Caos, el Big Bang de millonarios
Forbes - viernes, 16 de enero de 2015
Si no hubieran vivido un caos, los millonarios
no hubieran aprendido ciertos valores ni fraguado ideas que hoy los hacen
exitosos, al menos económicamente.
(Para una mejor experiencia y maridaje, el chef
autor recomienda leer este artículo mientas se escucha la canción Madness del
grupo Muse).
Mi padre seguido recuerda sus clases de
termodinámica, y a sus 74 años aún conserva su cuaderno de la materia. Por el
trauma de tener un profesor exigente, dice que a veces tiene pesadillas; sueña
que está en clase y lo pasan al pizarrón a calcular la entropía de algo. De ahí
conocí por primera vez el término con que aquí uno a los millonarios.
La entropía es, en términos profanos y
entendibles para un servidor, la energía que no se puede utilizar en un sistema
cerrado. Por ejemplo, una planta hidroeléctrica convierte el movimiento del
agua en electricidad. No todo el movimiento se aprovecha, así como no todo el
calor de una estufa se utiliza para hervir un pocillo de agua. La entropía es
la medida de esa energía no utilizada. En un sistema cerrado, la entropía
tiende a crecer; eso significa que cada vez menos energía es utilizable.
Un reloj de cuerda deja de funcionar
gradualmente porque la energía latente en su muelle se utiliza para mover las
manecillas del reloj, y parte de esta energía se convierte en calor
irrecuperable. Debido a que el calor no se puede reconstituir en energía
utilizable, esta energía se pierde irremediablemente, y el reloj no puede darse
cuerda por sí mismo. Eso que se “pierde” se debe a la entropía.
Muchos irreverentes e ignorantes iconoclastas
(me incluyo) han relacionado directamente esto con la teoría del caos,
entendiendo a la entropía como una medida de lo que no está ordenado, y a la
teoría del caos como una tendencia irremediable de los sistemas a caer en el
desorden.
Pero como los físicos, químicos y otros
científicos se enojan cuando uno utiliza este concepto para cuestiones ajenas a
la termodinámica, diré que sólo lo usaré de buen pretexto para presentar
situaciones realmente caóticas que han vivido personas que hoy gozan de grandes
fortunas y empresas exitosas. Mi teoría es que si no hubieran vivido ese caos,
ellas no hubieran aprendido ciertos valores ni fraguado ideas que hoy los hacen
exitosos, al menos económicamente.
El desorden en grado de caos es muchas veces
necesario para ver la realidad, es el esclarecedor de que existe “algo más”, y
sólo entonces se encuentra esa verdad detrás de una idea propia en la que nadie
cree al principio porque no la pueden ver. El confort de un sistema que se cree
de baja entropía hace que las personas no necesiten ver o hacer algo diferente.
(Lee también: El mejor consejo: vislumbra oportunidad y abundancia.)
Lo curioso con este símil de
entropía-caos-oportunidad es que existen varios escenarios que, aunque parecen
dilemas, son en realidad perfectamente compatibles:
Digamos que tu sistema cerrado se descompone,
tu viejo despertador ya no funciona, tu auto del 98 ya no camina. Cuando esto
sucede tendemos a reparar el daño, y esto es como reparar un viejo amor: no
sale bien… es un perro zombi salido de Cementerio de mascotas. Parece más
sencillo, o al menos más cómodo, pero la “entropía” se encarga de que el caos
aumente si te quedas ahí viendo. Tienes que crear otro sistema, salir de esa
caja cerrada para crear lo impensable, un universo alterno:
Howard Schultz, el billonario dueño-CEO de
Starbucks, vivía en un complejo habitacional para pobres. Dice que un día se
dio cuenta que “del otro lado” había más recursos, más dinero, familias
felices, y que por alguna razón, que no sabe cuál es (yo si sé), decidió
cambiarse de lado. Quería hacer cosas por encima de lo que la gente creía
posibles. Así pasó de ser vendedor de Xerox a otros puestos. Sus jefes no
creyeron en su idea de crear un ambiente, más que vender café, y eventualmente
terminó comprándoles el negocio. Hoy es curioso ver cómo es muy fancy llevar un
café de 50 pesos en la mano cuando la idea la tuvo una persona muy sencilla que
era pobre y que no ha olvidado sus orígenes.
Do Won Chang, fundador de la marca Forever 21,
atendía gasolineras, una cafetería y también fue personal de limpieza. Tenía
tres trabajos para salir al paso cuando llegó a Estados Unidos en 1981. En 1984
ya tenía su propia tienda de ropa.
Ralph Laurent atendía en una tienda de Brooks
Brothers y se preguntaba por qué las corbatas eran tan aburridas. Decidió crear
sus propias corbatas. Su apellido no era Laurent; él se lo inventó para que
sonara más cool. Hoy es casi un noble y su apellido es sinónimo de hiper hype
(¡oh! que lámpara tan fina… es que es Ralf Loooraann… se pronuncia como en
francés, amiga).
Larry Ellison, creador de Oracle, abandonó la
universidad después de que su madre adoptiva murió. Durante ocho años tuvo
trabajos poco remunerados, ocasionales y de baja responsabilidad. Entre otras
muchas cosas, IBM no creía que sus productos se vendieran. Larry dice que nunca
ha cesado de cuestionar la sabiduría convencional. Pobre Larry, ¿cuántos
millones vende Oracle al año?
Juan Antonio Hernández, mexicano
multimillonario dueño de Autofin, vendía autos usados, no sin antes haber
pasado por todos los puestos de una empresa automotriz desde los 16 años
(cajero, valuador, entre otros). Un buen día vio a su jefe de aquel entonces y
se dijo: “en siete años no me gustaría verme como él”. Su esposa fue parte
importante de su éxito, pues confiaba exageradamente en él, según sus propias
palabras. La crisis, su mejor aliada: inflación alta y pocos créditos son el
paraíso del autofinanciamiento (que no es otra cosa que una gran tanda muy bien
organizada). Hoy puede gastar 3,000 millones de pesos en un desarrollo en
Acapulco… ¿Cuánto, perdón..? ¿Me toma mi Jetta a cambio?
A J. K. Rowling, la creadora de Harry Potter,
la corrieron de su puesto de secretaria en Amnistía Internacional, por estar
soñando despierta más de la cuenta… pensaba demasiado en Potteee. Escribió el
cuento con todo y que tenía depresión clínica (incluso pensó en suicidarse),
divorciada, sin dinero y con una hija muy pequeña que cuidar llamada Jessica.
Bueno, la lista de ejemplos podría seguir, pero
a mí me urge derivar de esto algunos principios que observo:
El caos provoca el fin de un sistema de
trabajo. Puedes quedarte en el sistema hasta que revientes: en Brooks Brothers,
en la VW, en la gasolinera, o vendiendo Xerox. Hazlo si quieres. Pero también
puedes crear tu propio sistema.
El caos es necesario para despertar. Si hoy te
sientes mal, deprimido, insatisfecho. Tal vez te duele la cabeza, no tienes
auto, algún familiar está enfermo, te pagan mal. Tranquilo, puedes cambiarlo.
Nota este extraño hecho: para despertar es indispensable estar dormido. Hoy
vives una pesadilla; sin esa pesadilla no querrías despertar. Estarías a gusto,
dormido, siendo ordeñado de tu energía por máquinas como en la película Matrix.
Afortunadamente, el caos es el principio del
cosmos (del griego κόσμος, orden) y viceversa.
Imagina el espacio y el principio del Universo:
Nada y silencio… ¡Bum!, Big Bang, caos… una
explosión que arroja materia a todos lados… Calma nuevamente, sistemas
planetarios… Vida, orden.
¿Quieres orden y una vida? Aprovecha ese caos, tu
propio Big Bang para crear un nuevo universo.
De postre, el chef recomienda escuchar el
concierto “Emperador”, de Beethoven.
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