de hacerlo a través de un ente empresarial.
¿Crees que la filantropía en muchos casos
responde a una reacción defensiva para proteger su imagen y evitar reacciones
negativas en una época de crisis profunda?
De ninguna manera. La filantropía, como he
mencionado, debe provenir de esa necesaria conciencia de responsabilidad como
ciudadanos y como empresas.
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